Capítulo 4

2366 Words
CAPÍTULO 4 Ojos azules, tes bronceada, nariz fina, labios gruesos, cejas gruesas de un tono rubio al igual que su cabello, mandíbula recta, barba rebajada y mirada simpática, divertida. Me miró, como si fuese un pequeño bicho adorable que se había topado en su camino. Era altísimo. Se había colocado una remera negra y en su cuello tenía un collar n***o con una piedra marrón atada a la misma. Tragué con fuerza, y le sonreí, nerviosa. —Hola. —me saludó, agradablemente, y yo salí rápidamente del baño para permitirle el paso. —Hola. —lo saludé, con una voz que apenas se escuchó. Ingresó al baño y cerró la puerta, y yo seguí mi camino para volver al patio trasero de la casa. Estaba por bajar las escaleras cuando vi que Lucy subía, con su cabello pelirrojo húmedo recogido, y envuelta en una toalla lila. La noté con mala cara. —¿Estás bien? —le pregunté. —Llegó quien te dije que vendría. —me respondió, en seco. —Sí, lo sé. Me miró apenada. —Iré a mi habitación un rato, quiero estar a solas. Sam ya se fue, así que la fiesta para mí se terminó. Tampoco tengo ganas de salir. —me informó. —¿Quieres que eché al resto? —le pregunté. —No. Se irán solos supongo, o hasta que mi madre se pudra de la música y de ellos. Ve a la piscina y pásala bien por mí. —besó mi frente y comenzó a subir nuevamente. —Vi el puñetazo que se comió Finn, luego me cuentas qué sucedió, super chica. —me guiñó un ojo y se fue, para luego encerrarse en su habitación. Quería hacerle compañía a Lucy, pero cuando ella quería estar a solas era porque realmente lo necesitaba. Me encontré a Miriam en la cocina nuevamente, pero esta vez con una lata de cerveza en la mano y con sus dedos sosteniendo un cigarrillo. —Es guapo ¿no es así? Su pregunta me tomó por sorpresa, no supe que decir. —¿Quién? —Mi hijastro. —comenzó a reírse —No sabía que llegaría hoy, es todo un modelo. —Sí, lo es. Pero no se lo diga a Lucy o me golpeará. —admití, riéndome. Miriam asintió con la cabeza, con una sonrisa en sus labios y yo salí al patio trasero, sin poder sacar aquella sonrisa estúpida de mi rostro. La gente continuaba bailando, gritando y tirándose bruscamente a la piscina como si de una competencia se tratara. Todos los veranos eran los mismos en la casa de Lucy, música, gente de la escuela bailando y disfrutando los cuarenta grados que irradiaba el sol. —¿Tú eres la chica del centro comercial? Me di la vuelta y me encontré, para mi sorpresa, con la famosa Elizabeth. La chica que se estaba besuqueando a la persona que sería mi futuro esposo algún día. Tenía el cabello rubio suelto y le caía en forma de cascada hacía un costado. Llevaba un bikini violeta, y tenía un tono de piel pálido, como si no hubiera tomado sol en su vida. Estaba apoyada contra la pared, mirándome con los brazos cruzados y en su mano izquierda tenía una lata de cerveza. —Sí, soy yo. —¿Eres amiga de Lauter? Más que pregunta sonaba a acusación. Contrólate Aixa, no le rompas la cara a ella también. —No lo sé, eso deberías preguntárselo a él. —le dije, mordaz. —Si no sabes que eres su amiga ¿por qué le hablas? —me preguntó, dándole un sorbo a su cerveza. —¿Quién diablos eres para decirme si puedo hablarle o no? —solté, furiosa. —La novia. —su postura cambió y dio un paso hacía mí. —¡Tú ni nadie va a decidir si debo hablarle o no! ¡Lo conozco más tiempo que tú, lo amé primero que tú y es por eso que no te da el maldito derecho de decirme qué hacer o no, ¡vete a la mierda!  La empujé contra la pared, sin poder evitar reaccionar así. No quería soltar todas aquellas palabras, simplemente no pude soportar que alguien como ella me prohibiera estar cerca de él. —¡Aixa! El grito de Lauter me sobresaltó de golpe. Elizabeth sonrió, triunfante. Mierda. Lauter me miró con mala cara, acercándose a ella para procurar que estuviera bien. Palidecí, quería que me tragara la tierra. Él me miró, decepcionado. Preferí una golpiza antes de que me mirara de esa forma. —Sólo te quiero como amiga ¿es que simplemente no lo entiendes? —dijo enojado, elevando la voz por encima de la música. Sentí todas las miradas sobre mí, y las lágrimas comenzaron a salir sin que yo pudiera evitarlo. Miriam salió de la casa y desenchufó los parlantes, cortando la música al instante. —¡Se terminó la fiesta! —gritó, furiosa para que la obedecieran. La gente se fue, y el patio trasero de la casa quedó completamente vacío y desolado. Estaba sentada en el borde de la piscina, con los pies metidos en el agua y viendo como mis lagrimas caían en ella, para perderse de una vez por todas ahí. Sentía un enorme vacío en mi pecho, sus palabras me habían lastimado de una