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2017 Words
Mientras que se celebraba la reunión, yo estaba distraído, refugiado en mis propios pensamientos. Me era completamente inevitable hacerme la idea de querer estar concentrado en el trabajo para cuando mi mente estaba concentrada en otra cosa. Y al parecer, los presentes en la reunión lo notaron porque uno de ellos, el señor Larsson fue quien me sacó de mis propios pensamientos. — ¿Sí? ¿Dígame, señor Larsson? — musité cuando regresé a mi realidad. El señor Larsson me miraba fijamente mientras que en su mano sostenía la taza de café que Anne le había servido hace un momento que llegó a la oficina a presentarse para dar inicio a la reunión. Los demás presentes, eran empleados suyos muy importantes; se encontraba el abogado, el contador, el financiero, y su asistente ejecutiva. Además de venir dos amigos suyos que siempre han estado a su lado para el tema de lo personal y para los negocios, y entonces, todos prestaban suma atención a lo que ocurría en la reunión porque los únicos que podrían decir algo o interrumpir nada más eran el señor Larsson, y yo. Así como su abogado para cuando se trataba de los asuntos legales de contrato. — Quiero saber qué sucede contigo, te ves como si estuvieras completamente perdido en las nubes. No has prestado atención a ni una sola palabra de lo que te hemos dicho desde que pasamos al tema de la firma del contrato y desde que mi abogado revisó cada una de las palabras escritas en este para que podamos firmarlo de una vez por todas — observó él con seriedad, pero al mismo tiempo, interesado en lo que yo estaba por responder, debido a que en todo ese momento, yo solo tenía cabeza para una cosa, y esa cosa, yo sabía muy bien que sería una locura lograrla, sin embargo, si tenía la confianza de hablarla con ellos y negociarla para que se hiciera realidad, ¿Por qué iba a seguir perdiendo más el tiempo? — Sí, de verdad, discúlpame. Es que traigo en la cabeza algo que me inquieta mucho desde hace ya varios días — confesé. Todos me miraban con mucha atención, inclusive, hasta Anne miraba con atención, como si lo que yo estaba por decir fuera a ser una muy buena escena de su telenovela favorita. — ¿Ah sí? Puedo notarlo, dime, ¿De qué se trata? Claro, puedes decírmelo con toda la confianza, si puedo ayudarte en algo. Puedes pedírmelo — respondió Larsson con interés. — Bueno... — comencé a hablar, y les conté todo acerca de mis sueños. En un principio, sé que a todos les pareció que yo tenía problemas para dormir, que yo debía disponerme a buscar ayuda psiquiátrica lo más pronto que fuera posible, sin embargo, cuando llegó el momento de hacer mi propuesta, todos se vieron sumamente interesados en participar de esta locura, puesto que todos teníamos clara una situación: en esta vida, todo era posible, y nada de lo que el humano pensara o imaginara, era menospreciado porque todo se podía hacer realidad. — Sé que todos se están preguntando: ¿A qué vengo yo con todo esto? ¿Cuáles son mis intenciones de haberles contado mis más profundos y oscuros secretos? Bueno, resulta que desde anoche, volví a tener otro sueño. Volví a verla, a estar con ella, y definitivamente, he sentido la necesidad de querer hacer realidad mi sueño. Para todos es una locura, pueden estar creyendo que un hombre tan exitoso para los negocios como yo, que tiene mucho poder y dinero, puede estar pensando de esta manera. Pero esa es mi realidad, y quise compartirla con ustedes porque quiero que sean parte de este proyecto. Quiero que inviertan su tiempo, dinero y dedicación en el proyecto de la máquina que tengo en mente para crear como una nueva invención humana, es una máquina que nos permitirá meternos en nuestras mentes, explorar en ellas hasta llegar a nuestros sueños, y vivir en ellos como si fuera la misma realidad... — anuncié, me puse de pie, y rodeé la mesa, mirando a los ojos a cada uno de los asistentes de la reunión. Mientras que hablaba, no dudé en comportarme con suma seriedad para que todos creyeran que aunque yo estaba un poco loco en ese instante, de todas maneras, podían confiar en mis palabras para que hiciéramos esa locura realidad. Se quedaron en silencio, quizás estaban tratando de asimilar mi locura, pero donde creyeran que eso era imposible de hacer, lo más obvio que haría todo el mundo en ese momento era salir corriendo de allí, sin firmar siquiera un contrato de un negocio real, me insultarían, me tratarían de loco, y se marcharían de inmediato. Pero todos se quedaron mirándome, y pude notar en sus ojos que ellos estaban convencidos de querer ser participes de todo esto. — ¿Y cómo planeas hacer que esta idea se haga realidad? ¿Cuánto dinero debemos invertir en ello? Y lo más importante, ¿Cuánto tiempo nos tomará para ver los resultados finales? — habló Larsson. Sonreí ante su pregunta, y no dudé en seguir hablando, y, finalmente, la reunión concluyó con éxito, porque no solamente firmamos el negocio anteriormente planteado, sino que también firmamos un acuerdo confidencial de que todos seríamos socios y participes de este nuevo proyecto y que sería un secreto entre nosotros hasta confirmar que la máquina funcionaría con excelencia. La reunión finalizó, todo el mundo se marchó de la sala de juntas, a excepción de mi persona y la compañía de Anne, porque ella y yo nos quedamos organizando en una libreta todo aquello que se había hablado en la reunión, pero noté algo muy diferente en ella desde que mencioné a la misteriosa mujer de la que tengo intensión de visitar para cuando la máquina lectora de mentes esté lista. Anne parecía furiosa, se veía seria, y únicamente cruzaba las