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Querido Amor, Te Quiero

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Blurb

Una clase de literatura.

Una profesora diferente.

Un trabajo en el que deben enviar cartas a extraños, les unirá.

Ellos no se conocen, no saben sus nombre u otra cosa más que lo que escriben pero eso no podrá evitar que sientan muchas cosas.

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Prologo
Fui de las ultimas de mi clase en pasar la varicela, es más, no la pase hasta tener los siete años y eso de que cuanto más mayor peor se pasa, es totalmente cierto, no recuerdo peores noches que las que pase con la varicela. No dormía en toda la noche del picor pero deje de molestar a mis padres para que cuidaran a mis hermanos pequeños, ellos también se contagiaron. Ellos fueron los que trajeron el virus a casa y me contagiaron, creo que mi madre agradeció que todos pasáramos la enfermedad al mismo tiempo. Estaba en mi cama leyendo el ultimo libro de Narnia  en mi cama. Mi habitación era rosa con una enorme cama de princesa, era la única que no compartía habitación, bueno mis otros dos hermanos, Alison y Enzo, compartían habitación porque eran mellizos, eso es que estaban en la tripa de mi mama al mismo tiempo, porque yo como chica mayor sabía como nacían los bebes. Aunque aún no me habían explicado como se hacían pero estaba segura de que era igual de desagradable. Escuche unos ruidos que iban por el pasillo y que bajaban hacía abajo. Me levante de la cama con un salto y escondí el libro bajo mi almohada, si eran ladrones me negaba a que me robaran el libro y más cuando aún no sabía como iba a terminar. Camine por los pasillos de la planta superior para ir hasta las escaleras que bajaban al salón, de donde venía el ruido. —No te puedes ir—susurro mi madre. ¿Quién no se podía ir? Mi padre estaba durmiendo con mis hermanos pequeños, llevaba haciéndolo casi un año, porque mi madre estaba mala y no quería que eso le pasara a mi padre. —¿Qué no me puedo ir?—pregunto mi padre furioso. Baje un poco las escaleras y me senté en estas para mirar que pasaba. —No grites—le dijo mi madre. —¿A que tienes miedo a que suba tu dolor de cabeza?—le pregunto mi padre molesta. Es verdad que mi madre tenía dolores de cabeza muy fuerte, tuvo que dejar de trabajar porque se sentía realmente mal cuando lo hacía, se mareaba y tenía que beber su medicina, pero no creo que esa medicina le hiciera bien porque siempre se ponía peor al beberla. —Vas a despertar a los niños—le dijo mi madre. Mi padre río. —Esos niños no te importan—le dijo mi padre- ¡Eso era mentira! Claro que le importábamos a mi madre, era verdad que por su enfermedad no podía estar siempre con nosotros y que en ocasiones se olvidaba de venir a buscarnos, pero ella estaba en casa con nosotros. —Son mis hijos—se quejo mi madre. ¡Eso es! —Bebes cuando ellos están en casa—le dijo mi padre a mi madre muy molesto. Mire por la barandilla de las escaleras a mis padres. Mi padre se llamaba Sebastián, como el cangrejo de la sirenita a quien sabía imitar muy bien, tenía ojos verdes, eran muy bonitos, eran los mismos de mis hermanos, yo los tenía como mi madre, cosa que no era justa pero no se los podía robar, mi padre siempre me recordaba que robar estaba muy mal, y tenía el pelo como yo, castaño, eso si lo tenía como él. Era muy alto, como dos metros, y esperaba yo ser igual de alta que él aunque de momento era muy pequeña. Mi madre se llamaba Julieta, pero odiaba que la llamar así por lo que todos la llamaban Julie,  pero yo le llamaba mama, porque era mi madre y no le podía llamar por su nombre. Mi madre tenía ojos marones, como yo, mi padre decía que eran ojos de chocolate pero no se podían comer por lo que no era tan divertido. Mi madre tenía el pelo de mis hermanos, era casi rubio pero no