La abracé hasta el momento en que dejó de ser posible, entonces sonreí, aunque honestamente quería llorar. — Me hubiera gustado que tocaras mi melodía favorita por última vez. — Castell, te lo suplico, préstame un violín. — Está bien, aunque duele cada vez que lo hago. Castell tomó dos plumas de sus alas y con una formó el violín, mientras que con la otra fue el arco. Una vez que los hizo, me los dio. — Prometo ir al cementerio a tocar esta melodía, así que no lo haré por última vez. Comencé a tocar y al terminar, miré cómo Castell guiaba a las dos por el túnel. Le dije adiós con la mano y luego ya ninguno de los tres se divisó. — Renna — habló Kris —. ¿Cómo te sientes? Yo me tiré al suelo para llorar, la señora Richards se acercó a mí y me abrazó… Me dolía la ausencia de Sara, ha

