Mientras Archibald buscaba a Jennifer en la habitación, Stavros se sentía cada vez más atraído hacia ella. La confesión de Jennifer avivó su deseo y su virilidad comenzó a responder enérgicamente. Sin embargo, el moreno se encontraba en una encrucijada, debatiéndose entre sus emociones y las posibles consecuencias.
―¿Me ibas… a hacer sexo oral? ―preguntó Stavros con un brillo travieso en los ojos.
―Sí, desde que te vi en el hospital, he querido hacerlo. Me pareciste extremadamente sexy ―respondió Jennifer, ―sonrió con malicia―además, esas dagas que tienes tatuadas ahí en tus caderas hacen que me vuelvan loca. Pero esta bien, me aguantaré hasta que traigas tus resultados de laboratorio. Muchas gracias por estar atento Stav―sonrió juguetonamente.
Sin embargo, Stavros sintió cómo la sangre