forma horrible. Un sollozo se escapó, y otra vez me encontraba llorando fuerte, me dolía el pecho a más no poder. Vi como Lucy se sentaba a mi lado, me pasaba su brazo por los hombros para traerme a ella y así, abrazarme. Lloré aún más fuerte, sin poder evitarlo. —El primer amor es una mismísima mierda si te enamoras de la persona incorrecta. —me dijo, mirando sus pies dentro del agua. —Mamá me contó lo que Lauter te dijo y es por eso que echó a todo el mundo de la casa. —Quiero odiarlo, te juro que quiero. —mascullé, entre lágrimas. —¿Cómo pude ser tan estúpida al enamorarme de él? —Fue su culpa, Aixa no la tuya. Él te besó el año pasado en el carnaval, él te ilusionó con mensajes para luego no ser nada. Él es el culpable, no tú. —Sigo recordando aquel beso ¿sabes? Pero trato de evadirlo cada vez que puedo para no aferrarme a él. El año pasado, Lauter me había besado, pero había sido una apuesta entre sus amigos, por diversión. Él sabía que sentía cosas, sin embargo, no le importó en absoluto y prefirió burlarse de mí. Habíamos intercambiado mensajes románticos, sin ser nada y luego ocurrió aquel beso que quedó en la nada. Continué enviándole mensajes, pero él comenzó a ignorarme y de pronto dejé de existir en su vida. Sólo Lucy sabía lo que había pasado entre él y yo. Y por supuesto, los amigos de Lauter. —Mira, estás creando pequeñas olas en el agua. No sé qué estás pensando, pero es genial lo que haces. —Lucy apuntó con su dedo hacía una esquina de la piscina. Pequeñas olas se formaban y salpicaban contra el agua nuevamente, para volverse formar. No me había dado cuenta que estaba formando pequeños círculos con mi dedo sobre mi muslo. —Debo controlar esta mierda. —le dije. —¿Alguna vez se te ha ocurrido investigar sobre tu don? —me preguntó, curiosa. —No, y tampoco le he prestado atención a eso. Simplemente me encanta tener este don. —admití, sonriendo a penas. —¿No te sientes un fenómeno? —Lucy río. —¿Qué? ¡No! Creo que, si lo utilizo bien, puede ser algo hermoso. A veces lo hago de manera involuntaria o no me doy cuenta que las cosas están frotando a mi alrededor. Por suerte nunca ha sido frente a alguien que no quisiera que vea lo que hago, claro, quitando la idea de aquel video viral. Elevé la mano un poco y una pequeña bola de agua salió de la piscina, viniendo hacía nosotras. Aquella bola quedó frente a la nariz de mi amiga y explotó, salpicándola al instante. —¡Hey! —ella estalló a carcajadas. —Así que tienes a tu medio hermano merodeando por tu casa... —le dije, para cambiar de tema. —Sí. —asintió, mirando a la nada misma, pensativa —He hablado con él y me apareció bastante agradable, no era como me lo imaginé. —Está bien desconfiar a veces de alguien que no conoces. Quizás puedan llevarse bien con el pasar del tiempo. —Eso espero. Lo más gracioso de todo es que se parece más o menos a mi padre cuando era joven. —¿Y eso te ha tomado por sorpresa? —Sí, creo que sí. Pero bueno, la vida es rara ¿tienes hambre? —me preguntó, poniéndose de pie y ofreciéndome su mano para levantarme junto a ella. Llegó la noche y me encontraba en mi habitación, observando las estrellas desde mi ventana. No podía evitar que cada tanto se me escapara una lagrima y cayera sobre la alfombra roja en la que estaba sentada. Abrí la galería de fotos en mi celular y borré todas las fotos guardadas de Lauter, luego abrí sesión en ** y decidí eliminarlo de la lista de seguidos. Luego, lo eliminé de f******k y todo con los ojos empapados. Me sentía tan estúpida al creer que algo pasaría entre nosotros, pero...simplemente debía entender cuando algo no era para mí y que mi destino era otro. Suspiré, sintiendo que debía soltarlo de una vez por todas y hacerle caso a lo que me había gritado en la fiesta de Lucy. Decidí colocarme el pijama y acostarme en mi cama, cerré los ojos y finalmente me quedé dormida. Los días pasaron rápido, hubo días en la piscina de Lucy y pijamadas entre nosotras. Risas, charlas y consuelo por parte de ambas, pero no vi a su hermano en la casa en ninguna oportunidad. Daba la casualidad de que cuando yo iba, él no estaba. Pasaban los días y a veces me sentía bien por haber tomado la decisión de querer olvidar a Lauter, y había otros días donde me encerraba en mi habitación todo el día completo para llorar y mirar pelicular de amor en Netflix, sólo para empatizar con la protagonista y ver cómo se sentía un amor correspondido. Hubo días en donde solía ir a la playa con mis padres y otros en los que iba sola. Aquella tarde no fui con ellos, preferí ir a tomar sol y disfrutar un rato con mi soledad. Hubiera ido con Lucy, pero ella ya se encontraba de