Cuando llegaron a la mansión donde vivía Alex, Melisa casi se desmaya al apreciar el tamaño y el lujo del lugar. No podía creer que este hombre viviera solo, en un lugar que parecía más bien un castillo. La desigualdad social incluso la dejó avergonzada, era tan injusto para unos con tanto y otros con nada. En el garaje donde Fabio estacionó el auto, había cuatro autos más estacionados, y no eran autos comunes, sino lujosos, de esos que ella solo veía en la televisión. —¿Hay otras personas viviendo con él en la casa? —preguntó desconfiada. —No, ¿por qué? —la cuestionó Fabio, bajándose del auto. —Es que aquí hay muchísimos coches aparcados. —Ah, estos son todos de Alexander, le gustan mucho los autos deportivos. —¿¡Son estos todos sus coches!? —su boca no pudo cerrarse por la sorpres

