—Es suficiente Esperanza, tenemos hambre, las estábamos esperando porque ustedes se comprometieron a traer la carne —dijo María, mientras se levantaba.
—Bien, bien, empecemos a cocinar, tengo miedo de que me coman si no lo hacemos —dijo Esperanza.
—Por fin, Miguel, ven a ayudarnos a preparar todo —dijo Teresa, mientras se levantaba para ir a la cocina.
—Yo también ayudare —dijo Mary.
—No, tú eres la cumpleañera, quédate aquí mientras cocinamos —dijo Teresa.
Poco después de que Teresa, dijera estas palabras, se escuchó que alguien tocaba la puerta, mientras llamaba a gritos a Mary.
— ¿Quién es ese? —pregunto Miguel.
—Por fin llego —dijo Sarah.
—Es Donald, pero… ¿Por qué no toca el timbre? —pregunto Mary.
Cuando Mary, lanza esta pregunta al aire, todos en la sala se quedaron callados, y miraron en dirección hacia la puerta.
— ¿En serio será tan idiota? —dijo Anna, mientras miraba la puerta.
—Iré a abrir —dijo Mary, ignorando las palabras de Anna.
Mary, después de decir estas palabras, camino rápidamente para abrir la puerta, mientras los gritos de Donald, resonaban cada pocos segundos.
Y así fue, hasta que por fin Mary abrió la puerta.
— ¡Por fin! ¡No me escucharon! —dijo Donald, mientras veía a Mary.
—Perdón, estábamos hablando allí adentro, pero Donald, ¿Sabías que justo al lado de la puerta hay un timbre? —dijo Mary, mientras señalaba el botón del timbre que se encontraba justo al lado de la puerta.
Cuando Donald, vio el botón del timbre, se quedó callado un instante, aparentemente sin saber que responder.
—Yo… no lo había visto —dijo Donald, con cierta vergüenza en su voz.
—Eso se nota, ven, entra, estamos a punto de empezar a cocinar —dijo Mary.
—Traje las salchichas y el pollo como me dijo Anna, aunque no sé por qué quiso que trajera tanto —dijo Donald, mientras entraba.
—A ella… le gusta comer —dijo Mary, mientras cerraba la puerta.
—Eso parece —dijo Donald, mientras caminaba hacia la sala.
—Por fin llegaste —dijo Anna, mientras caminaba hacia Donald.
Cuando Anna, llego junto con Donald, casi le quito de las manos, la comida que trajo para la fiesta, aturdiendo a todos los presentes, aunque a Anna no le importó esto último y continuo con sus acciones.
— ¿Por qué llegaste tan tarde? —pregunto Esperanza.
—Me perdí —dijo Donald.
— ¿Te perdiste? —dijo Mary.
—Sí, las direcciones que ustedes me dieron fueron confusas, termine dando vueltas por todo el lugar hasta que por fin vi esta casa que se parecía a sus descripciones.
— ¿Cómo pudiste perderte? Te dimos indicaciones claras —dijo Teresa.
—No, me dijeron los nombres de un montón de calles que no conocía, y termine preguntándole a cualquier persona que me encontré, donde demonios estaba… francamente no sé cómo llegue hasta aquí, creo que fue pura suerte.
—Dios, ¿Cómo puede ser tan tonto? —dijo Esperanza.
—Si me hubieran dicho las cosas de mejor manera, no hubiera terminado dando vueltas y quedando como un tonto frente a las personas a las que les pregunte por indicaciones.
— ¿Por qué quedarías como un tonto por eso? —pregunto Mary.
—Por qué… cuando ellos me daban los nombres de alguna calle para llegar hasta aquí, tuve que decirles que no sabía dónde quedaba la calle que me mencionaron, y así fue una y otra vez.
Cuando el grupo de Mary, escucho esto último, se quedaron mirando por un breve momento a Donald, quizás compadeciéndose de su vergüenza.
—Bueno, olvidemos eso, ven te presentare a alguien —dijo Mary, mientras tomaba de del brazo a Donald, y lo forzaba a caminar hacia algún lugar en particular.
