**SIENNA** Estoy en el escritorio que Gabriel mandó a colocar. Su agenda, un documento electrónico tan meticuloso como él, es mi único foco de atención. El sonido del teclado es el único ruido que escucho, y me siento cómoda en esta burbuja de profesionalismo. No hay emociones, solo trabajo. Pero la burbuja se rompe en el instante en que la puerta se abre de golpe. Una figura esbelta y elegante, vestida con un traje de alta costura, entra sin anunciarse. Es la señora Sinclair. Su rostro es una máscara de furia. Sus ojos de hielo se clavan en mí, y siento un escalofrío recorrer mi espalda. Su odio es latente, un vapor que me envuelve y me ahoga. Me quedo inmóvil. —¿Cómo te atreves a regresar a la empresa? —me dice, su voz, un susurro venenoso que corta el aire. No me inmuta. No le doy e

