Killian de nuevo abrió un debate en su cabeza, al ver que de nueva cuenta, el departamento de recursos humanos era tan “inepto” que cualquier persona podía entrar a trabajar en la empresa sin poner ningún tipo de filtro efectivo. — Miranda, déjanos solos un momento por favor —fue todo lo que Killian. — Como usted diga señor Lobosom. Señor Cuellarín lo espero afuera —dijo Miranda despidiéndose y cerrando la puerta tras de ella. El príncipe se quedó a solas con el nuevo empleado que simulaba una calma aparente. Sentía que estaba ante esas veces en las que no sabía si reír por lo estupido que era el disfraz o llorar por su personal tan inepto y porque tenía de intruso en su empresa a la personas que menos quería ver en ese momento. — ¿Crees que con ese estúpido traje me vas a engañar?

