—No... No me digas eso. —Susurro quitando de un jalón apresurado la mano de sus garras cálidas y suaves. —¿Sigues poniéndote nerviosa Rapunzel? —Pregunta entre dientes., percatándose de que las miradas atentas se posan en el gerente y la idiota secretaria, bajo una distancia para nada prudencial cuánto al esquema laboral refiere. —Pero tranquilita... —Concilia finalmente separándose, permitiéndome respirar con normalidad. —No pretendo causarte incomodidad. —Se cruza de brazos y la tela fina azul marino marca de una forma atrapante los músculos bien trabajados de sus extremidades. —Te morderé únicamente con tu consentimiento, algún día de éstos. —Añade guiñándome el ojo. —Nicolas —,interrumpe el accionista tanteando los dedos sobre la mesa de cristal alargada, amplia que junto a una pan

