Stavros, recordando las responsabilidades que había pospuesto y sus próximas obligaciones en el muelle, respondió con pesar: ―No puedo, tengo asuntos urgentes que atender. Será mejor que lo hagamos mañana por la tarde, cuando esté libre de obligaciones. Jennifer cruzó sus brazos y enseguida mirando hacia la ventana, respondió con pesar también: ―Oh, está bien, Stav, te entiendo. Entonces ya sé que es el apartamento 514. ¿Estarás allí esperándome cuando vaya? ―Por supuesto―respondió Stavros con seguridad en su voz, aunque en su interior, se enfrentaba a una batalla interna entre el deseo y la razón. Una sonrisa traviesa jugueteó en los labios de Jennifer mientras sus ojos brillaban con complicidad. ―Está bien. ¿Sabes? Pasaré otra noche en vela, dejando volar mi imaginación con nuestro