palabras que eran importantes conmigo acerca del trabajo y nada más. El silencio estaba tornándose incómodo para ambos, y mientras que la miré fijamente, decidí interrumpir ese silencio: — ¿Anne? Oye, tengo mucha hambre, ya pasó nuestra hora del almuerzo y no hemos comido nada, quiero saber si quieres acompañarme a comer algo afuera de la oficina ahora antes de seguir trabajando — le ofrecí. Por más que la miré a los ojos, ella no me miraba, sus ojos se concentraron en seguir escribiendo en la libreta aunque realmente no tenía nada que anotar en ella. — No creo que eso se pueda, señor Walker. Tengo mucho trabajo pendiente, vaya usted, y me habla para cuando realmente me necesite — respondió Anne con frialdad. Entonces, y antes que yo pudiera ponerme a insistirle, ella se puso de pie, agarró sus cosas de la mesa, y se fue a su sitio de trabajo sin querer dirigir una palabra más conmigo esa tarde. Tuve que ir a almorzar solo, y mientras que disfrutaba de mi sándwich favorito en un restaurante ubicado cerca de mi oficina, a tan solo dos cuadras de caminata, no pude evitar dejar de pensar en lo que serían mis días de ahora en adelante. Ahora, no solamente planearía situaciones de trabajo normal de mi empresa, sino que también planearía los avances, los prototipos, las cifras de las inversiones y demás para mi nuevo proyecto de índole científica. Me sentía emocionado por ello, ¿Quién no lo estaría? Si estoy a pocos meses de pasar a ser parte de la historia de la humanidad con la nueva invención que está por ser real. Terminé de comer mi sándwich, y acto seguido, pedí un café americano y lo acompañé con una porción de pastel de chocolate que es de mis postres favoritos. Traté de aclarar la mente, y luego, regresé caminando a la oficina en dónde todo el mundo continuaba haciendo sus deberes, y en dónde Anne había comenzado a tratarme indiferente, ella únicamente me hablaba para asuntos de trabajo, y no la puedo culpar, yo le había roto el corazón en mil pedacitos, y le había ilusionado con al menos vivir una relación sin compromiso conmigo, pero bueno, ¿Qué más le podía hacer? Era mejor dejar las cosas como estaban, y no seguir ilusionándola más, y mucho menos si mi mente ahora estaba completamente concentrada en otros asuntos. Por esa tarde, antes de que fuera la hora de salida, les anuncié a todos que tenían permitido salir una hora antes de lo habitual de sus horarios, es viernes, y obviamente, a todos les había encantado tanto la idea que al ver sus relojes y darse cuenta de que era momento, agarraron sus cosas, apagaron los equipos, y salieron disparados de las oficinas como si hubiera ocurrido un atentado en ese instante y todos estuviesen huyendo por sus vidas. Yo me quedé en la oficina, pensé que estaba solo, así que decidí poner un rato de música a un volumen aceptable, aunque al final terminé por subirle el volumen a mi música ya que en ese edificio, si yo estaba completamente solo como esperaba, era seguro de que nadie más que yo iba a escuchar la música a mi alrededor como si estuviera en una fiesta. Me serví una copa del vino que había quedado una botella sin abrir después de la reunión, y cuando empecé a beber y a bailar, de un momento a otro, sentí como unas manos delicadas y suaves se metían por debajo de mi camisa, abrazándome la cadera, y sorprendiéndome por ello, pues se suponía que yo estaba solo en ese lugar... Me doy la vuelta para ver de quién se trataba, y vaya fue la sorpresa que me llevé cuando supe que era nada más y nada menos que Anne, mi secretaria, cuando pensé que ella se marcharía temprano a hacer su rutina de ejercicio después de que les di el resto de la tarde libre para que tuviera más tiempo de descansa, ella parece ser que ha esperado a que los demás se fueran para irse a cambiar de ropa, pues estaba bellísima; se ha puesto un vestido de lencería n***o que le llega hasta un poco más arriba de las rodillas, dejando ver una pequeña parque de su muslo descubierto. Su cabello lo ha peinado diferente a como lo traía, porque según recuerdo, ella vino con el cabello liso, suelto, y peinado hacia adelante, pero ahora lo llevaba suelto, y con las puntas onduladas. También vi que se había maquillado muy diferente a como hacia para cuando era jornada laboral; sus labios pintados de rojo carmesí se veían demasiado sensuales y tentativos para mi gusto, y sus ojos con ese delineador oscuro le hacían ver como una gatita s****l muy excitante. — Em... Anne... ¿Qué no estabas molesta conmigo por lo que pasó en la reunión hace un momento? — le susurré en los labios, pues estábamos tan cerca de besarnos que creería que ella pudo oler mi aliento a vino. — Sí. Tú lo has dicho, estaba. Ya no lo estoy. ¿Quieres callarte y hacerme tuya de una vez por todas? — susurró ella. Y cuando menos me lo imaginé, su mano agarró la mía y la ubico en su cadera, buscando que yo la agarrara con mucha fuerza para excitarme más de lo que ya estoy en este momento por solamente haberla visto así. No lo pensé ni dos veces, y obedecí sus ordenes. Ella se acercó a mí, besando mis labios de tal manera que pensé que ella quería era devorarlos. Aunque bueno, no puedo quejarme, su beso ha sido uno de los más excitantes y de los mejores que he recibido en toda mi vida. Y me estaba haciendo la idea de que era demasiado excitante tener s*x* en el sofá de mi oficina. — De verdad... ¿Quieres que te haga mía? ¿Aquí y en esta oficina? — pregunté entre besos, me costaba pronunciar una palabra tras otra porque sus labios no querían soltar los míos. — Sí, si lo quiero. No, mejor dicho, lo deseo con toda el alma desde mucho.
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