Las maletas ya estaban preparadas y todo estaba listo para ir a la conferencia. Melisa se despidió de Lis con lágrimas en los ojos, sintiéndose una madre terrible por abandonar a su hija. Los dos llegaron al barco a las ocho de la mañana, y la primera sorpresa de Melisa llegó poco después, cuando vio que estarían en la misma habitación. —¿Qué quieres decir, si esta es tu habitación, dónde está la mía? —preguntó preocupada. —Melisa, todos piensan que estamos casados, ¿cómo pensaste que nos quedaríamos en habitaciones separadas? —dijo quitándose la camisa Alex. —No dijiste nada al respecto, no podemos permanecer en la misma habitación y, por favor, vuelve a ponerte la camisa. No pude decir mucho, viendo esa espalda ancha y los músculos bien alineados. —Hace calor, ¿cómo esperas que us

