El domingo Kaden y yo pasamos el día en el restaurante, yo atendiendo a los clientes mientras él jugaba con sus nuevos trencitos. Gracias al cielo, Henrique se compadeció de mí y me dejó salir más temprano, solo para que al fin pudiera llevar a mi hermanito a la feria. Se divirtió de nuevo y en cuanto llegamos a casa, los dos nos quedamos profundamente dormidos por el cansancio. El lunes el día trascurrió con normalidad, fui al instituto y regresé para buscar a Kaden a la guardería. Como adiviné, mi madre no lo había hecho y las profesoras querían asesinarme. Si no fuera porque el director conocía mi historia, aunque no de mi boca, el niño ya hubiese sido echado de allí. No quise que Kaden se diera cuenta de mi mal humor, por lo que aproveché mi nueva paga y fuimos al supermercado a com

