NIKO  Apoyo la cabeza contra la pared, anhelando dármela de lleno en ella. Golpearme cientos de veces hasta sangrar, tras reconocer las incesantes huevadas que le dije a la tímida rubia., la constante damisela en apuros. > ¡Yo no soy hombre impulsivo!, nunca necesité de impulsos para conquistar a una mujer. Simplemente si me gusta, la tengo, y punto. Sin tanta complicación, pues así es el mundo: directo, frontal, efectivo. —¡Pero qué idiota! —Me reprendo luego de verla desaparecer por el pasillo. Genuinamente, un imbécil. Un tonto mujeriego que menciona mordidas, como quién se devora una tarta. O insinuaciones de juegos entre gato y ratón., o jefe y empleada cuándo lo cierto es que la cohibida ricitos de oro se está convirtiendo en mi objetivo fijo. Ella que desde hace un