vacaciones con su madre y Sam. El único que se había quedado era Andrew, ya que había acordado con ellas para que se quedara cuidando la casa. Estar sin mi única amiga me tenía algo triste, pero, me alegré que pudiera pasar sus primeras vacaciones con Sam y su madre. El ruido de las olas me tenía relajada, hasta que lo vi a lo lejos. Lo reconocí al instante. Andrew estaba caminando en la orilla de la playa, mirando al horizonte y sonriendo como si recordara a algo o a alguien. Luego me di cuenta que se encontraba hablando por celular. —Yo también espero que se encuentren bien. Saludos, Lucy. —lo escuché decir, y colgó. —¿Están bien? —me animé a preguntarle. Él me miró y tardó un segundo el reconocerme, me sonrió y comenzó a caminar hacía mi dirección. Tenía una toalla en la mano, y no tardó de sentarse a mi lado, luego de colocarla en la arena. —Sí, estaban comiendo helado y pasando el día en la playa, al igual que nosotros. —me contestó, con la mirada en las olas. —¿Estarás aquí mucho tiempo? —le pregunté. —¿Dónde exactamente? —En la playa. —Sí, creo que sí y luego iré a casa a estudiar para el regreso a clases. —me contó. —Así que eres profesor... —No, soy ayudante de catedra. Ayudo a los estudiantes con la asignatura de biología. —aclaró. —Me imagino que te pagan por eso ¿verdad? —Sí, por supuesto, la escuela me contrata. Me estoy especializando en esa materia para luego ser profesor. Me alegraba ver el entusiasmo de Andrew, parecía demasiado apasionado por lo que se proponía, incluso le encantaba la idea de que pudiera ser profesor algún día, pero eso aún no le podía sacar de la cabeza a su madre que ya no estaba. Me quedé helada al pensar aquello ¿cómo podría saber yo aquello? Debía dejar de pensar tan solo por un rato. —Creo que te espera un futuro asombroso, Andrew. —le dije, convencida. Me sostuvo aquellos ojos suyos sobre los míos, con aquella sonrisa que marcaban sus hoyuelos. Andrew era hermoso, tanto que me hacía sentir pequeña con su mirada y tenía miedo que encontrara todas las imperfecciones faciales que tenía si continuaba mirandome así. Dirigí la mirada hacía la playa, avergonzada. —¿Cuantos años tienes? —me preguntó, curioso. —Quince años, pero pronto cumpliré dieciséis. —Pareces de diecisiete. —admitió, sorprendido. —Siento decepcionarte. —reí. —¿Y tienes pensado qué quieres estudiar a futuro? —No, aún no sé qué quiero hacer de mí vida, pero me gustaría estudiar psicología. —¿Te ves en un consultorio para toda tu vida? —Por supuesto. Me encantaría, me atrae la mente humana ¿a ti no? Asintió, pensativo. —Te invito un helado. —me dijo, poniéndose de pie y ofreciéndome su mano para ayudar a levantarme. Tomé su mano, y era tan pero tan suave, que quise sostenerla por más tiempo. Agarre mi cartera junto a mi toalla, y él tomó la suya. —Oye, me gusta tu mano, es muy cálida ¿me dejas tomarla por más tiempo? —me preguntó, con una media sonrisa en sus labios. ¡Te voy a dar mi mano toda mi vida, y si quieres le puedes poner un anillo!, pensé. —No veo por qué no. —me crucé de hombros, fingiendo estar relajada pero sinceramente estaba demasiado nerviosa. Andrew tomó mi mano, pero luego de varios minutos caminando hacia el puesto de helados, nos dimos cuenta que hacía demasiado calor para estar de la mano. Nos reímos por eso. Él pidió banana split y yo menta granizada con chocolates. Ambos nos quedamos en un silencio que no era para nada incomodo, ya que estábamos hipnotizados por el mar que nos ofrecía la playa. En un momento, vi a lo lejos al imbécil de Lauter viniendo con su novia. Suspiré, odiando que su presencia arruinara el momento que estaba viviendo con A. —Oye ¿aquel chico no es el que te humillo en la fiesta de mi hermana? —me preguntó, al reconocerlo a lo lejos. —Sí, lo es. —me removí incomoda. —¿Quieres demostrarle que lo susperaste? Entonces, sin que yo me lo esperara, Andrew me tomó con una de sus manos libres la cintura y me atrajo hacía él. Me miró a los ojos, tan cerca que me quedé sin aliento. Fue acercando su rostro lentamente, sin sacar aquella sonrisa de sus labios. Andrew me dio un beso tan dulce como lo era él.  ... Hola, soy Florencia Tom, escritora de este libro y quiero agradecerte por quedarte enganchada con este capitulo. No te olvides por favor de darle un corazoncito y compartir esta historia con aquella persona que quiera sentir lo mismo que tú con esta historia!¿Quieres continuar leyendo esta historia?¡Desliza hacía abajo y continua disfrutando de esta historia!¡No olvides visitar mi perfil y encontrar nuevos libros escritos por mí!¡Beso grante, te quiero!   
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD