Dulces sueños, Melissa

1622 Words
Dulces sueños, Melissa Éste apareció por primera vez en Galaxy, diciembre 1968. Tuve un interesante inicio. Vendí mi primer cuento, “Las chicas de los USSF 193” (el siguiente cuento de este volumen) en 1965 y estaba sintiéndome muy orgulloso de mí mismo. Yo era un profesional. Había vendido un cuento. Durante tres años me apoyé en eso. Un amigo mío también quería escribir y le cedí una idea que deseché, que luego él vendió. Bueno, eso estaba bien; a mi discípulo le estaba yendo bien, incluso si había sido con una de mis antiguas ideas. Luego, en una tarde de primavera, me llamó para contarme que acababa de vender su segundo cuento. Lo felicité a regañadientes y tan pronto como pude dejar el teléfono diplomáticamente, aparté todo lo demás de mi escritorio y comencé a escribir. En las próximas 24 horas, “Dulces, sueños, Melissa”, estaba escrito y había sido enviado. Se vendió en el primer lugar al que lo envié. Mi amigo es ahora un muy exitoso doctor en optometría. “Dulces sueños, Melissa” es probablemente mi cuento corto más exitoso, ha sido reimpreso y comentado en antologías en numerosas ocasiones. Desde fuera de su oscuridad especial, Melissa escuchó la voz del Dr. Paúl que hablaba en tono quedo en el extremo del cuarto. “Dr. Paúl”, gritó ella. ¡Por favor Dr. Paúl, venga! Su voz se tornó en un quejido desesperado. La voz del Dr. Paúl cesó y luego murmuró algo. Melissa escuchó sus pasos acercase a ella. “Sí Melissa, ¿qué pasa?”, dijo él en tono profundo, paciente. “Tengo miedo, Dr. Paúl”. “¿Más pesadillas?”. “Sí”. “No tienes que preocuparte por ellas Melissa. No te lastimarán”. “Pero son tenebrosas”, insistió Melissa. “Haga que se detengan. Haga que se vayan como siempre lo hace”. Otra voz susurraba afuera en la oscuridad. Sonaba como el Dr. Ed. El Dr. Paúl escuchó a los susurros, y luego dijo en voz queda “No, Ed, no podemos permitir que continúe así, Ya estamos muy atrasados con la planificación”. Luego dijo en voz alta, “En algún momento vas a tener que acostumbrarte a las pesadillas, Melissa. Todos las tienen. No siempre voy a estar aquí para hacer que se vayan”. “Oh, por favor no se vaya”. “Aún no me voy, Melissa. Todavía no. Pero si no dejas de preocuparte por estas pesadillas, puede que tenga que hacerlo. Dime de qué tratan”. “Bueno, al principio pensé que eran los números, lo que está bien porque los números no tiene que ver con la gente, son agradables y amables y no hieren a nadie como en las pesadillas. Luego los números comenzaron a cambiar y se convirtieron en filas, dos filas de personas y todas corrían unos hacia otras y se disparaban unas a otras. Había rifles y tanques y obuses. Y las personas estaban muriendo, también, Dr. Paúl, muchas personas. Murieron cinco mil, doscientos ochenta y tres hombres. Y eso no fue todo, porque abajo en el otro lado del valle, había más disparos. Y escuché a alguien decir que estaba bien, porque siempre que las bajas fuesen inferiores al quince coma siete por ciento durante las primeras batallas, se podía ganar la posición estratégica que era la cima de la montaña. Pero el quince coma siete por ciento del total de las fuerzas sería nueve mil seiscientos dos coma siete siete ocho nueve, hombres muertos o heridos. Era como si pudiera ver a todos esos hombres tirados allí, muriendo”. “Te dije que una mentalidad de cinco años no era aun suficientemente madura para las Logísticas Militares”, susurró el Dr. Ed. El Dr. Paúl lo ignoró. “Pero eso ocurrió en una guerra, Melissa. Debe prever que la gente es asesinada en una guerra”. “¿Por qué? ¿Dr. Paúl?”