era rubio, mi padre me decía el color pero siempre se me olvidaba. En el colegio estábamos aprendiendo a describir por lo que debía recordar esas cosas, pero se me olvidaban. Mi madre no era alta, siempre pedía ayuda a mi padre para coger las cosas, menos sus medicaciones, esas no se las quería dar. —Eso es mentira—se quejo mi madre. Mire a mi madre, estaba mintiendo, todos bebíamos, si nos íbamos a morir. Mama debería estar castigada por ello. —Me han llamado del colegio, no has recogido a los niños—le dijo mi padre. El jueves fue el ultimo día que fuimos a clase, no deberíamos haber ido porque el miércoles el medico dijo que debíamos quedarnos en cama pero mama nos llevo de todas formas. Hoy era viernes, tenía una excursión pero no iba poder ir porque estaba enferma. — Les has llevado enfermos, y cuando te han llamado para que les recojas no has ido—continuo mi padre. Eso si había pasado. —Cuando te quedaste embarazada de los mellizos prometiste dejar de beber—le dijo mi padre a mi madre. Arrugué la nariz, si dejaba de beber se moría ¿Por que iba querer papa que mama muriera si la quería? —Prometiste ir a rehabilitación y curarte—comento mi padre. ¿Mama se podía curar? Mama siempre me decía que ella no estaba enferma que era papa que exageraba con las cosas porque no le gustaba verla mal. —Tú prometiste no dejarme—dijo mi madre llorando. Me acerque a mi madre y la abrace por las piernas. —No llores mama—le dije. Mi madre me miro sin saber que hacer. —Lara ven aquí—me dijo mi padre. Mire a mi padre, se le notaba triste. Me acerque a mi padre que me agarro y me levanto en sus brazos. Mire que este llevaba una maleta. —¿Nos vamos de vacaciones?—le pregunte sorprendida—Estamos malitos, no podemos ir—me queje. Mi padre paso su mano por mi pelo y me miro. —¿Qué haces despierta?—me pregunto y le mire. —Es que me pica mucho la piel y no podía dormir, así que estaba leyendo—le explique—Es el ultimo libro de Narnia, me queda muy poco para terminarlo así que luego quiero más libros—le dije a mi padre. Mi padre me sonrió. —Todos lo que quieras—me dijo. Beso mi frente y sonreí. Mi padre era profesor en la universidad, era un enorme edificio al que ibas cuando eras más mayor, yo aún no podía estudiar ahí pero mi padre me decía que si seguía siendo igual de lista iba poder estudiar en la que quisiera, pero yo ya había decidido que quería ir a la de él. —¿Por que no le cuentas a tu hija a donde vas?—le dijo mi madre a mi padre. Mire a mi madre sin entender nada. —¿Se va solo papa?—pregunte sin entender nada. —Si—dijo mi madre y la mire sin entender nada—Y no quiere que vayamos—dijo mi madre. Me cruce de brazos y mire a mi padre. —Yo soy una chica mayor—me queje. Mi padre beso mi frente y miro a mi madre. —Se que lo eres—me dijo mi padre y le mire feliz—Eres mi chica mayor—me dijo y le mire. Mi madre le mire. —Muy cariñoso cuando tienes una maleta con tus cosas—le grito mi madre. —Mama, que están durmiendo mis hermanos—le recordé. Si hacía mucho ruido iba a despertar a mis hermanos y eso haría que lloraran, a mi padre le habían costado mucho que se durmieran porque les dolía mucho la piel, y si se despertaban lo iban a pasar muy mal, solo tenían un año, no podían sufrir. Me hacían querer llorar cuando estaba tristes. Mi madre me miro molesta y miro a mi padre. —Explicare—le dijo a mi padre. —No voy a dejar a mis hijos—dijo mi padre y le mire—No voy a dejarte, nunca haría eso mi pequeña lectora—me dijo mi padre. Le mire sonriendo. —No vas a llevarte a los niños lejos de mi—dijo mi madre. Mire a mi padre. Mi padre miro a mi madre muy serio, estaban enfadados y hacían lo que hacen los mayores, que yo aún no puedo hacer, hablar mentalmente de cosas que los niños no podíamos oír. Era un rollo, a mi me gustaba escuchar como hablaban los mayores para aprender nuevas palabras pero mis padres no me dejaban. —¿Os vais a separar?