Larry analiza a la joven que tiene enfrente, en el Jet le dio unas pastillas para dormir en la comida, para poderla traer a la su casa, ve en ella algo que le llama la atención, eso mismo paso cuando la vio subida en aquella tarima, su porte sus acciones no son como las demás chicas a pesar de que estaban en la misma situación, ella mantuvo la calma y la cordura, mientras que las demás gritaban y lloraban.
—¿Cuál es tu nombre, jovencita?
—Esthefy Chantal.
—Un bonito nombre, ya relájate, no soy ningún violador, además no fue para mí que te compre. —Chantal estaba más confundida, no tiene la mínima idea de porque él la compro— Quiero encomendarte un trabajo muy delicado, del cual solo tienes dos meses para cumplirlo si fracasas, te entregaré a mis empleados para que se diviertan hasta que se aburran de ti.
—Dígame, de que se trata el trabajo, yo lo haré.
—No comas ansias, no es tan fácil, el tiempo que te doy es corto, pero ese es mi límite para ver resultados, estoy envejeciendo, no se muera pronto, por eso no puedo darte más tiempo.
—Lo que sea lo haré, solo que cuando cumpla lo que sea que usted me encomiende, me pueda dar mi libertad.
—Es lo justo, si logra lo que te pediré tenlo por hecho. —Chantal se relajó y su destino por fin estaba cambiando, no importaba que trabajo le diera si es pesado o le toca recoger basura ella lo hará con tal de tener su libertad y volver a su casa con su padre.
—No importa si es pesado le aseguró que haré mi mayor esfuerzo hasta completarlo. —Larry al escucharla ríe para sí mismo.
—Por hoy descansa y come bien, mañana te diré de qué se trata y comenzará a correr el tiempo.
—Muchas gracias, señor, que usted descanse también.
Al salir Larry de la habitación, Chantal se tiró en la cama, no podía creer que tuviera esa suerte, que el viejo que la compro no fuera un pervertido, ya estaba pensando hasta en quitarse la vida si ese viejo la tocaba, pero resulto ser una buena persona según su pensamiento, aunque eso de que si falla y la dé a los trabajadores no le parece mucho, por eso no tiene que fallar ella tiene que cumplir con esa tarea que el anciano le asigne.
—Señorita, aquí le traigo comida. —Eleonora la cocinera de Larry, una mujer muy amable con don de gente, entra en la habitación con una charola llena de comida.
—Todo eso es para mí.
—No veo a nadie más, desde luego siéntate y come. Mañana te traerán la ropa y calzado, por hoy puedes dormir con esa bata, no es sexy como dice la juventud de hoy, pero te abrigará.
—Está bien, no se preocupe, es cómoda la bata. —Ella se sentó y sin pérdida de tiempo comió, todo estaba delicioso, ella no pensó en nada solo en llenar su vacío estómago.
Eleonora reía al ver a la joven comer con entusiasmo como si el mañana no existiera, ella le sirve un poco de jugo para que no se atore, Chantal sonreía y asentía con la cabeza en señal de agradecimiento, vale que llevo una vida con los pies sobre la tierra mientras estuvo en su país y su casa, porque si no estuviera pasando graves problemas.
—¿De dónde vienes?
—Inglaterra.
—De muy largo vienes, estas con permiso de tus padres. —Ella se detuvo de comer, se quedó en silencio, Eleonora se alarmó al ver que la joven se quedó pensativa—No es mi intención...
—No se preocupe, mi madre murió hace mucho tiempo y mi padre...
—¡¡Eleonora!! —Los gritos del anciano sobresaltaron a la mujer que sin decir nada salió rápidamente del dormitorio.
Chantal suspiró alivia, la verdad no es fácil para ella hablar de eso, la mujer se notaba que era sincera que ella no puedo callarse y si no la hubieran llamado le hubiera contado toda su vida y de cómo es que está en ese lugar. Se terminó la comida y se asomó al baño, al ver lo lujoso que es, casi parecido al de ella, no dudo en darse un baño y lavarse los dientes, ya que el baño lo tenía todo, nuevo de paquete.
Una hora después esta acostada viendo el cielo falso, pensando en su familia, si a estas alturas la estarán buscando o talvez su padre ya la haga muerta, sus amigas se estarán culpando de su desaparición, su prima estará llorando por ella, era tanto que pensaba que la nostalgia la invadió, dos lágrimas salieron sin permiso de sus ojos.
—Los extraño a todos, me siento tan sola, estaba a punto de terminar la universidad y trabajaría en la empresa de mi padre, pero todos mis sueños se han esfumado, ahora estoy completamente sola. —Se puso la almohada en la cara y grito con todas sus fuerzas— Quiero estar con mi familia.
En eso se puso a pensar en las chicas que estaban en su misma situación, no sabe que fue de ellas, porque no regreso al cuarto donde las tenían, deseaba que ellas también corran con mejor suerte de lo que se imaginaban. Cerro sus ojos y pensó en su casa y su padre, sonreía al recordar cosas que ella hacía por costumbre, pero de inmediato se entristeció porque no sabe si algún día volverá a verlos.
Dormir le es imposible, está ansiosa con empezar con lo que el viejo le va a encomendar hacer, entre más rápido inicie más cerca estará de tener su libertad y poder regresar con su familia. Mientras que Larry está regañando a Eleonora, porque tiene la maña de indagar donde no le importa.
—Te dije que le llevaras la comida no que la entrevistaras.
—Solo rompía el hielo, la joven se ve agobiada.
—A ti que te importa, acaso te pago para que consueles a todo mundo.
—No señor, perdóneme, no vuelve a pasar, de hoy en adelante cuidaré mis palabras.
—Eso espero, no me gusta el chisme, solo limítate hacer tu trabajo.
—Así lo haré, si no hay nada más me retiro.
—Te puedes ir.
Larry no quiere que nadie sepa que la obtuvo en una subasta clandestina, porque si sus amigos se enteran de que él visitó un lugar como eso, son capaces de divulgarlo cosa que a él no le conviene, la chica solo debe cumplir con su trabajo y ver qué pasa, lo demás solo el tiempo lo dirá.
—Halo. —Tomo el celular y le marco a su hijo menor, quien solo tiene treinta años.
—¿Qué quieres papá?
—Así le hablas a tu viejo, es que no tienes respeto para mí.
—Sabes por qué lo hago, me tienes harto con tus insinuaciones.
—Te enojas que te pregunte si eres gay.
—Ya empiezas.
—Solo dímelo, no me voy a enojar, es la última oportunidad que te doy.
—¿Cuál es el problema si lo soy?
—¿Lo estás confirmando? Sabes que quiero nietos.
—Volvemos a lo mismo, si para eso me hablas mejor ahórrate el tiempo que inviertes en mí, adiós papá.
—Mal agradecido, después no te quejes.
—¿Qué quieres decir?
—Buenas noches, hijo.
—Papá... —Colgó la llamada.
—No sé qué voy a hacer con este hijo ingrato, solo porque es autosuficiente cree que me hará aún lado, está muy equivocado, ni sabes lo que tengo preparado para ti, solo así sabré si eres del otro bando.