Aquella habitación de hotel, impregnada de un ambiente íntimo y pasional, resonaba con gemidos entrelazados y el sonido rítmico y sensual de sus cuerpos que se encontraban en un baile de placer. Stavros, con sus manos firmemente apoyadas en la cama, movía sus caderas con una exquisita maestría, embistiéndola de manera lenta pero intensa. Mientras se entregaba al ritmo armonioso de sus movimientos, besaba a Jennifer con una pasión desbordante, saboreando cada instante con una devoción sin igual. Ella, con una mano delicada, acariciaba su cabeza, mientras que la otra se deslizaba con suavidad por su amplia y fuerte espalda.
En medio del éxtasis provocado por la unión de sus cuerpos, Jennifer, excitada y entregada a las embestidas de Stavros, susurraba entre gemidos y con los ojos cerrados,
