— ¿Qué piensas? ¿Cuál deberíamos escoger? —pregunto Mary, mientras le mostraba un par de fotos a Donald.
—Para mí todas ser ven iguales —dijo Donald, mientras veía las fotos.
—No son iguales, ese es rojo y el otro es escarlata —dijo Sarah.
— ¿Hay alguna diferencia? —pregunto Donald.
— ¡Claro que sí! —dijo Sarah.
— ¿Por qué todos los hombres son iguales? —dijo María.
—Anna e Isabel ya vienen… ellas nos ayudaran más que este tonto —dijo Sarah.
—Oye, ¿Qué hombre puede ver la diferencia entre rojo y escarlata? Ambos son iguales.
—Solo para un tonto, eh conocido hombres que notan la diferencia —dijo Sarah.
— ¿Eran gays verdad? —pregunto Donald.
— ¡Obvio que… no! —dijo Sarah.
— ¿Entonces por qué dudaste por un segundo? —dijo Donald, antes de que el sonido del timbre lo interrumpiera.
—Esas deben ser Anna e Isabel —dijo Mary.
—Por fin llegaron —dijo Sarah.
—Voy a abrirles —dijo Mary, mientras se levantaba y continuaba escuchando como Donald y Sarah seguían discutiendo.
Los cuatro, anteriormente estaban decidiendo los colores que se utilizarían para la boda, originalmente, de eso se encargarían únicamente Mary y sus madrinas, pero Donald insistió en participar.
Debido a esto, el grupo le dio para que escogiera algunas cosas, pero ninguna de sus elecciones le agradaba al grupo de Mary, sobre todo porque en varias ocasiones, Donald ni siquiera sabía distinguir un color de otro, a pesar de que eran diferentes, él insistía en que eran iguales.
Ya sean arreglos florales u otras cosas, sus elecciones no iban acordes con las que Mary y su grupo habían elegido, y francamente estaban tratando de que desista de su empeño en participar en los arreglos de la boda.
Pero todavía no tenían éxito.
— ¿Llegamos tarde? —dijo una mujer, de cabello rubio, y ojos castaños, poco después de que Mary abriera la puerta.
—No Anna, llegan a tiempo, tú hermana se encuentra discutiendo con mi novio por los colores —dijo Mary, mientras les hacía señas a las dos mujeres para que pasaran.
— ¿Otra vez? ¿Cuántas veces han peleado hasta ahora? —pregunto una mujer de piel morena, y cabello n***o, mientras entraba a la casa.
—No lo sé… varias, todavía no hemos podido hacer que Donald deje de participar en los arreglos —dijo Mary.
— ¿Por qué simplemente no le dices que no quieres que él haga nada? —dijo Isabel.
— ¿De verdad me estas pidiendo que le diga a mi prometido que no puede participar en los arreglos de su propia boda? —pregunto Mary, mientras miraba a Isabel.
— ¿Por qué no? Hay una regla no escrita en las bodas, y esa es que el hombre lo único que tiene que hacer en una boda, es asistir y ya… del resto se ocupa la novia —dijo Anna.
—Como sea, no le voy a decir eso, es un lindo detalle que se interese en los preparativos a diferencia de otros hombres que no les importa —dijo Mary.
—Pero aun así estas tratando de presionarlo para que deje de involucrarse —dijo Anna.
—Una cosa es que me guste que quiera participar… otra muy distinta es que me guste su participación.
—Te estás contradiciendo a ti misma ¿Lo sabías? —dijo Anna.
—No, es similar a cuando te gusta que tú hijo se ofrezca a lavar los platos, pero termina haciéndolo mal, te gusta que se haya ofrecido, pero no te gusta lo que hizo, mi situación es algo similar.
—Bien, ya estamos nosotras aquí, pronto Teresa debería llegar, si las seis presionamos al mismo tiempo a Donald… quizás se dé cuenta de que no queremos que se involucre en los preparativos —dijo Isabel, mientras caminaba hacia la cocina.
—Veamos si este tonto se da cuenta cuando no lo quieren —dijo Anna.
Mary, mientras veía a Anna e Isabel caminar hacia la cocina, donde María y Sarah le hacían la guerra Donald, empezó a cerrar la puerta de su casa, antes de que un gemido de dolor la sorprendiera.
