Minutos antes… Siendo casi media noche, Jennifer y Stavros estaban sentados en el lujoso automóvil del moreno estacionados en el estacionamiento de uno de sus edificios. ―Oh, no sabía que existía este edificio, Stav y eso que nací en aquí en Nueva York, de hecho, no sabía que existía esta calle. Stavros con su tono misterioso y suave le respondió mirándola fijamente: ―Pues, entérate. Siendo ya casi media noche, Jennifer y Stavros llegaron a la imponente residencia que él frecuentaba los viernes. El edificio, como todos los que poseía, emanaba una elegancia sombría y misteriosa como lo era él. Con varios pisos llenos de apartamentos alquilados en la parte de abajo para despistar, la parte más alta estaba reservada exclusivamente para Stavros. Los tres últimos niveles eran inaccesibles

