**SIENNA** “Por favor, vete”, repetí, pero mi mano ya estaba en la perilla de la puerta, y mi resolución se desvanecía con cada segundo que pasaba. Algo en su mirada, visible incluso a través de la distorsión de la mirilla, me detuvo. Era una tristeza tan profunda, tan auténtica, que hizo que todas mis defensas vacilaran. “Te lo juro, Sienna”, susurró, y ahora podía oír claramente el sonido de lágrimas en su voz. “Yo no quería que sufrieras. Yo… yo nunca quise que nada de esto pasara. Lo siento más de lo que puedes imaginar”. Abrí la puerta lentamente, solo una pequeña rendija al principio. A través de la abertura pude ver sus lágrimas reflejando la luz del pasillo, surcos brillantes en sus mejillas que jamás pensé que vería. Gabriel García, el hombre que controlaba imperios empresar

