**TOMAS** La llamada con mis padres me dejó más inquieto de lo que esperaba. Apagué el altavoz y dejé el celular sobre el escritorio como si quemara. Me recliné en la silla, cerré los ojos por un instante y pasé una mano por mi rostro, como si ese gesto pudiera borrar las palabras que acababa de oír. “Confiamos en ti, Tomás. Sabíamos que, estando allá, la cuidarías.” ¡Cuidarla! ¡Como si esa hubiera sido siempre mi misión! Como si no bastara con todo lo que he hecho para construir una vida lejos de donde venimos, aún siento la sensación de aquel beso, estoy loco por pensar en eso. He besado tantas veces a Carlota y ese maldito beso con Adriana sigue intacto en mi memoria. Pero no. No voy a cuidarla. No quería a Adriana aquí. Ella había irrumpido en mi mundo como una tormenta que nad

