**SIENNA** Empujé la puerta con cuidado, temiendo que el silencio de la noche amplificara el juicio que me esperaba. Pero el chirrido de las bisagras rompió la calma, y mi madre apareció en el pasillo antes de que pudiera quitarme los zapatos. Su rostro estaba tenso, el cabello recogido a medias y algunos mechones rebeldes se escapaban. Esa expresión que ya conocía de memoria—una mezcla de preocupación, rabia y vergüenza—se había convertido en su uniforme nocturno. —¿Otra vez llegando a estas horas? —me lanzó las palabras como si fueran piedras, sin dejarme cerrar la puerta—. ¿Qué crees que van a pensar los vecinos? Ya lo están diciendo, Sienna. Que eres una cualquiera. Que te paseas en la calle como si no tuvieras madre ni padre. ¡Como si no tuvieras vergüenza! Me quedé en el umbr