—Me aplastaste el dedo pequeño del pie —dijo una mujer de piel blanca, y cabello n***o, mientras se tocaba su pie derecho.
—Perdón Teresa, no te vi —dijo Mary, de forma apresurada, al darse cuenta de lo que había hecho.
—De eso ya me di cuenta.
— ¿Cuándo llegaste? —pregunto Mary.
—Llegue mientras terminabas de hablar con Anna e Isabel —dijo Teresa, mientras caminaba cojeando hasta sentarse en una silla cercana.
—Perdón, pero tienes que avisar cuando llegas —dijo Mary.
—Y tú tienes que ver si no hay nadie en la puerta, diablos, cambiando de tema… ¿Donald por fin ya dejo meterse con la boda?
—No, todavía no… estamos tratando de que se vaya voluntariamente —dijo Mary.
—Bien, con nosotras seis, si no entiende el mensaje entonces es demasiado tonto o se hace el tonto —dijo Teresa, mientras se levantaba y caminaba a la cocina.
— ¿Esperanza, no va a venir? —pregunto Mary.
—No, tuvo que llevar a su hijo a la escuela, el tonto de su esposo se quedó dormido, y tuvo que ir de forma apresurada al trabajo —dijo Teresa, mientras entraba a la cocina.
Mientras Mary, veía a Teresa caminar, giro su vista para ver que no hubiese nadie cerca de la puerta, antes de cerrarla y caminar hacia la cocina para reunirse con sus amigas y con Donald.
Durante la siguiente hora, el grupo de seis, compuesto por Mary y sus cinco amigas, le hicieron una guerra silenciosa Donald, cada vez que él sugiriera algo, las seis de inmediato se pondrían en contra de dicha sugerencia, cada vez que le daban a escoger alguna cosa, criticaban su decisión, sin mencionar que lo miraban con ojos gélidos cada vez que abría la boca para dar alguna opinión.
Con el tiempo, Donald, pareció sentir algo, y empezó a arrugar sus ojos y a fruncir el ceño.
Pero Donald, continuo perseverando, tratando de imponer sus decisiones, pero el grupo de seis de Mary, entre todas juntas, lo presionaron hasta el punto de quiebre.
— ¿Ustedes no me quieren aquí verdad? —pregunto Donald, de forma abrupta, y mientras miraba a Mary.
Cuando Mary, se encontró con la mirada de Donald, se sintió culpable por alguna razón, y trato de responder.
—Pues… pues claro que te queremos aquí —dijo Mary.
—Pero si no vas a aportar nada útil… sería mejor que te vayas —dijo Isabel.
Cuando Mary, escucho las palabras de Isabel, la miro con algo de enojo por decir las cosas de forma tan ruda, pero esta última simplemente la ignoro.
—Bien… iré donde si me aprecien —dijo Donald, mientras se levantaba de forma abrupta, y caminaba para irse del lugar.
—Sarah, ¿Tu novio está en el bar? —pregunto Mary, mientras miraba a Sarah.
—No, ¿Por qué lo preguntas? —dijo Sarah.
— ¡No puedes ir al bar con los chicos! —dijo Mary, mientras giraba su cabeza, en la dirección donde Donald, se había marchado.
— ¡Maldición! —grito Donald, mientras abría la puerta para salir.
—Bien, ahora que el molesto se fue…
—No lo llames así Anna —dijo Mary.
—Bien, ahora que Donald se fue, vamos a lo nuestro, tenemos poco tiempo para lograr que todo quede perfecto, y Donald nos ha quitado mucho tiempo —dijo Anna.
El grupo de Mary, poco después de la partida de Donald, empezó a revisar varios libros gruesos que tenían en sus manos, así como también empezaron a hacer llamadas en sus teléfonos, en distintas ocasiones.
Quedaba alrededor de dos semanas y media para la boda aproximadamente, y había muchas cosas por hacer, así que Mary y sus amigas estaban ajetreadas.
Habían ocurrido algunos problemas en los días recientes, algunos encargos se retrasaron, otros llegaron en malas condiciones o en un estado no apto, por lo que tuvieron que ser devueltos para su arreglo.
