**GABRIEL** Tomé a Sienna del brazo, quizás con más fuerza de la necesaria, y la guíe hacia la salida. Podía sentir las miradas siguiéndonos, los murmullos que comenzaron tan pronto como nos alejamos de la mesa. Sienna no opuso resistencia, pero la tensión en su cuerpo era palpable. Una vez en el auto, con las puertas cerradas y el motor encendido, la furia que había estado conteniendo exploró como un volcán. —¿En qué estabas pensando? —le grité, mis manos temblando mientras sujetaba el volante—. ¿Sabes el daño que le puedes hacer al bebé? ¿Sabes que cada gota de alcohol que tomes puede afectar su desarrollo cerebral? ¿Es tan importante tu carrera que estás dispuesta a arriesgar la vida de nuestro hijo? Pero entonces, algo inexplicable sucedió. Sienna comenzó a reír. Al principio f

