**SIENNA** Gabriel sonrió, y por primera vez, esa mañana, vi un atisbo del hombre seductor que conocí. —Lo que somos. Lo que vamos a ser. —¡¡Por Dios, es mi jefe!! ¡Como si fuera tan simple! ¡Como si yo tuviera elección en el asunto! Pero mirándolo ahí, con la luz dorada acariciando su piel y esa expresión de determinación absoluta en sus ojos, me di cuenta de algo que me aterró: ya no estaba segura de querer tener elección. —Está bien —dije finalmente—. Pero con condiciones. —Te escucho. —Nada demasiado obvio. Nada que me haga sentir como una prisionera. —Profesionales discretos. No los notarás a menos que los necesites. —Y esto —señalé entre nosotros—. No cambia nada porque me protejas. No me convierte automáticamente en tu posesión. Gabriel se inclinó hacia mí hasta que nues

