—Yo tampoco —dijo Mary, mientras miraba la casa de Donald.
—Bien, quizás las apariencias engañen, vamos, entremos de una vez, que ya es de noche, y hace frio —dijo Anna, mientras caminaba hacia la puerta de la casa de Donald.
—Vamos, entremos rápido —dijo Esperanza, mientras caminaba detrás de Anna.
—Recuerden que las que tienen que llamarlo debe ser Anna o María, si no sabrá que estamos aquí con ustedes —dijo Teresa.
— ¿Tan estúpida te parezco para cometer tal error? —pregunto Anna.
—No quieres oír la respuesta —dijo Teresa.
El grupo de Mary, camino hasta llegar a la entrada del jardín de Donald, y Anna, a penas llego, empezó a llamar a Donald a gritos, una y otra vez, y cada grito era más fuerte que el anterior.
Pero a pesar de eso Donald, no salió a abrirles.
— ¿Qué le pasa a ese idiota? Si se olvidó de recibirme, lo voy a matar —dijo Anna, antes de llamar una vez más.
—No creo que se le haya olvidado… ¿Verdad? —murmuro María, con algo de duda en su voz.
— ¡Donald! ¡Donald! ¡¡¡Donald!!! —grito Anna, una y otra vez.
—Anna —dijo Mary, mientras miraba Anna, y evitaba que siguiera gritando.
— ¿Qué? ¿Qué sucede? —pregunto Anna.
—Sabes… aquí justo al lado de la puerta… hay un timbre —dijo Mary, mientras señalaba el timbre, que estaba justo al lado de la puerta, tal y como lo había dicho Mary.
Cuando Anna, vio el timbre, al lado de la puerta, se sonrojo levemente, antes de mirar con enojo a sus amigas, las cuales no sabía si le habían hecho a propósito lo que acaba de ocurrir o no.
—Ustedes… ¿Por qué no me dijeron que había un timbre aquí al lado? ¿Por qué me dejaron gritar como una estúpida?
—Yo no lo había visto —dijo María.
—Yo… pues… quería ver que tanto te ibas a avergonzar —dijo Teresa.
Los constantes gritos de Anna, incluso habían alertado a los vecinos de Donald, y algunos de ellos habían salido para ver qué pasaba, y cuando lo hicieron vieron a Anna, gritar un y otra vez por Donald.
Hubo incluso algunos vecinos… que le gritaron a Anna que se callara, y lo que se ganaron fueron un par de insultos de Anna como respuesta.
—Yo tampoco lo había visto hasta ahora… estaba, muy pendiente de ti —dijo Mary, mientras miraba a Anna.
Poco después de que Mary, dijera estas palabras, todas ellas escucharon un ruido, y lograron ver, como Donald, salía de su casa, y caminaba hacia el jardín, obviamente para abrirles la puerta, pero cuando vio a todo el grupo de Mary, se quedó congelado allí mismo.
Donald, estaba vestido con una bata de baño, y tenía el cabello mojado, al igual que algunas partes de su cara, era obvio que recién salía del baño.
— ¿Qué… que hacen todas ustedes aquí? —pregunto Donald, en cuanto recupero el habla.
— ¿Qué hacemos aquí? Tú nos invitaste ¿Recuerdas? —dijo Anna.
—Pero no a todas ustedes —dijo Donald.
—Pues, es como dice el dicho, si invitas a una, invitas a todas —dijo Anna.
— ¿Qué dicho? ¿Nunca lo eh escuchado en mi vida? —dijo Donald.
—Lo acabo de inventar, es mío ahora, ¿Y cómo es eso de que nunca lo has escuchado? Te lo acabo de decir hace algunos momentos —dijo Anna.
— ¿No nos vas a dejar entrar? —pregunto Isabel, mientras miraba de forma amenazante a Donald.
—Sabes que no es caballeroso, dejar a un grupo de mujeres indefensas en la calle y en medio de la noche —dijo Anna.
— ¿Indefensas? —murmuro Donald, mientras recordaba de forma inconsciente, el alboroto que le hicieron pasar en la casa de Anna, alboroto por el cual, todos ellos terminaron en la cárcel.
— ¡Si indefensas! Ahora, ¿Nos vas a abrir o no? —pregunto Anna, mientras miraba fijamente a Donald.
—Está bien, está bien, de todas formas ya están aquí —dijo Donald, mientras caminaba para abrirles la puerta del jardín, al grupo de Mary.
—Yo sabía que no te negarías —dijo Anna.
—Por cierto ¿Qué fue ese escándalo de hace poco? Incluso molestaste a los vecinos ¿No ves que hay un timbre aquí al lado? —dijo Donald, mientras señalaba el timbre, justo después de abrir la puerta del jardín.
—Tú… ¡Tú no eres quien para decirme eso a mí! Además ¡¿Por qué tardaste tanto tiempo para abrir la puerta?! Incluso pensé que te habías olvidado de mí —dijo Anna.
— ¿No ves que estaba… ocupado? —dijo Donald, aunque con una voz dudosa, cuando dijo la última palabra.
