**ADRIANA** El pasillo del estudio me pareció más largo de lo habitual. Cada paso retumbaba en mi pecho. Cuando crucé la puerta del área principal, Gabriel levantó la mirada desde su computadora. Su ceja se alzó al instante. —¿Qué pasó? —preguntó, ladeando la cabeza, notando sin duda mi expresión alterada. Negué con la cabeza, todavía sin poder hablar. Me acerqué a la mesa de trabajo, recogí un marco con las manos algo temblorosas y fingí ocuparme de nuevo en ordenar. Pero mis pensamientos eran un caos. —¿Fue ese idiota otra vez? —insistió Gabriel en voz baja, poniéndose de pie—. ¿El del ego inflado y cara de portada de revista barata? Solté una risa nerviosa. No era el momento, pero sus palabras siempre me arrancaban algo, incluso si era una carcajada rota. —Sí —asentí, sin rodeo

