Capítulo 3

1332 Words
Eriel Mi hermoso auto se pierde de mi vista, observo mi celular y de una vez enciendo el GPS, a donde vaya la encontraré. —¿Por dónde se fue? —La pregunta me trae de vuelta a la realidad. Observó que el viejo camina hacia donde me encuentro rodeado de varios hombres. Se cree poderoso, poderoso soy yo que mataría a todos sus hombres en un pestañeo, no me he oxidado, mi rutina diaria de ejercicios me mantiene activo, agréguenle el cardío extra que realizó en cada cogida. —¿Por dónde se fue O’Neill? —Pregunta por segunda vez como si yo fuese su maldito empleado, este viejo está provocando mi furia y eso no le conviene a nadie. Sonrió con cinismo, porque ser cínico es mi mayor orgullo. Elevo una de mis cejas, actuaré como si estuviera verdaderamente enojado por la ofensa de su hija. —Supongo que pregunta por la señorita que se robó mi auto. —En realidad quiero una sola cosa ir por ella y darle unas buenas nalgadas, su insolencia me hace desearla, es como pocas elevo mis ganas de poseerla. Diría que es única. El viejo abre los ojos en demencia, su rostro enrojece. —Se fue hacia allá —Señaló el lado contrario, no la encontrarán, por lo menos no antes que yo lo haga. —Disculpa por lo que hizo mi hija —Aquí actuaré yo, me gusta arrinconar las presas antes de cazarlas. —Señor socio… —No me acuerdo del bendito apellido —Su hija deberá disculparse personalmente en una cena, se robó un automóvil de tres millones de dólares, no obstante, es mi favorito, bien pudiera ir y denunciar a la policía. —Señaló la cámara que filma la entrada de la ópera. —Allí quedó filmado como su pequeña arrancó las llaves de mi mano y huyó del lugar. —El viejo empieza a sudar. Su cara de culo se desfiguró. —Se acabaría la sociedad que recién empieza ¿Quiere usted eso? —Le diré una cosa: la sociedad no me importa tanto como mi auto, fue hecho especialmente para mí. —Me encojo de hombros. —Le prometo que mi hija se disculpara, si es por el dinero, de inmediato se los doy en efectivo —Eso llamó mi atención ¿Quién tiene tanto dinero en efectivo? Sé leer a las personas y este turco no es un empresario cualquiera. —Mi auto no se encuentra a la venta, espero su llamada. —Lo dejé atrás, solamente deseo ir por un taxi y seguir a la rebelde turca. Como es de esperarse, conseguí un transporte bastante rápido. —Quiero que siga esta ruta —El chico me observa —Muévete te pagaré el doble —Como cuán caricatura, sus ojos brillaron y estúpidamente imagine el signo del dólar dibujado en ellos. Media hora anduvo de un lugar para otro hasta que la chiquilla se estacionó, lo hizo en un club, uno muy exclusivo. Cumplí mi palabra al cancelar doble y con propina. Efectivamente, mi camioneta se encuentra parqueada, rogaré que se encuentre en el lugar, Intentó ingresar y me detienen —Lo lamento, este club es exclusivo para jóvenes —El maldito me ofende, no soy un viejo, solo un hombre con experiencia. —Saqué un fajo de billetes de cien dólares —¿Estos viejos si pueden pasar? —Pregunte con tranquilidad. Lo tomó de inmediato, quitó la cinta roja —Bienvenido —Sostengo su mano. —Tienes mucha suerte —Aprieto con fuerza arrodillado al imbécil —Este viejo hoy está de buen humor —Las lágrimas emergen y un quejido de dolor me hace reír. Suelte a la pobre víctima. Lo miré con arrogancia y camine hacia dentro del club, la música desenfrenada y la multitud me exasperaron, busque con la mirada de un lado a otro y la algarabía que tiene la turca es sin igual, se encuentra en la barra, bailando con los brazos abiertos, su vestido se mueve, o por lo menos lo que quedo de él, ya que no lleva la tela que le colgaba de las mangas haciéndola lucir como una mariposa, tiene los ojos cerrados, baila como si no hubiese un mañana, los chicos a su lado la aplauden y el idiota que sirve los tragos se babea por mi turca. Se empina una botella por completo, me acerco al ver la intención de dos chicos subirse a bailar con ella, cosa que sucede de inmediato, hacen un emparedado y ella queda en el medio, uno se sobre pasa y ella lo lanza de la barra cosa que me causo risa, el otro decide bajar por sí solo —Nadie me toque o les parto la botella en la cabeza —Grita furiosa. Una brillante idea se me ocurrió, filmó el momento donde la bella señorita baila y bebe como camionero sediento. Camino con la mirada fija en ella, apartó a todas esas Hienas que la acechan, bebió la última gota de licor, en un giro pierde el equilibrio, me apresuro a sostenerla, cae en mis brazos, grita y abre los ojos al verme, me da un golpe con la botella por la cabeza —Mierda... —Me quejo —Te robas mi auto, me insultas y ahora quieres partir mi cabeza. —¿Vejestorio? —Hipea y su aliento huele a alcohol barato. —¿Viniste por mí o por tu auto? —Toca mis labios acentuando mis ganas de comerme ese rico pastelillo. Muerdo su dedo —Vine por ambos, quería darte un par de nalgadas ladronzuela, pero tú estás más muerta que viva. — Camino con ella hacia la salida. —Auchs, no me muerdas, no te robe, lo pedí prestado sin decirte antes —Su mirada se cruza con la mía, sus labios son una tentación latente. Me carcajeo ante su excusa creativa. —¿Maldición dónde están las llaves? —preguntó con serenidad. —Búscalas, quizás las encuentres en mis pechos o en otro lugar. —Mi corazón se aceleró, es realmente hermosa, así toda desaliñada como se encuentra, su piel adornada con diminutas perlas de sudor me hace una insinuación, así la quiero, sudada, pero no por bailar, sudada por follar con un vejestorio que la hará gemir como nunca lo ha hecho. Su cabello aún conserva su moño alto, pero algunas hebras lacias se pegan a su frente y cuello. —¿Dónde están las llaves malcriada? —Pregunté por segunda vez, soné irritado y ella sin remedio buscó en su pequeño escote, extrayendo las llaves, se burla en mi propia cara. —Solo tenías que buscar. —Es tan cínica como yo, sonríe con gracia, ignoró su comentario, abrí la puerta y posé su lindo culo en el asiento del copiloto. Rodeo el auto, al subirme la miré. —No me lleves con mi padre, no me casaré, lo he evitado por muchos años, esta vez no será la excepción. —¿Por qué tendrías que casarte? —Pregunte lleno de curiosidad. —Tradiciones de la familia, me comprometieron antes de nacer. —Apreté el volante con fuerza, mis nudillos se tornaron blancos, no tengo ni idea porque me molesta tanto. —Tradiciones que no estoy dispuesta a cumplir. —Sin duda es más rebelde de lo que imagine. —¿Cómo te llamas ladronzuela? —Sonríe y me observa extendiendo su brazo. —Emine ¿Y tú vejestorio? —Toma mi mano. —Eriel ladronzuela. —Nos observamos por un largo minuto hasta que las arcadas la invaden, de esta manera acabando con el momento, la malcriada vomita mi auto como una bestia. —Maldita sea —Me acerco para ayudarla y no se ahogue con sus propios desechos y termine bañado en vómito. —Estas me las cobraré. —Reprocho y ella sonríe. —Huele asqueroso, tu encanto de princesa turca se fue a la mierda. —Gruño asqueado, lleno de vómito y fascinado por esta mujer.
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