En aquel instante, la mujer permitió que un gesto sumiso se dibujara en su rostro, rendida ante la mirada intensa y penetrante de Stavros haciendo que un escalofrío, serpenteara por cada centímetro de su cuerpo sintiendo una mezcla de excitación con nerviosismo. Ella no podía evitar sentirse irremediablemente atraída por la presencia abrumadora de este hombre de misteriosa apariencia. Entonces, con disimulo tragó profundo y le respondió en un susurro:
―Si, bailaré para usted señor. Haré… todo lo que usted me diga―En ese momento llevó a cabo las instrucciones cuidadosamente otorgadas por Hermes, quien le había revelado el gusto de Stavros por ser llamado "señor".
Con una voz cargada de autoridad, Stavros pronunció sus órdenes:
―Ve a la otra habitación y no saldrás de allí hasta que yo lo
