Capítulo 3

2353 Words
CAPÍTULO 3 La madre de Lucy nos pasó a buscar al centro comercial y de allí nos fuimos las tres juntas a la casa de ambas. El padre de Lucy había muerto, pero nunca me había contado el motivo de su muerte, y tampoco insistí en ningún momento para que lo hiciera. Lucy iba con su madre a todos lados, y admiraba cómo estas se llevaban. Pegué mi frente contra la ventallina del auto, sintiendo el aire acondicionado en el rostro. Todavía seguía viendo la imagen de Lauter y de aquella tal Elizabeth. Se los veía felices, como si aquello que le estaba pasando a ambos fuese lo mejor del mundo y yo simplemente sería una espectadora que se moría de celos por ser esa tal Elizabeth. Tenía la tentación de buscarla en ** o ver algún indicio de su perfil en la cuenta de Lauter para no buscarla en la lupa directamente. Si la buscaba ahora parecería en vano, si continuaba con la idea de hacerlo, lo haría más tarde. Me sentía horrible, tenía aquella imagen grabada en mi cabeza. Quería evadir las ganas de llorar otra vez. Dios, que horrible es la sensación de un corazón roto. —Tienes una horrible cara de perro mojado. El comentario de Miriam me hizo ruborizar y a la vez sonreír. —Vio al chico que le gusta besar a otra. —le explicó Lucy. Carajo. Miriam me miró por el vidrio retrovisor, e hizo un movimiento de negación con la cabeza. —El amor es una mierda. —se limitó a decir la madre de mi amiga. —Cuando no es correspondido, lo es. Llegamos a la casa de Lucy, su madre estacionó el auto en la entrada de la cochera y las tres descendimos. La casa estaba ubicada en la mejor zona de toda Harbor Way, y era una de las más bonitas que había de las casas americanas que existían. Me gustaba estar allí, ya que era tranquilo y sereno. Los vecinos eran amables y nadie peleaba con nadie. Mis padres aún sufrían discriminación por ser una pareja de hombres. Ellos lo padecían más que yo, a mí simplemente me daba igual si me molestaban o no, los que me preocupaban eran ellos. Con Lucy subimos a su habitación y abrí un cajón donde ella me permitía guardar ropa de dormir de más y un par de bikinis por si salía de improviso querer meternos a la piscina. —Hay algo que no te he contado, Aixa. —me dijo para mi sorpresa Lucy, mientras se sentaba en la punta de su cama, con sus manos por encima de sus muslos y una expresión preocupada. Guardé el bikini amarillo que había elegido nuevamente en el cajón. —¿Qué pasa? —le pregunté, sentándome a su lado. —Tengo un medio hermano. —¿Qué? —Hoy tú me contaste un secreto demasiado importante y valioso, y realmente agradezco que hayas sido sincera conmigo. —me dijo, con tono agradecido —Así que me siento en el deber de contarte algo que guardé para mí y que jamás le conté a nadie. —Lucy esto no es un intercambio de secretos. —Lo sé, pero siento que realmente debo contártelo y quiero hacerlo. —insistió —Mi madre me lo confesó hace un año atrás. Mi padre tuvo un hijo, antes de que yo naciera, con otra mujer. Ella nunca me lo dijo hasta el año pasado, ya que él se contactó con mi madre. —¿Por qué se contactó con ella? —Porque su madre biológica falleció de cáncer hace un año, no tiene a nadie y está en la ruina. Él le pidió a mamá si puede quedarse en nuestra casa debido que comenzará a ejercer como ayudante de catedra en la escuela a la que asistimos. Pidió quedarse hasta poder juntar mucho dinero y mudarse. —¿Tú quieres que venga? —No lo sé. —admitió, preocupada —Tengo miedo de que arruine la relación que tengo con mamá, que arruine la armonía que logramos conseguir. —¿Nunca lo conociste? —No, sólo por fotos de f******k y ya. —¿Cuántos años tiene? —Diecinueve. —Está en nuestro rango de edad, no creo que se lleven tan mal. Encima si me dices que es ayudante de catedra, se la debe pasar estudiando y no creo que las moleste. —la tranquilicé, tratando de calmarla. —No deja de ser un extraño, Aixa. —Si quieres puedes quedarte en casa mientras él esté aquí. —¿Y dejar sola a mi mamá? No, ni loca. Aunque ella me dijo que ese chico es muy tranquilo y para nada problemático. —Entonces cree en la palabra de tu madre. Ella asintió y yo le di un abrazo para relajarla, estaba demasiado tensa. Su celular sonó y ella revisó quién era. —Demonios, están todos esperando en la puerta a que les abra. Es super temprano ¿qué diablos hacen aquí? Nos cambiamos rápido. Me coloqué el bikini por debajo de una remera negra que me quedaba enorme (casi como un vestido), me solté el cabello y cuando Lucy estuvo lista, los recibió. Me quedé quieta en la escalera, viendo cómo todos ingresaban por la puerta y perdí la cuenta luego de contar a veintisiete personas. Cuando Lucy organizaba una tarde de piscina, les hacía respetar las reglas de que nadie debía entrar a la casa luego de salir al patio trasero, ya que su madre no quería tener a nadie adentro que no fuera nosotras. El que no entendía eso, se marchaba con patadas marcadas en el trasero.  