El lugar donde Mary, llevo a Donald, era donde se encontraba Miguel.
—Este es Miguel, mi novio —dijo Mary, cuando Donald y ella, llegaron junto con Miguel.
—Mucho gusto, Mary me ha hablado mucho de ti —dijo Donald.
— ¿En serio? Ella también te ha mencionado muchas veces, es un gusto conocerte por fin —dijo Miguel, mientras alzaba su mano para estrechar la de Donald.
— ¿Cuánto Tiempo llevan…? —trato de decir Donald, antes de que un grito lo interrumpiera.
— ¡Coño, es suficiente! ¡Ya Donald llego, muy bien, y ya conoció a Miguel, muy bien, también, ahora podemos empezar a cocinar! —grito Anna.
—Santo Dios —dijo Mary, al escuchar los gritos de Anna.
— ¡Miguel, ven para que me ayudes a cocinar! —grito Anna.
—Sera mejor que vayas, sino me va a comer a mí —dijo Esperanza.
— ¿Quién querría comerte a ti? —dijo Anna.
—Yo lo haría, y con gusto —dijo Donald, mientras miraba de arriba abajo a Esperanza, y se lamia los labios.
—Que sádico —dijo Teresa, al ver a Donald.
—Si tienes tiempo para hacer eso, tienes tiempo para ayudarnos, ven para que ayudes también —dijo Esperanza, sin prestarle mucha atención a lo que hizo Donald.
El grupo compuesto por Anna, Esperanza, Teresa, Donald y Miguel, empezaron a cocinar juntos, y en algún momento, Donald, sugirió hacer la carne estilo parrillada, por lo que él y Miguel, se fueron juntos al patio de afuera de la casa, el cual estaba al aire libre, para hacer la carne con la parrilla.
Y mientras ellos, hacían esto, el grupo de Anna, continuo trabajando en la cocina, y una hora después, la comida por fin estaba lista.
Donald, y Miguel, llegaron juntos, trayendo consigo la carne que habían hecho, la cual fue tomada por Anna, la cual la junto con la comida que ella y las demás, habían hecho en la cocina.
Cuando todo estuvo listo, no fue de sorprender, que la primera en empezar a comer, fuese Anna, la cual ni siquiera pareció pensar en esperar al resto del grupo.
La tarde se fue rápida, y pronto llego la noche, el grupo continúo hablando y festejando, mientras que de vez en cuando, volvían a cocinar un poco de comida, para poder saciar el apetito de todos… sobre todo el de Anna.
Ya era la medianoche, cuando Teresa, llamo a Donald y Miguel, para que juntos, entretuvieran a Mary, mientras ella y Esperanza, se iban juntas, hacia algún lugar.
Donald y Miguel, llevaron a Mary, a un lugar algo alejado de la sala donde el grupo estaba reunido, utilizando una excusa que ambos sacaron de la nada, y los tres empezaron a hablar juntos, mientras Donald y Miguel, esperaban que Teresa les diera la señal para volver.
— ¿En serio ya obtuviste la nacionalidad Donald? —pregunto Mary, mientras miraba sorprendida a Donald.
Donald, había llegado a España, desde hace bastante tiempo, pero según ella sabía, todavía solo estaba como un residente sin nacionalidad, y no le sorprendía, ya que obtener una nacionalidad extranjera, era un proceso bastante difícil, que podría tomar incluso años.
Pero ahora, Donald, le había dicho que ya había logrado obtener la nacionalidad y ciudadanía española, y Donald no llevaba aun ni siquiera un año aquí en España.
El hecho de que lograra obtener la nacionalidad y ciudadanía tan rápido, la dejo sin palabras.
—Sí, no te estoy mintiendo Mary —dijo Donald.
— ¿Qué fue lo que hiciste para obtenerla tan rápido? Que yo sepa, eso no es usual —dijo Miguel, mientras miraba a Donald.
—No es tan difícil, si tienes lo medios para hacerlo —dijo Donald.
— ¿Los medios? —dijo Mary, mientras miraba a Donald.
— ¿Estás hablando de…? —murmuro Miguel, mientras miraba a Donald.