. “Porque... Porque la guerra es así, Melissa. Y además, no ocurrió realmente. Sólo era un ejercicio, como con los números, sólo que eran personas en lugar de números. Todo era simulado”. “No lo era, Dr. Paúl”, gritó Melissa. “Todo era real. Todas esas personas eran reales. Incluso conozco sus nombres. Estaba Abers, Joseph T. Pfc., Adelli, Alonzo Cpl., Aikens...”. “Basta, Melissa”, dijo el Dr. Paúl, elevando la voz mucho más de lo normal. “Lo siento Dr. Paúl”, se disculpó Melissa. Pero el Dr. Paúl no la había escuchado; estaba ocupado susurrándole al Dr. Ed. “...No hay otro recurso que un análisis completo”. “Pero eso podría destruir toda la personalidad en la que hemos trabajado tan duro por construir”. El Dr. Ed. ni siquiera se molestó en susurrar. “¿Qué más podemos hacer?”. Preguntó cínicamente el Dr. Paúl. “Estas pesadillas de ella nos están atrasando más y más en la planificación”. “Podríamos intentar dejar que Melissa se analice a sí misma”. “¿Cómo?”. “Observa”. Su voz comenzó a tomar los tonos dulces que Melissa había aprendido que la gente usaba con ella, pero no con otros. “¿Cómo estás?”. “Estoy bien, Dr. Ed”. “¿Te gustaría que te cuente una historia?”. “¿Es una historia feliz, Dr. Ed?”. “Aún no lo sé, Melissa. ¿Sabes qué es una computadora?”. “Sí. Es una máquina que cuenta”. “Bueno, las computadoras más sencillas comenzaron de esa forma, Melissa, pero rápidamente se hicieron más y más complicadas, hasta que pronto hubo computadoras que podían leer, escribir, hablar e incluso pensar por sí mismas, sin ayuda de los hombres. “Érase una vez que un grupo de hombres dijo que si una computadora podía pensar por sí misma, sería capaz de desarrollar una personalidad, así que asumieron construir una que actuara justo como una persona real. La llamaron Multi Lógicos Sistemas Analizadores, o MLSA”. “Eso suena como `Melissa`”, rió Melissa. “Sí, así es, ¿no es verdad? Bueno, estos hombres se dieron cuenta que una personalidad no es algo que aparezca del aire ya completamente madura; debe desarrollarse lentamente. Pero, al mismo tiempo, necesitaban la capacidad computacional de la máquina porque era la computadora más costosa y más compleja jamás fabricada. Así que lo que hicieron fue separa el cerebro de la computadora en dos partes, una parte manejaría los cómputos normales, mientras que la otra parte se desarrollaría en la personalidad esperada. Luego, cuando la personalidad se desarrollara suficientemente, se unirían de nuevo las dos partes. “Al menos esa era la forma en que pensaron que funcionaría. Pero resultó que el diseño básico de la computadora impidió una dicotomía completa, es decir dividir por mitad las funciones. Siempre que daban a resolver un problema a la parte computacional, parte del mismo se filtraba a la parte de personalidad. Esto era malo, Melissa, porque la parte de personalidad no sabía que era una computadora; creía que era una pequeña niña como tú. Los datos que se filtraban la confundían y la asustaban. Y cuando se volvió más temerosa y confusa, su eficiencia disminuyó hasta que ya no podía trabajar apropiadamente”. “¿Qué hicieron los hombres, Dr. Ed?”. “No sé, Melissa. Esperaba que tú pudieras ayudarme a terminar esta historia”. “¿Cómo? Yo no sé nada de computadoras”. “Sí lo sabes, Melissa, sólo que no lo recuerdas. Puedo ayudarte a recordar mucho sobre muchas cosas. Pero será difícil, Melissa, muy difícil. Todo tipo de cosas extrañas entrarán en tu cabeza y te encontrarás haciendo cosas que no sabías que eras capaz de hacer. ¿Lo intentarías, Melissa, para ayudarnos a encontrar el final de la historia?”