Las chicas están descansando, el lugar está mojado así que dormimos acurrucadas, las piernas se nos entumecen, las chicas se han calmado, eso es bueno en una situación así es mejor mantener la calma así hay más posibilidades de encontrar una salida de todo esto, aunque eso lo veo imposible.
—No puedo dormir, me duelen las piernas. —Se queja una de las chicas.
—Tengo miedo, quiero irme de aquí, quiero ver a mi familia. —La chica se descontroló y comenzó a gritar ayuda, en eso dos hombres entraron la tomaron de un brazo cada uno y se la llevaron.
Después de ese episodio nos quedamos tranquilas, puse mi quijada en mis rodillas, ahora estoy más asustada que antes, que voy a hacer, Dios si realmente existes ayúdame, no sé qué más puedo decirte, pero ayúdame a salir de aquí. Gritaba en mi interior y con mis pensamientos rezaba para que tuviera la oportunidad de salir ilesa de ese lugar.
El cuarto es sellado, no sabemos si es de día o de noche, lo único que sabemos que algo horrible se acerca, es como un mal presentimiento, miro a las chicas, ellas están peor que mi, en eso entra una mujer bien vestida con un látigo pequeño en su mano, unas mujeres que entraron con ella, hacen que nos pongamos de pie, los pies no nos responden que nos tambaleamos.
—Bienvenidas a la subasta de su vida. —¿Qué ha dicho? — De hoy en adelante me pertenecen, hay hombres interesados en mujeres vírgenes, hoy en la noche será su primera exhibición, les deseo toda la suerte posible para que les toque un buen amo.
¡¡Dios santo!! Seremos vendidas como mercancía o peor aún como objeto s****l, si antes estaba asustada ahora estoy aterrada, que haré para salir de esta situación, lloro en silencio, trato de no ser escandalosa, en eso ella sale y las mujeres que la acompañan se quedan, traen unas sillas nos sientan y nos empiezan a peinar.
—Por favor déjennos ir. —Le dice una de las chicas, llorando.
—Eso no podemos hacer, nosotras también somos esclavas, por lo menos ustedes tienen la oportunidad de salir de aquí mientras que nosotras no podemos, solo complazcan a los viejos y tendrán todo lo que quieran, bueno eso si no les toca un sádico o un cochino que las maltrate, como lo hicieron con nosotras que ya no podemos complacer a nadie.
Yo solo escucho lo que dicen, pero no quiero saber más, que tipo de hombres vienen a este tipo de lugares a comprar jovencitas, solo de pensar se me enchina la piel, ellas nos peinan dejando nuestros cabellos sueltos, no nos hacen nada más. Nos obligan hacer una fila, soy la última de la fila, caminamos por el pasillo, miro a todos lados no hay manera de escapar además hay mucha seguridad, en eso miro una tarima ahí nos están subiendo.
—Bienvenidos respetables caballeros, esta noche tenemos una variedad de chicas, pero como siempre comenzaremos por las vírgenes, en su asiento hay un control donde usted puede ofrecer por la que le interese, esta es mercancía de primera, así que sean generosos.
Las luces solo están para nosotras no podemos ver la audiencia, ni siquiera podremos ver quien nos va a comprar, miro los números por una pantalla de cada una de nosotros, estos tipos gana millones por nosotras, los números suben. Las luces son fuertes que hasta nos marea, no hemos comido nada desde que llegamos aquí, el estómago me duele, en eso se me acerca el anfitrión y me pone un cartel que dice vendida.
Me toman de los brazos y me bajan de la tarima, me llevan a otra habitación donde hay un escritorio, me sientan en una silla, mi cuerpo tiembla de miedo y de frío no sé si es de noche o de día en eso entra la misma mujer que entro antes en el cuarto en que nos tenían.
—Eres una chica con suerte, en tu primera noche ya tienes un comprador, ahora todo dependerá de ti, mi consejo es que hagas todo lo posible por complacerlo y te aseguro que tu vida será muy tranquila, pero si te la tiras de cuidar tu dignidad te aseguro que te joderán.
—¿Quién me compro?
—Es un magnate, un hombre que está podrido en dinero.
—Me puede decir en que país estoy.
—¡Aquí es Irlanda! Ahora uno de los de seguridad te llevará al auto del magnate, no hagas nada estúpido porque si lo haces tu vida será un infierno.
Me sujetan del brazo y me llevan fuera de aquel lugar, respiro profundo cuando respiro el aire puro, en eso me suben a una camioneta gris, me siento desorientada, siento que alguien está sentado a la par mía, tengo miedo voltear a verlo, llevo mi mirada puesta en mis manos que reposan en mi regazo, el auto se mueve y todo es silencio, en eso.
—¡Así que eres virgen! —No lo miro ni le contesto— De lo que veo también eres muda.
—No lo soy señor.
—¡A que bien, que hablas! —En eso el auto se detuvo, llegamos a un mini aeropuerto él me dice que suba a un pequeño jet, hago lo que me pide, aún no me atrevo a verlo, tomo asiento— ¿Quieres comer algo?
—Si, ¡Por favor!
Una mujer me trae comida y jugo, ni corta ni perezosa comienzo a comer, después de haber llenado mi estómago di un suspiro de alivio, el estómago me estaba matando. Levanto mi cabeza para verlo, no ha de ser tan malo para haberme dado de comer, lo miro por primera vez es un hombre de sesenta y cinco años aproximadamente, no tiene ni un cabello en su cabeza.
—¿Tienes miedo?
—Sí.
—Tengo un desafío para ti, pero te lo diré cuando lleguemos a nuestro destino, por los momentos puedes dormir un rato.
Me dieron una almohada y me acomodo en el confortable asiento, el sueño me venció, caí rendida ante él, no sé cuánto tiempo paso solo sé que estoy en el paraíso, no escucho nada, aunque quisiera despertarme no puedo, siento que mi cuerpo no reacciona, como si estuviera atrapada en una pesadilla.
En eso, abro mis ojos, me siento en la cama, que carajos ya no estoy en el Jet, estoy en una bonita habitación, miro mi cuerpo que tiene otra ropa, porque no sentí nada de todo esto, me revisó para ver si han abusado de mí, pero no siento ningún dolor en mi intimidad.
—¡Despertaste! —Entra el señor, ayudado por un bastón, de inmediato salgo de la cama y me voy a una esquina del dormitorio— Dormiste como un angelito.
—¿Qué quiere de mí?
—Es que acaso no les explican cuál es su trabajo cuando las compran.
—Si usted se me acerca me mató, no quiero que me toquen.
—Sabes que no tienes opción. —Creo que si empujo a este viejo puedo salir de aquí—Deja de pensar en tonteras, mejor siéntate, quiero hacer un trato contigo, aunque si fallas te advierto que no te ira muy bien. No soy un hombre paciente.