**SIENNA**
Mi teléfono seguía vibrando en el bolsillo, una insistencia molesta que me taladraba los nervios. Con una excusa rápida, me levanté de la mesa y me dirigí al baño del apartamento. Cerré la puerta detrás de mí, el clic del pestillo sonando como un pequeño triunfo en medio de la tormenta. La luz fría del espejo me devolvió la imagen de una mujer al borde de la desesperación, con los ojos enrojecidos y el rostro pálido.
Con manos temblorosas, saqué el celular y vi de nuevo el nombre de mi padre. Un nudo se formó en mi estómago, pero, con un suspiro de resignación, acepté la llamada. Antes de que pudiera pronunciar un simple “hola”, su voz estalló del otro lado de la línea como un trueno en un cielo despejado.
—¿Por qué no me contestas? ¿Acaso crees que puedes ignorarme? —su tono