—Dinero… obviamente —dijo Donald.
— ¿Sobornaste a alguien para que te diera la nacionalidad? —pregunto Mary.
—Algo… así.
— ¿Algo así? ¿A qué te refieres con algo así? —pregunto Mary.
—Pues… —fue lo que dijo Donald, antes de ver, a Anna, a una considerable distancia de ellos, haciéndoles señas con las manos.
Obviamente, ya todo estaba listo, y ahora tenían que llevar a Mary, de vuelta a la sala.
—Me acabo de acordar que tengo que hacer algo con Teresa en la cocina —dijo Donald, mientras caminaba para ir de vuelta a la sala.
—Oye, no evadas mi pregunta —dijo Mary, mientras perseguía a Donald.
—No estoy evadiendo nada, Teresa nos pidió a mí y a Miguel que hiciéramos algo, pero lo olvidamos, ¿Verdad Miguel? —dijo Donald, mientras miraba a Miguel, y seguía caminando.
—Cierto… se nos olvidó, continuaremos la conversación después de hacer lo que Teresa nos dijo que hiciéramos —dijo Miguel, apoyando a Donald, mientras caminaba al lado de Mary.
—Bien, pero Donald, será mejor que me digas como… —fue lo que dijo Mary, antes de que un grito la interrumpiera.
— ¡Sorpresa! —gritaron, al mismo tiempo, el grupo de Teresa, al ver a Mary, llegar a la sala, junto con Miguel y Donald.
En la mesa, de la sala de la casa donde Mary celebraba su fiesta, junto con sus amigos y familiares, estaba un gran pastel, de tres pisos de altura, con la imagen de Mary, grabada en su cima.
El pastel, era de chocolate, ya que su color marrón, así lo demostraba, y tenía numerosas chispas de colores esparcidas en toda su superficie.
Se veía muy bien elaborado, y sobre todo… delicioso.
— ¿Quién lo hizo? —pregunto Mary, sorprendida de ver un pastel tan grande.
Que ella sabía, sus primos habían traído pastel, pero era solo uno simple, y Mary no le importó esto, ya que era una adulta, y solo los niños se quejarían porque querían un pastel más grande.
Pero ahora, veía un pastel de tres pisos de altura, muy bien elaborado según parecía en la superficie, obviamente esto la dejo bastante sorprendida.
—Donald fue quien lo encargo y lo compro —dijo Anna, mientras veía el pastel, pareciendo comerlo con los ojos.
— ¿En serio? —murmuro Mary, mientras giraba su vista para ver a Donald.
Que ella sabía, Donald, era alguien bastante… tacaño, muy rara vez se le veía gastar mucho dinero en algo, de hecho, en varias oportunidades, Mary y sus amigas en lagunas ocasiones en que salían con Donald, terminaban pagando lo que él consumió.
Debido a esto, el hecho de que Donald, haya comprado un pastel como este… con su propio dinero, la dejo estupefacta.
—Sí, yo lo encargue y lo compre —dijo Donald.
— ¿No me estas mintiendo? —murmuro Mary, mientras miraba con duda a Donald.
Le costaba creer que él, comprara algo que se veía tan caro para ella, incluso si este fuese su cumpleaños.
—Sí, ¿En serio estas difícil de creer que yo compre esto? —dijo Donald, mientras miraba a Mary, aparentemente ofendido por sus dudas.
—Pues… —murmuro Mary, mientras dudaba si respondía la pregunta de Donald, o no lo hacía.
—Obviamente que sí, llevamos varios meses conociéndote, y en ese tiempo lo más caro que nos has regalado, fueron unos caramelos baratos —dijo Anna, sin ninguna duda a diferencia de Mary.
—Y encima de eso, fueron unos que le compraste en oferta a un vendedor ambulante en un autobús —dijo Esperanza, mientras miraba a Donald.
—Pero… fueron comprados con la mejor intención del mundo, además, ¿En serio se van a quejar de algo que les regalaron? Agradezcan que recibieran algo gratis en vez de quejarse de lo que les dieron —dijo Donald.