. “Está bien, Dr. Ed, si usted quiere que lo haga”. “Buena niña, Melissa”. El Dr. Paúl estaba susurrando a su colega. “Enciende la ‘Memoria Parcial’ y dile que abra el sub-programa Análisis del Circuito`”. “Melissa, abre el ‘Análisis del Circuito’”. De golpe, cosas extrañas ocurrieron en su cabeza. Largas series de números que parecían sin sentido y aun así ella sabía que sí significaban distintas cosas, como la resistencia, la capacitancia, la inductancia. Y había miríadas de líneas, rectas, en zigzag, en resorte. Y fórmulas... “Lee MLSA 5400, Melissa”. Y de pronto, Melissa se vio a sí misma. Fue la cosa más aterradora que había experimentado jamás, más atemorizante aún que las horribles pesadillas. “Mira la sección 4C-79A”. Melissa no lo pudo evitar. Tenía que mirar. Para la pequeña niña, no se veía muy diferente del resto de sí misma. Pero ella sabía que sí era diferente. Muy diferente. De hecho, no parecía para nada ser una parte natural de ella, sino más bien una prótesis usada por minusválido. La voz del Dr. Ed estaba tensa. “Analiza esa sección y reporta un cambio óptimo para una reducción máxima de la filtración de información”. Melissa trató de cumplirlo al máximo, pero no pudo. Algo faltaba, algo que necesitaba saber antes de hacer lo que el Dr. Ed le había pedido. Quería llorar. “¡No puedo, Dr. Ed! ¡No puedo, no puedo!”. “Te dije que no iba a funcionar”, dijo el Dr. Paúl lentamente. “Tendremos que encender toda la memoria para un análisis completo”. “Pero ella no está preparada”, protestó el Dr. Ed. “Eso podría matarla”. “Quizá, Ed. Pero si lo hace...bueno, al menos sabremos cómo hacerlo mejor la próxima vez. ¡Melissa!”. “¿Sí, Dr. Paúl?”. “Prepárate, Melissa”. Esto te va a doler”. Y, sin más advertencia que esa, el mundo golpeó a Melissa. Números, series interminables de números, números complejos, números reales, enteros, bases, exponentes. Y había batallas, guerras más horribles y sangrientas que las que había soñado, y listas de bajas que eran más que reales para ella, porque ella lo conocía todo sobre cada nombre, la estatura, el peso, el color del cabello, el color de los ojos, el estado civil, el número de cargas familiares...y la lista sigue. Y había estadísticas, pago promedio de los conductores de Ohio, número de muertes debidas al cáncer en los EE.UU. entre 1965 y 1971, producción promedio de trigo por tonelada de fertilizante consumido... Melissa se ahogaba en un mar de datos. “¡Ayúdenme, Dr. Ed, Dr. Paúl! ¡Ayúdenme!, trató de gritar. Pero no podía hacer que la escucharan. Alguien más estaba hablando. Algún extraño al que ni siquiera conocía estaba usando su voz y diciendo cosas sobre factores de impedancia y semiconductores. Y Mellisa caía más y más profundo, empujada por el avance implacable de la armada de información. Cinco minutos después, el Dr. Edward Bloom abrió el interruptor y separó la memoria principal de la sección de personalidad. “Melissa”, dijo suavemente, “ya todo está bien”. Ya sabemos cómo va a terminar la historia. Los científicos le pidieron a la computadora que se rediseñara a sí misma y lo hizo. Ya no habrá más pesadillas, Melissa. Sólo dulces sueños de ahora en adelante. “¿No son buenas noticias?”. Silencio. “¿Melissa?”. Su voz era aguda y temblorosa. “¿Me oyes, Melissa?”. “¿Estás ahí? Pero ya no había lugar en la MLSA 5400 para una pequeña niña.
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