**CAROLINA** “Mamá”, insistí, sintiendo como las lágrimas se acumulaban en mis ojos y amenazaban con desbordarse. El dolor en mi abdomen se intensificó, como si mi cuerpo estuviera respondiendo a la angustia emocional. “Dile que es la única que puede pagar una clínica privada. Dile que me estoy muriendo aquí, que mi bebé se va a morir si no me atienden pronto. Dile que por favor, por una vez en su vida, piense en alguien más que en ella misma”. Mi madre suspiró profundamente, un suspiro que contenía años de decepciones acumuladas y esperanzas rotas. Con manos que temblaban ligeramente, sacó su teléfono celular viejo —uno de esos modelos básicos que había comprado en un centro comercial de segunda— y marcó el número que sabía de memoria. La vi hablar, su voz adoptando ese tono suave, per