Mary, no había tenido tiempo libre para volver a leer el diario de Donald, pero todavía ese libro aún estaba fresco en su mente, y trataba de encontrar tiempo para leerlo a solas.
Pero esto era más difícil de lo que espero, el trabajo, la boda, sus amigas… su prometido, había muchas cosas que le impedían leer el diario en privado sin que nadie se diera cuenta, pasando varios días desde la última vez que lo leyó.
Ya estaba anocheciendo cuando sus amigas por sin fueron, habían pasado todo el día, arreglando los detalles de la boda, así como también buscando maneras de poder corregir las cosas que habían salido mal hasta ahora.
Después de despedir a sus amigas, Mary, busco casi de inmediato el diario de Donald, del lugar donde lo había escondido para que nadie lo encontrara excepto ella, estaba agotada y quería dormir, pero si lo dejaba para otro momento, no sabría cuando tendría tiempo libre y a solas para leerlo una vez más.
Así que tenía que aprovechar, cualquier momento libre y privado que tuviera para poder leer el diario.
Mary, después de tener el diario en sus manos, se sentó en el sofá de la sala de estar, y empezó a leer una vez más.
Ella no sabía que encontraría esta vez, y francamente le asustaba seguir leyendo, pero quería saber que más había hecho Donald, sus sentimientos por él, a pesar de descubrir lo que había hecho, aún no habían cambiado, años de relación no es algo que se pudiera romper por solo un par de días de lectura.
Pero aun así, ella había perdido algo de la confianza que había tenido previamente en él, y le asustaba pensar que si seguía leyendo el libro, las acciones que él había hecho, terminaran haciendo que el amor que ella sentía por él, se fuera.
Mary, abrió el libro, y empezó a leer, esta vez, los eventos había avanzado, y ahora hablaba sobre su cumpleaños, en el cual todos sus amigos asistieron… incluyendo su novio de entones, Miguel.
— ¡Feliz cumpleaños! —dijo Sarah, un instante después de que Mary, le abriera la puerta de su casa.
—Ya era hora, pensé que no vendrían —dijo Mary, mientras saludaba a Sarah, la cual estaba junto con una mujer de piel morena, y cabello n***o, de constitución esbelta y pecho amplio.
—Esperanza me demoro en el camino, no sabía que ponerse —dijo Sarah, mientras entraba por la puerta, pasando justo al lado de Mary.
—No era necesario que dijeras eso —dijo Esperanza, quien entro poco después junto con Mary.
—Ya lo dije, ¿Qué importa? —dijo Sarah.
— ¿Saben si Donald va a venir? —dijo Mary, mientras cerraba la puerta, y caminaba junto con Esperanza y Sarah.
—Él dijo que vendría, pensaba que ya estaba aquí —dijo Sarah.
—Quizás se demoró por alguna razón —dijo Esperanza.
—Espero que no sea por las mismas que tú, si es así nunca llegara —dijo Sarah.
—Cállate.
—Ya paren las dos —dijo Mary, mientras llegaba junto con Esperanza y Sarah, a la sala de estar de su casa.
En la sala de estar, se encontraban reunidas un grupo de personas, Anna, Isabel, Teresa, María, y el novio de Mary, Miguel, se encontraban los cinco sentados en los muebles de la sala de estar, junto con otras dos mujeres y un hombre.
Estas personas eran los primos de Mary, quienes habían venido a felicitarla por su cumpleaños.
— ¿Tus padres no van a venir Mary? —pregunto Sarah.
—No, se les presento un inconveniente, así que solo me felicitaron por teléfono.
— ¿Qué clase de inconvenientes podrían presentárseles para que no asistan al cumpleaños de su propia hija? —dijo Esperanza.
—Tendrán sus razones —dijo Mary.
— ¿Trajeron la carne? —pregunto Anna, levantándose para encontrarse con Sarah y Esperanza.
— ¿No vas a saludarnos primero al menos? —pregunto Esperanza, al ver a Anna.
—Hola, como están, me alegro que hayan llegado, ¿Feliz? —dijo Anna.
—Dilo como si fuese verdad —dijo Esperanza.
—No me jodas, solo saca la carne para empezar a cocinar.
—Pídemelo por favor —dijo Esperanza.
— ¡Tú!