—Donald tiene razón, la intención es lo que cuenta —dijo Miguel, aparentemente en un intento de apoyar a Donald.
—Una cosa es la intención, pero otra cosa es la tacañería, ya perdí la cuenta de cuantas veces nosotras te hemos regalado cosas, y tú lo único que nos has dado fueron unos estúpidos caramelos comprados en una autobús… y encima de eso lo compraste porque estaban en oferta —dijo Anna.
—Oigan, ustedes no me han regalado nada, compraron comida para ustedes, y simplemente me dieron una miseria de lo que tenían, eso no cuenta como regalo —dijo Donald.
—Si cuenta, si lo hemos hecho como cien veces —dijo Esperanza.
—Tan poco exageres tanta mujer, yo no las obligue a que me dieran nada —dijo Donald.
—No, simplemente, cada vez que teníamos algo de comida con nosotras, extendías la mano, y nos hacías gestos para que te diéramos, ¿Qué íbamos a hacer? ¿Dejarte con las manos vacías mientras nos mirabas con ojos de perrito triste? —dijo Anna.
—Pero de todas formas lo hicieron por que quisieron —dijo Donald.
—Muy bien, ya terminemos con eso, todas sabemos que Donald es tacaño y un tragón, pero tan poco lo resaltemos tanto o lo haremos quedar mal —dijo Mary, tratando de terminar la discusión.
Ella, no sabía cómo la conversación, había terminado girando hacia ese tema en particular, pero era mejor no continuar con él.
—Gracias Mary, aunque no sé si también me estabas criticando o apoyando —dijo Donald.
—Pero aun así, Donald, ¿Por qué compraste un pastel como este? ¿Por qué no uno más simple? —dijo Mary.
Cuando Donald, escucho la pregunta de Mary, se quedó viéndola fijamente, pero fue solo por un instante, así que nadie noto nada en el momento.
—Pues… este era el primer cumpleaños al cual asistía como parte del grupo, así que quería que fuese algo especial, y esto fue lo primero que se me ocurrió —dijo Donald, aunque con algo de vergüenza notable en su voz.
Cuando el grupo de Mary, escucho estas últimas palabras de Donald, se quedaron en silencio un breve instante, mientras se le quedaban viendo fijamente.
—Eso fue… muy tierno —dijo María, rompiendo el breve silencio, que se había hecho después de las palabras de Donald.
—Oye Donald, mi cumpleaños no está lejos, también deberías comprar un pastel como este para hacerlo “especial” —dijo Anna, sin que nadie supiera si sus palabras solo eran una broma hacia Donald… o si de verdad hablaba en serio.
—Ya quisieras, ya lo hice una vez, una segunda vez sería tonto, además todo el mundo sabe que la segunda vez no causa tanta emoción como la primera.
—Pero le regalaste una a Mary, ¿Por qué a mí no? —dijo Anna.
—Ya que estamos hablando de eso, mi cumpleaños viene después del de Anna, ¿A mí no me vas a regalar un pastel como este? —dijo María.
— ¿Y a nosotras? —dijeron Teresa, Esperanza, Sarah e Isabel, casi al mismo tiempo, y a pesar de que sus cumpleaños ya habían pasado.
— ¡Ustedes ya cumplieron años hace meses! Dios, por esto fue que dude si hacer este regalo o no, no quería que se mal acostumbraran a que siempre esperaran esto de mí.
—Y aquí ha vuelto el tacaño de siempre —dijo Anna, mientras se burlaba de Donald.
—Ya es suficiente Anna —dijo Mary.
—Solo estoy bromeando —dijo Anna.
—Como sea, gracias Donald, me gustó mucho el pastel —dijo Mary, antes de besar la mejilla de Donald.
—De nada, aunque no esperes que esto vuelva a pasar, no quiere que se repita una escena como esta una vez más —dijo Donald, mientras miraba de reojo a Anna y a las demás chicas.
—Tacaño —dijo Anna.
—Descuida no lo hare, además, tú no eres la persona que me tendría que dar este tipo de regalos —dijo Mary, mientras miraba a Miguel.