Fui a la cocina por un poco de agua y encontré a Miriam fumando un cigarro apoyada en la isla. —¿Te encuentras bien? —le pregunté, ya que la notaba con la mirada entristecida. Levantó la cabeza y me sonrió. —Sí, no te preocupes belleza. Ve a divertirte. No quise insistir, así que le di un beso en la mejilla y salí al patio trasero. La música alta me aturdió los oídos al instante, el griterío y las risas no tardaron en llegar a mí. Lucy estaba ya en la piscina junto a Sam, su novio. Me sorprendió la rapidez con que colocaron los parlantes y enchufaron todo. Había gente en la piscina y otra acostadas en el césped, tomando el sol y colocándose protector solar. Me quedé parada, viendo cómo todos parecían divertirse. —¡Pero miren quién llegó! —gritó de repente un David, un compañero de la escuela, en mi dirección. Al principio creí que se refería a mí, pero al darme vuelta, vi que se refería a la llegada de Lauter. Me aparté al instante de su camino y me fui a las latas de cerveza escondidas en un arbusto para que la madre de Lucy no las encontrase. De todas formas, cada invitado tenía permitido una lata de cerveza, luego sólo había jugo de diversos sabores. Si mis padres se enteraban que estaba bebiendo, me matarían. Pero no creí que fuera capaz de soportar la presencia de Lauter luego de que lo vi besando a otra chica. El calor me estaba matando y no sabía cuánto duraría en llevar aquella sudadera puesta. Bebí un poco más de la amargada cerveza, cerrando los ojos y procurando no llorar por su presencia. Por suerte no estaba acompañado de Elizabeth, había llegado sólo. —Hola. Abrí los ojos y me encontré para mi sorpresa con Finn, el chico con el que había ido a beber algo el día anterior. Estaba sin remera, con unos pantalones cortos y malditamente bronceado. Tragué con fuerza y le sonreí. —Hola, Finn. —Quería disculparme nuevamente por lo de anoche...seguro debí haberme visto como un idiota. —se lamentó. —No hay problema, podemos ser amigos. —le dije, para que se quedara tranquilo con lo que había sucedido. —¿De verdad? —se sorprendió. —¿Y por qué no? Me caes bien. —confesé. —Gracias Aixa, tú igual ¿vamos? —me preguntó, mirando el agua con entusiasmo. Asentí. Me saqué la sudadera y dejé al descubierto el bikini. El sol estaba tan fuerte que ya comenzaba a picarme la piel. Ambos nos lanzamos de un salto y al instante me vi sumergida en el agua. Abrí los ojos por un instante por debajo de ella y vi a la distancia el rostro de Lauter, mirándome con aquellos ojos café que despertaba todo aquel sentimiento que quería que muriera de una vez por todas. Me quedé al instante sin aire y me vi obligada a salir a la superficie. Cada mirada suya era un latido intenso que me traspasaba el pecho. Dios, como odiaba y amaba aquel sentimiento. El griterío de las personas y el de las personas volvió a hacerse escuchar. Me acerqué al borde de la piscina y dejé descansar mi cabeza en ella, tratando de recuperar el aire. —¿Estás bien? —me preguntó Finn, acercándose a mí nadando. Asentí, sonriéndole. Era más fácil contestar que todo estaba bien a explicarle que estaba en la zona del amigo hace ya años. —A que te gano en una carrera de esta orilla a la otra. —me desafió, animado. —Bien. Entonces tomé impulso y nadé a toda velocidad hasta la otra orilla, sin esperarlo. —¡Aixa eso es trampa! —gritó detrás de mí. Al instante lo tenía nadando al lado mío, y su sonrisa pícara me hizo reír. Llegué a la orilla primero que él, pero no me percaté que había terminado al lado de Lauter, quien estaba sentado en ella con los pies metidos en el agua. Miré hacía arriba para encontrar su rostro mirándome. —Hola Aixa ¿te diviertes? —su voz sonó a tono de burla. No tuve la oportunidad decirle nada ya que Finn me había levantado en el aire y sostenerme entre sus brazos. —Pequeña tramposa. —me dijo, con sus labios pegados a mis oídos. Yo me aparté un poco, procurando mantener distancia con él, pero lo tenía muy cerca. —Oye, bájala. La estás incomodando. —el grito furioso de Lauter me alertó. Finn lo miró extrañado, y me bajó al agua lentamente, sin sacarle los ojos de encima. —¿Y quién eres tú? ¿El novio? Vete a la mierda, Lauter. —le dijo Finn, severo. —¡No hace falta ser el