—Espera... ¿puedes darme tu número o algo?
Me levanté de la cama, sin siquiera dedicarle una mirada. ¿Mi número? Estaba loco, y al parecer, también era olvidadizo. Antes de terminar en su cama, le había dejado bien claro que no tendríamos ninguna relación, y que esto sólo sería sexo de una noche. Pero algunos hombres eran tan engreídos y narcisistas que pensaban que serían tan buenos en la cama, que yo terminaría rogándoles por más.
Nunca había sucedido, y nunca sucedería.
Busqué mi ropa regada por todo el suelo. Hace dos horas, habíamos estado recorriendo toda la habitación mientras nos quitábamos las prendas de la ropa. No porque estuviera demasiado excitada como para no contenerme, sino porque necesitaba llegar al sexo de inmediato. Yo no era del tipo de chicas que se detenía por
