**GABRIEL** Desde el espejo retrovisor, mis ojos se encontraron con la figura de ella, parada en su puerta, con una mirada que oscilaba entre confusión y rabia. Sus ojos brillaban con furia contenida, con esa fuerza que solo una mujer independiente y decidida puede tener. Sabía que su rostro escondía más de lo que mostraba, y eso era lo que atraía de ella, lo que me mantenía obsesionado con la idea de acercarme más, de llegar más profundo. Pero, justo cuando me bajé del auto en ese instante, mi mirada se fijó en algo y llamó mi atención: alguien había rayado el auto, justo en la puerta del conductor. La mancha de la pintura fresca era un recordatorio cruel de que no todo era control, de que incluso en mis planes más meticulosos, alguien podía sabotearme. Para empeorar la situación, le