novio para darme cuenta que no quiere que la toques, imbécil! Me quedé helada, dudando si meterme en la discusión o no. —¿A quién llamaste imbécil? Frené a Finn con una mano en el pecho antes de que se le ocurriera ponerle una mano encima a Lauter. Finn bajó la mirada hacía mí y yo lo fulminé con la mirada. De pronto sentí cómo por debajo del agua me dio un apretón con su enorme mano a la altura del muslo, casi cerca de mi trasero. Acto seguido, le pegué un puñetazo en la nariz. —¿Qué haces? ¡Pedazo de mierda, vete! —le grité, sacada de quicio y completamente asqueada. Que conste que le había dado una oportunidad para que se retractara y el idiota se lo había perdido. Finn salió de la piscina con la nariz sangrando a chorros y maldiciendo por lo bajo. Tomó su ropa y se marchó. Las personas se habían quedado mirando aquella escena. Lauter saltó al agua y vino hacía mí nadando —¿Qué te hizo? ¿Estás bien? —preguntó, con voz alarmado. —Me apretó el muslo. —le dije, saliendo de la piscina. Él salió tras de mí. —Imbécil. —mascullé, envolviendo mi cuerpo con una toalla. —Que puñetazo le has dado, Aixa. —reconoció, tras lanzar un silbido al final de sus palabras. Le sonreí, mientras examinaba mi mano para ver si estaba bien. —Espero no volver a cruzármelo o le voy a partir la nariz. —le dije. —Gracias por decirle que me soltara. No estoy acostumbrada a que me agarren de esa forma. Él me miró de manera apenada, con el cabello goteando y con una sonrisa relajada. Aquel instante mirándonos lo sentí cómo algo hermoso, hasta que accidentalmente miré sus labios y me acordé de la escena que había visto en el centro comercial. Mi postura cambió un poco, y me puse fría al instante. —En un rato regreso. —le dije como excusa, alejándome e ingresando a la casa de Lucy. Sujeté mi toalla y subí las escaleras, pero fui ascendiendo de manera lenta al escuchar voces en el pasillo. —...le juro que será un par de meses y luego me iré, no pretendo invadirlas. —dijo una voz masculina, gruesa. —Andrew, no invadirás porque sé la clase de persona que eres y tú no molestas para nada. Esta es tu habitación, acomódala a tu gusto. Bajé rápidamente las escaleras al escuchar que Miriam iba a bajar, me escondí un instante en la sala y al ver que se había dirigido a la cocina nuevamente, volví a subir las escaleras. Algo en mí me decía que aquella voz se trataba del medio hermano de Lucy, pero ¿Por qué ella no me dijo que venía hoy? ¿Se había olvidado o simplemente no quería contármelo? El baño quedaba al final del pasillo, a mi izquierda tenía dos habitaciones (que eran de Lucy y de su madre) y luego estaba una vacía que la usaban como habitación de huéspedes. En esa habitación se escuchaba pasos y cómo corrían los muebles de lugar. Me acerqué un poco más y la puerta estaba un poco entreabierta. La curiosidad se atrevió a ganarme y no pude evitar ver detrás de ella. Había un chico de espalda sin sudadera, acomodando su ropa por encima de la cama. Me quedé mirando específicamente su espalda, tenía un aspecto atlético, donde se marcaban cada musculo trabajado, incluso se me hizo imposible no compararlo con el ancho de la puerta por lo enorme que era. Tenía el cabello un poco rapado a los costados y era de un tono rubio ceniza, casi blanco, pero no llegaba a hacerlo del todo. Bajé los ojos hacía sus piernas largas y gruesas, llevaba unas zapatillas Vans. Tragué con fuerza al ver que comenzaba a moverse en dirección a la puerta y mi respuesta rápida fue seguir caminando a toda prisa hasta llegar al baño y encerrarme en él. Me quedé sin aliento al verlo, incluso se me había acelerado el corazón a mil. Solté el aire que no sabía que estaba conteniendo. Me miré al espejo, y tenía las mejillas sonrojadas, los ojos rojizos por el cloro de la piscina y mi rostro colorado por el sol. Me lavé la cara y la sequé. Alguien tocó la puerta, provocando que me sobresaltara. —¿Está ocupado? —aquella voz gruesa y relajada era misma que estaba hablando con Miriam. Abrí la puerta y entonces conocí por primera vez el rostro de Andrew.  .... Hola, soy Florencia Tom, escritora de este libro y quiero agradecerte por quedarte enganchada con este capitulo. No te olvides por favor de darle un corazoncito y compartir esta historia con aquella persona que quiera sentir lo mismo que tú con esta historia!¿Quieres continuar leyendo esta historia?¡Desliza hacía abajo y continua disfrutando de esta historia!¡No olvides visitar mi perfil y encontrar nuevos libros escritos por mí!¡Beso grante, te quiero!   
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