**SIENNA**
No terminó la frase. No necesitó hacerlo. Ambos sabíamos cuál era el final de esa historia. El final que él había evitado. Me giré para mirarlo. Estaba de pie detrás de mí, con el secador colgando de su mano, el cabello aún húmedo pegándose a su frente. Había rabia en sus ojos, sí, pero también algo más profundo. Algo que se parecía al terror.
—Lo sé —susurré al fin.
—¿Lo sabes? —su risa fue amarga—. Entonces, ¿por qué? ¿Por qué te arriesgaste así?
Quería decirle que estaba celebrando mi libertad, pero no dije nada de eso.
Gabriel dejó el secador en la mesita de noche y se sentó frente a mí, tan cerca que podía ver las líneas de preocupación que se habían grabado alrededor de sus ojos.
—Los clubs, las discotecas… son territorios de caza —dijo, y su voz se volvió más suave,
