**ADRIANA**
Abro la puerta de mi dormitorio y el silencio me recibe como un viejo conocido. Maya ya no está. Desde que regresó a España, la ausencia se siente más densa de lo que imaginé. Nadie dejando su ropa tirada en la silla del rincón, nadie invadiendo el baño con vapores de perfume y música pop a todo volumen mientras canta desafinadamente con el cepillo como micrófono. Nadie tiró de mí para salir, para vivir, cuando lo único que yo quería era desaparecer bajo las sábanas.
Pero no es tristeza lo que siento. Es algo más sereno. Transición. Cambio. Porque sé que Maya volverá. Lo prometió. Y yo le creo. Volverá para quedarse conmigo, para que Nueva York deje de parecer un laberinto y se sienta un poco más como hogar. Y esa certeza, por pequeña que sea, me da paz. Dejo las llaves sobre
