NAIN CONTI
Unos suaves golpes en la puerta de la habitación hacen que me giré de manera abrupta sobre la cama, con los ojos cerrados, estiro mi mano para buscar torpemente la almohada, y después de haberla consigo la coloco sobre mi cabeza en un intento de ignorar los sonidos que provienen del exterior. Segundos después, vuelven a tocar. Frustrada y resignada me levanto de mala gana azotando el colchón con mis puños cerrados, doy un vistazo a mi celular para ver la hora, “nueve de la mañana". «¡Maldición! ¿Quién será? No he pedido ningún servicio a la habitación». Con las manos me aliso el cabello desalineado y los golpes en la puerta no cesan.
Me dirijo a la puerta a regaña dientes. «¡Juro que no seré nada amable con quién me haya despertado!». Giro el picaporte y es Lissandro, se rec