—le pregunte a mi padre. —¿Tu como sabes esa palabra?—me pregunto mi madre y la mire. —Los padres de Elisa, no viven juntos y ella me ha contado que su padre tiene novia, una que no es su madre—explique. Elisa era una de mis compañeras de clase, era muy lista y maja pero se le daba muy mal leer. Era a la que más le costaba de clase pero no por eso non podíamos estar juntas, yo le intentaba ayudar aunque era muy complicado, confundía las letras. —No—dijo mi madre y la mire sin entender nada—¿Sabes lo que es abandonar?—me pregunto. —Julieta—le aviso mi padre a mi madre. —Si, se que es abandonar, es lo que hace la gente mala a los perros—explique. Había personas muy malas que cuando se aburrían dejaban a los perros en la calle, a los pobrecitos, como si no importaran y ellos si importaban, eran cosas bonitas y blanditas. Yo quería uno pero mi madre era alérgica y no podíamos tener uno. —Pues es lo que va hacer tu padre con nosotros—me dijo  Mire a mi padre. —No se abandona a la familia—me queje, y le mire—No se abandona a nadie—le dije. Mi padre me enseño que abandonar estaba mal, hacías mucho daño a la gente, era como insultarles muchas veces cosa que era muy fea, era horrible y no se debía hacer, estaba muy mal. —No voy a abandonaros—me dijo mi padre y le mire. —Pero mama ha dicho—me queje señalando a mi madre. Mi padre me miro y me abrazo con fuerza haciendo que me callara. —Tu madre esta enferma y no sabe lo que dice—me dijo mi padre y le mire. —Claro, ahora todo es culpa mía y del alcohol—dijo mi madre. La mire torciendo la cabeza. —¿Qué es alcohol?—pregunte sin entender nada. —Es algo muy malo que no debes beber nunca—me dijo mi padre—¿Entendido?—me pregunto. —Si—dije sin dudarlo. —No le mientas—dijo mi madre y la mire—El alcohol es lo mejor del mundo, mejor que las estúpidas personas, y mejor que los hombres que son una basura—dijo mi madre. —Has dicho una mala palabra—le dije señalándola. —Cállate—me ordeno mi madre de forma muy sería. La mire asustada. Mi padre me dejo en el suelo y se agacho para estar a mi altura. —Papa tiene que irse a buscar una nueva casa—me dijo mi padre y le mire—Una casa muy grande donde podamos tener un perro—me dijo. —Pero mama es alérgica—le dije. Mi padre me miro. —Mama no estará—me dijo y le mire sin entender nada—Estaremos Alison, Enzo, tu y yo—me dijo y le mire. —¿Y donde estará mama?—le pregunte sorprendida. No entendía donde íbamos a dejar a mi madre. —Mama va ir a curarse—me dijo. Le mire sonriendo. —¿Se va curar?—le pregunte sorprendida. Siempre recordé a mi madre enferma, tenía los dientes feos, y la voz fea, solo se puso buena cuando tenía a mis hermanos en la tripa pero estaba muy débil esos meses y tenía que estar en la cama, estaba deseando que se curara y pudiéramos hacer cosas como las otras niñas y sus madres, ir de compras o a comer helado tranquilamente sin que mama se sintiera cansada o mal. —Si—me dijo mi padre y le mire—Si ella quiere si, pero para eso la tenemos que dejar sola—me dijo mi padre y le mire. —Pero se va sentir triste—me queje. A mi no me gustaba estar sola, y no creo que a nadie le gustara, era triste. Mi padre beso mi mejilla. —Por eso me voy a ir primero yo y luego vosotros, para que sea menos triste—me dijo. Mire a mi padre y asentí. Entendía su plan, así íbamos a ayudar a mi madre y era lo que quería así que estaba muy feliz por ello. —La estás engañando—dijo mi madre y la mire. —Mami, tu tranquila que te vamos a curar—le dije sonriendo, Mi padre me abrazo con fuerza antes de salir. Salí detrás de él para despedirle con mi mano, se despidió de mi antes de irse por la calle en el único coche que teníamos. La señora Potter, que era nuestra vecina de enfrente salió y me miro. La salude feliz. —Vamos a curar a mi mami—le dije. Ella se limito a