Melisa no sabía dónde esconder su rostro porque estaba muy avergonzada. Era cierto que le había devuelto el beso, pero en ese momento todo ocurrió tan rápido que ni siquiera tuvo tiempo de pensar y darse cuenta de lo que estaba haciendo. —No hice nada de lo que dijiste —respondió defensivamente. —¿Oh, no? ¿Cómo te atreves a mentirme así, Melisa? -Se acercó—. Casi te derrites en mis brazos -insinuó. Se dio cuenta de que Alex la estaba provocando y recuperó la cordura. No podía dejar que dominara la situación. —No me importa si seguí el juego o no, Alex, solo sé que cruzaste la línea y no puedo dejarlo pasar como si nada hubiera pasado. —Oh, deja de ser dramática, Melisa. No actúes como si fueras un adolescente a la que le robé su primer beso. —No, no soy una adolescente, pero no deber

