Abandono la clínica con una sonrisa inmensa estampada en el rostro. Los cálidos rayos del sol me golpean la cara apenas pongo un pie en la acera; decidida a parar un taxi para ir a la oficina, cruzar las puertas de Wine Enterprise, subir al pent house y más feliz que nunca, darle las buenas tardes a David. Las buenas tardes y, el comprobante que traigo guardado en el fondo de mi cartera. —¡Excelente! —digo con alegría, mientras el taxi frena a mi lado después de haber visto mi seña—. Ésta mañana ha sido excelente —concluyo, abriendo la portezuela trasera y, acomodándome en el asiento—. ¡Hola! —saludo con efusividad—, a las oficinas de Henderson Company, por favor. —¿Podría informarme cuál es la avenida? —pregunta la chófer; una mujer de cabello corto, muy corto y, rostro delgado, d

