Después de presenciar la horrenda ejecución de sus dos compañeros, el último hombre que quedaba vivo no pudo soportar la visión de la muerte que los envolvía. Su valor se derrumbó frente a la perspectiva de encontrarse con el mismo destino despiadado. Finalmente, se quebró y decidió revelar la información que Stavros anhelaba. ―¡Esta bien, esta bien diré todo! ¡Pero por favor, no me mates!―comentó el hombre ensangrentado y sin una mano. Visiblemente debilitado por el dolor y la angustia, el hombre confesó que el líder de la organización se encontraba en el Medio Oriente. Le contó a Stavros detalles escalofriantes sobre su identidad y modus operandi, brindándole la ubicación exacta donde llevaba a cabo sus siniestros planes. Palabra tras palabra, desentrañó la red de conspiraciones e intr