— ¿Ocupado? —dijo Anna, mientras miraba fijamente a Donald.
—Sí, ocupado, estaba bañándome con… estaba bañándome, me hiciste interrumpir mi baño —dijo Donald.
—Perdóname mi niña, no sabía que los baños era tan importantes para ti, por Dios Donald, pareces una mujer cuando te pones así —dijo Anna.
—Como sea, entren —dijo Donald, mientras caminaba para entrar a su casa.
—Por fin, vamos —dijo Anna, quien caminaba justo atrás de Donald.
El grupo de Mary, camino rápidamente, para entrar a la casa de Donald, pasando atraves de su jardín, el cual tuvieron que admitir todas, que se veía bastante bien.
Cuando el grupo de Mary, por fin entro en la casa, lograron ver cómo era está en el interior, y nuevamente no era como lo imaginaron, había muebles por todas partes, y una gran televisión en la sala, también había una computadora de mesa, cerca de esa televisión y se veía de última tecnología, también había muchas otras cosas, vieron también, una escalera que conducía al segundo piso de la casa, parecía la casa de una familia acomodada, y de altos ingresos, pero no la casa de un multimillonario.
—Cielos Donald, tú casa no es lo que me imagine, ni por dentro ni por fuera —dijo Anna, poco después de entrar.
— ¿Qué tratas de decir con eso? —pregunto Donald.
—No lo sé, supuse que para alguien con tanto dinero, tener una casa enorme y lujosa y con todo tipo de cosas, sería lo más natural —dijo Anna.
—Esta casa ya es lo suficientemente grande para una sola persona, y además, tengo todo lo que podría necesitar aquí, ¿Para que necesitaría más? —pregunto Donald.
—Dios, ¿Incluso eres tacaño contigo mismo? —dijo Anna, mientras miraba a Donald, con un expresión algo lastimosa.
—No soy tacaño, es solo que… no eres rico por malgastar el dinero, ¿Para qué gastar dinero en cosas innecesarias?
—Dilo como quieras, lo cierto es que eres un tacaño, y no lo puedes ocultar —dijo Isabel, mientras se acercaba a Donald.
—Ustedes —dijo Donald, antes de que un ruido lo interrumpiese.
—Donald, ¿Cuándo vas a volver a la ducha? —pregunto una mujer, que estaba medio desnuda, mientras bajaba las escaleras que conducían al segundo piso de la casa.
Pero cuando esta mujer, vio al grupo de Mary, se detuvo de forma abrupta, mientras miraba a todas las chicas, las cuales, al oír su voz, giraron al mismo tiempo sus miradas, para verla fijamente.
Esta mujer, era algo alta, debía medir al menos un metro setenta de altura aproximadamente, su cabello era n***o y su piel blanca, su pecho era relativamente grande, y su cuerpo tenia curvas, en resumen, esta mujer era bastante atractiva, no importa porque lado la mirases o en qué lugar.
Cuando el grupo de Mary, salió de su aturdimiento de ver a esta mujer, todas ellas procesaron las palabras que había dicho anteriormente, las cuales involucraban a Donald.
Al mismo tiempo en que hacían esto, también paso por sus cabezas, de forma repentina, el hecho de que Donald, tardara tanto para abrirles la puerta, y el hecho de que saliera en bata de baño, y con su cuerpo algo mojado.
No se necesitaba ser un genio, para saber… que era lo que había pasado.
Cuando todas ellas se dieron cuenta de esto, todas miraron a Donald fijamente, mientras este les devolvía la mirada, pero sus ojos estaban en blanco.
—Donald, ¿Quién son estas mujeres? —pregunto la mujer de cabello n***o, mientras alternaba su vista entre el grupo de Mary, y Donald.
—Si Donald, ¿Quiénes somos? —dijo Anna.
—Ellas, ellas son mis amigas —dijo Donald.
— ¿Y qué hacen aquí a estas horas en tu casa? —pregunto la mujer de cabello n***o.
—Pues… ellas —murmuro Donald, sin saber que responder.
—Nos vamos a quedar aquí hoy —dijo Isabel.
— ¿Todas ustedes? —dijo la mujer de cabello n***o, mientras miraba sorprendida al grupo de Mary.
—Sí, todas nosotras, Donald nos invitó amablemente, ¿Verdad Donald? —dijo Anna, mientras miraba a Donald.
—Si… es cierto… más o menos —dijo Donald, mientras suspiraba.
— ¿Mas o menos? —murmuro la mujer de cabello n***o.
—Donald ¿No nos vas a presentar adecuadamente? —pregunto Esperanza, mientras miraba a Donald.
—Bien, es cierto, ella es mi… novia, se llama Valentina, Valentina, ellas son mis amigas, Anna, María, Isabel, Mary, Esperanza, Sarah y Teresa —dijo Donald, mientras alternaba su mirada entre el grupo de Mary y Valentina.
—Mucho gusto, soy la novia de Donald, es un placer —dijo Valentina, mientras terminaba de bajar las escaleras y alzaba su mano para saludar al grupo de Mary.
—Mucho gusto —dijo Anna, en respuesta.