sonreírme, ella si sabía la verdad detrás de que mi padre se fuera pero yo era demasiado pequeña para entenderlo. Mis hermanos empezaron a llorar seguramente porque los ruidos de los coches les molestaron, haciendo —Mama—llame a mi madre pero ella estaba en el sofá bebiendo sus medicinas—Están llorando—le dije a mi madre pero ella se limito a beber. La mire sin entender que le pasaba. —Vale, voy yo—dije. Mi madre me miro. —Cállate, me duele la cabeza—me dijo mi madre tumbándose en el sofá y cerrando los ojos. Agarre el escucha hermanitos y subí a la habitación de mis hermanos. Los dos dormían en una cuna, puse unas escaleras pequeñas para subirme y mirarles. —Hola—les salude y los dos me miraron con lagrimas en los ojos—Se que duele pero tranquilos—les dije y toque sus narices. Alison me miro con los ojos llorosos mientras que Enzo se intentaba rascar, Evite que mi hermano se rascara y le di un juguete para que se entretuviera y no se tocara. —Mama esta malita pero la vamos a curar, y hasta que papa vuelva yo os voy a cuidar—les dije. Los dos me miraron sin entender nada. —Lala—me dijo Alison y reí. —Es Lara, pero lo acepto—le avise. Me senté en las escaleras mirándoles para ver si se volvían a dormir. En ese momento no lo sabía, era demasiado inocente y no comprendía las cosas, pero mi padre jamás volvió, si lo hubiera hecho seguramente mi vida sería muy diferente pero no lo fue. Espere durante años que volviera mientras mi madre se reía de mi diciéndome que nos había dejado por algo mejor. Me canse de esperar a los diez años, estaba cansada de ilusionarme cada vez que veía un coche parecido al de mi padre, para que nunca terminara siendo él. Y ahora, ahora que tengo diecisiete años comprendo que pasaba. Mi estaba enferma, pero no era como yo creía de niña, ella no había cogido un virus que no se curaba, ella había decidido estar enferma, ella decidía cada día seguir atada al alcohol y no dejarlo por sus hijos. Mi madre jamás trabajo, con los años tuvimos que irnos de nuestra casa a un apartamento mucho más pequeño, mientras ella gastaba el poco dinero que teníamos en beber, o mientras se empezaba a relacionar con gente indeseada, que le daba alcohol y drogas, mientras que yo cuidaba de mis hermanos, empecé a trabajar a los once años, de niñera, paseando a perros, fue lo que fuera me servía para ganar unos pocos dólares para dar de comer a mis hermanos. Las cosas se iban haciendo más complicadas con los años, mi madre cada vez bebía y consumía más, cada vez yo tenía más responsabilidades, no solo era el hecho de que tener que cuidar a mis hermanos, había veces que mi madre no aparecía por casa en semanas, y yo tenía que falsificar su firma para todo, para pagar las facturas, para firmar cosas del colegio. La lectura fue una cosa que me ayudo mucho durante esos años, si había algo bueno que me dejo mi padre, lo único bueno que hizo por mi fue dejarme su colección de libros y era eso de las únicas cosas que me había permitido conservar de él, la mayoría de las cosas las vendí al mudarnos al piso para tener dinero y porque no necesitábamos tantas cosas en un piso tan pequeño. Pasamos de una casa de cinco habitaciones a un piso de dos, era bajar mucho el nivel pero los gastos en una casa propia en un  barrio residencial eran demasiado, y vivir en piso de alquiler era mucho más barato, era menos complicado manejar a dos niños en una casa de cincuenta metros cuadrados que en una de doscientos. La vida me había hecho madurar demasiado rápido, fue algo demasiado complicado para mi afrontar las cosas que viví y no poder permitirme jugar con muñecas hasta los doce años pero estoy muy segura de que no cambiaría nada de mi vida, por el simple hecho de que tenía a mis hermanos en mi vida y a las personas que me importaban.

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