Capítulo 2 Fiesta y celos

1297 Words
Llegó el día de la fiesta. Para la fiesta de celebración Yamel decidió ir vestida de blanco, se calzó unos tacones que iban cubiertos por la cola del vestido, todo parecía encajar pero se sentía como si algo le faltara. Como si no estuviera muy cómoda. Quedaba alrededor de una hora para que la fiesta iniciara y aún esta seguía hablando con Liah, su mejor amiga. La persona más cercana y de confianza que tenía en aquel momento para contar sus cosas. Revisó sus cosas y finalmente encontró lo que le faltaba, un collar que su madre le había regalado, se la puso y se sintió más segura. ya todo encajaba. Estaba perfecta, así se sentía. — ¿Te falta mucho?—escuchó la voz impaciente.—Dejame verte, estoy segura que tu esposo se arrepentirá al ver lo que se está perdiendo.—Bromeó su amiga—¡Ya déjame verte mujer! — Ya voy, casi termino.—intentó tranquilizarla, pero Leah seguía pidiendo dejar que la viera. Yamel terminó de arreglarse el pelo y retocarse el maquillaje para luego pararse frente al teléfono y dejar que Liah viera a través de aquella videollamada. — ¿Cómo me veo?—preguntó con media sonrisa. — ¡Dios mio Yamel!—exclamó con verdadero asombro.—¡Estás absolutamente hermosa! Si Eduardo no se arrepiente por dejarte, morirá de celos esta noche al no poder tenerte. — Asegura Liah con una enorme sonrisa. Su amiga se veía espléndida, demasiada hermosa, resaltando todos y cada uno de sus bellos atributos. Se despedió de Liah aún riéndose de sus comentarios y cada uno de sus halagos hacia su amiga. Si tan solo fueran verdaderos, si tan solo fuera verdad que Eduardo se iba a sentir de ese modo…Yamel sabía que no, que eso a él no le interesaba, como lucía o cómo estaba. Seguro que ni siquiera la miraba aquella noche. — Señorita Gómez, llegaremos tarde. — gritó el chófer desde la entrada al ver que ella tardaba tanto. — Si no sale ahora, me veré en la obligación de usar el helicóptero y dudo que quiera llamar la atención de ese modo, pero es que de otra manera llegaremos con retraso y eso no puede pasar. — Pues confiaré en ti para llegar. — responde Yamel mientras subía al auto. El chófer condujo lo más rápido que el tráfico le permitió para llegar al hotel que pertenecía al grupo Gómez y donde se estaba celebrando la fiesta, habrían mucho invitados y ella procuraba no estar nerviosa, más ahora que ya no formaría parte de nada de eso. Desde el momento en que Yamel entró todos se quedaron asombrados por su belleza, muchos murmullos se levantaron comparándola con Sabrina. Al parecer los rumores eran más fuertes de lo que esta pensaba. Le restó importancia y caminó hasta donde estaban sus suegros, tenia mucho que no venía al señor Gómez. — Estás hermosa.—comenta este tan solo la verla. Estos sonrieron encantado ante la belleza de su pequeña nuera y la recibieron con abrazos y besos, orgullosos que todas las miradas fueran hacia ella.. — Muchas gracias. Siento haber tardado tanto en llegar.—solo llegó con varios minutos de retraso, es que Leah la entretenía mucho, por eso tardó más. Yamel miro alrededor y solo vio a todos los invitados murmurando entre ellos, también se topó con unos ojos fríos e indiferentes que tanto conocía. La mirada era la habitual, solo que Yamel sintió algo diferente que no logro captar. Esta apartó la mirada y continuo poniéndose al día con sus suegros. Poco después llamaron a su esposo a dar su discurso, podía notar su mirada sobre ella y más en el momento en que Jael y Denis se le acercaron. Un destello de ira brilló en los ojos de su esposo al notar esos dos hombres cerca de su aún esposa. Inquieto, sin poder acercarse porque estaba dando el discurso, solo podía observar. Eduardo continuó hablando y respondiendo las preguntas poco indiscretas que le hacían sobre su vida privada, específicamente sobre él y Sabrina, cuando ya iba siendo muy obvio e incapaz de que no saliera a la luz su amorío, esa aventura durante su matrimonio, aquella vil y pública infidelidad. Como siempre, él supo salir del paso, manejando muy bien la situación dando por finalizado el discurso. Luego la música empezó a sonar y las personas tomaron la iniciativa de mezclarse y bailar. La música siempre servía como distracción. — No puedo dejar que una dama tan hermosa se quede sin bailar esta noche. ¿Es posible que me concedas este baile? — pregunto Jael de forma coqueta hacia Yamel, tendiendo su mano hacia la joven mujer. Ella le dio una sonrisa y tomó su mano en modo de aceptación, y comenzaron a bailar. Se sentía muy bien disfrutar un poco, pero no se encontraba relajada. Sus movimientos eran un poco atrevido pero aún así se retaban con la mirada para ver que tan cerca podían estar. Justo cuando Yamel empezaba a sentir la emoción sintió como alguien la sacaba de los brazos de Jael. ¡Demonios! ¡¿No podía tener dos minutos de diversión?! Resopló con enojo al ver quien era que la apartaba. —¿Qué te pasa Eduardo?—enarcó sus cejas hacia su “esposo”.—Solo estoy bailando con nuestro amigo. — habló de manera brusca tomándolo por sorpresa, ella nunca se dirigiría a él de ese modo, menos en público, donde siempre ella fingía ser la dulce esposa. Este no dijo nada, solo frunció el ceño y se marchó. Sabía que se había dejado llevar. Yamel se disculpó con Jael y se dirigió al tocador. Justo cuando iba a entrar sintió como la volvían a agarrar por el brazo. Se dio la vuelta y se encontró con ese rostro que la hacía poner nerviosa de una sola mirada. Trató de no demostrar tanto pero podía sentir como su corazón corría desbocado y el lugar donde la habían tocado le ardía. — ¿Por qué te pusiste algo tan descubierto?—se quejó, pero rápidamente le dio otro sentido a su inquietud, no dejando ver lo mucho que le afectaba verla con ese hermoso aspecto tan provocador y llamativo.—Te puedes resfriar. Eduardo lograba sorprenderla a cada momento. Su acto de preocupación la hizo dudar un momento de su decisión, ¿Por qué el mostraba ese lado ahora que ya no formaría parte de su vida? ¿Por qué seguía jugando al frío y luego caliente con sus emociones? Justo cuando ya se sentía al borde de las lágrimas, el mensaje de Liah diciendo que había encontrado un lugar para que vivieran juntas brilló en la pantalla del teléfono, distrayendo su mente de esos pensamientos sin sentido. — Voy a mudarme, pronto nos divorciaremos y no creo que sea conveniente que sigamos juntos. — dice ella, mirando el teléfono. — Aún seguimos casados.—comenta Eduardo, tensando su mandíbula. — Aún así lo haré, además el trabajo que conseguí queda cerca de mi nueva casa. — ¿Por qué no mencionaste que querías trabajar? Lo habría arreglado para ti. Lo único que Eduardo hacía era moldear la vida de Yamel para que encajara con la suya. Esta sonrió ante tal pensamiento. — ¿Cuándo firmaremos el divorcio? — preguntó Yamel, apartándose un poco para no sentirse más intimidada por su esposo. — ¿Por qué tienes tanta prisa? ¿Tanto amas a ese hombre que no soportas estar un minuto más a mi lado? Yamel dio media vuelta, se marchó sin responderle dejando que el asumiera como verdadero lo que sea que su esposo estaba pensando. Luego de esa noche no volvió a tener noticias de Eduardo.
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