Tord entró al baño con su ojo derecho cerrado, se paró frente al espejo e intentó abrirlo, pero sólo se quejó al sentir como si le estuviesen apuntando a la cara con una linterna; tuvo que mantenerlo cerrado durante todo momento mientras se daba una ducha y, para cuando se vistió, tenía puesto el parche de nuevo. Con la camiseta nueva y un pijama en la parte de abajo el noruego se moría por irse a dormir unas cuantas horas.
—Hey Tord, ¿tienes un momento? —le preguntó Edd sentado en el sillón con una laptop sobre las piernas.
—Por supuesto —respondió el contrario sentándose a su lado.
—¿Son tus, uh, amigos? —cuestionó el castaño.
Tord miró con más atención la página que veía Edd: era una noticia sobre una criatura gigantesca que de hecho ya había aparecido de la nada mucho antes. En la foto pudo ver a muchos de sus soldados armados peleando contra esa cosa valientemente.
—Sí, son ellos —afirmó mientras Edd reproducía un video en donde la criatura rugía y destruía todo a su paso, pero extrañamente esta no lastimaba a nadie, sólo derrumbaba edificaciones y lanzaba autos vacíos.
—¿De dónde salió esa cosa? O más bien, ¿cómo es que aparece y desaparece de la nada? —Edd observó a Tord, quien seguía concentrado en el video—. No sé para qué te lo pregunto, después de todo nadie lo sabe.
—No puedo creer que todo esto pasara en tan solo una o dos horas —comentó el noruego tomando su celular para marcarle a Paul, pero nadie contestó; obviamente estaban muy ocupados haciendo el trabajo que él como líder debería estar haciendo.
—¿Preocupado? —preguntó el castaño—, tranquilo, no hubo víctimas —Tord asintió dejando el móvil en una mesilla y segundos después, como si lo hubiese deseado con fuerza, este comenzó a sonar.
—¿Hola? —contestó el noruego sin pensárselo dos veces.
—Hey líder —habló Patryck, por su tono de voz parecía agotado.
—¿Patryck? ¿está todo bien? ¿y el mons...?
—Solo desapareció —el polaco le interrumpió—; te oyes paranoico, lo entiendo, pero relájate. Todo bien —dijo.
—No sé qué me pasa, no me siento muy listo hoy —confesó Tord de la nada—. Me alegra que estén bien. Te llamo luego —cortó la llamada luego de que Patryck dijese «adiós».
—Entonces, ¿no te sientes listo, huh? —le preguntó Edd con curiosidad.
Se escuchó un portazo y ambos chicos giraron la cabeza rápidamente para ver que sucedía; se toparon con Tom alterado, respiraba agitadamente y no paraba de balbucear cosas incomprensibles, fuese lo que fuese que le había pasado.
—No otra vez —dijo el castaño levantándose y acercándose al ojinegro buscando calmarle.
—Oye, ¿qué pasa? —le preguntó Tord al británico para no quedarse simplemente mirando; sólo recibió sollozos como respuesta.
—Cada vez que toma pasa esto. O se pone muy agresivo o muy, bueno, así —explicó Edd abrazando a su amigo—, y «cada vez que toma» es muy seguido.
Sí, Tord recordaba momentos en los que Tom llegaba gritando maldiciones y pateaba todo a su paso cuando los cuatro solían vivir juntos, pero nunca vio su estado ebrio-sensible. El noruego seguía ahí frente a los dos chicos que ahora estaban en el sillón, Edd abrazando a Tom como si se le fuese a perder.
Tord tosió falsamente, molesto, extrañamente muy molesto.
—¿Entonces casi siempre él viene aquí, tú lo abrazas y consuelas como un bebé? —preguntó el nórdico alzando una ceja.
—Sí —contestó Edd mientras Tom comenzaba a quedarse dormido con la cabeza apoyada en el hombro del castaño.
Si Tord estuviese dentro de algunos de sus mangas japoneses habría soltado un sonoro «tsk» al ver la escena, pero esa era otra de las cosas que se negaría a admitir.
Y luego sólo se concentró en el rostro tranquilo de Tom mientras su pecho subía y bajaba lentamente en una respiración normal.
Qué tontería —pensó el noruego por su idea indirecta de que el chico se veía lindo.
Tord bufó para sí mismo y salió al pasillo no sin antes haber buscado entre sus cosas un cigarrillo y un encendedor; apoyó su espalda y una pierna en la pared para luego encender el cigarro y comenzar a fumar con una expresión medio molesta.
Qué tontería —se repitió mentalmente al sospechar que lo que sentía eran celos.
Pero no celos como muchos creerían, más bien celos de no poder ser un amigo cercano para Tom. Había que admitirlo, en el pasado Tord no solía ser muy amable, pero intentaba ser amigo del ojinegro, el cual siempre le odió sin más. Y entonces, cuando se fue y mucho después volvió, quiso devolverle ese rechazo y odio; incluso llegando al extremo de quererlo tanto a él como a los otros dos chicos bajo tierra.
Sin embargo, Tord no podía sentirse celoso de Edd o incluso Matt, porque ahora sí existía una razón para que el británico le odiara y, ahora que existe una razón, parece que lo está aceptando en su vida; tal vez no como un amigo tan cercano como los otros dos, pero al menos no lo mató estando ebrio.
Tord se estaba volviendo un lío él solito y para cuando se dio cuenta ya el cigarro se le había terminado.
Entró al apartamento y Edd estaba en el comedor con la laptop y una tableta gráfica dibujando uno de sus cómics; había dejado acostado a Tom en el sillón y el de parche sólo se preguntó dónde iba a dormir ahora puesto que, desde un principio, había planeado acostarse en ese mismo sillón que ahora estaba ocupado.
—¿Tú no duermes? —preguntó Tord; ya se había hecho tarde incluso para él.
—No tengo sueño —le respondió Edd llevándose una lata de cola a la boca.
—¿No será por tanta cola? Creo que tiene cafeína.
—Puede ser, aun así no pretendo dejar de tomarla.
—Bueno, yo sí tengo algo de sueño… —dijo el noruego amablemente tratando de no sonar como si estuviese exigiendo el sillón; Edd miró a Tom unos segundos pensativo.
—No quiero despertarlo —el castaño le miró con duda rascándose la nuca—, puedes dormir en mi cama y yo iré al piso de Tom.
—No, es tu cama —se apresuró a decir el noruego y, sin tener muchas más ideas dijo—: yo puedo ir al piso de Tom.
—Hmm, si eso quieres, está bien. De todos modos no es como que se vaya a despertar pronto —dijo Edd sonriente—. Buenas noches —le deseó.
—Buenas noches —dijo Tord de la misma forma con una sonrisa amigable dispuesto a dirigirse al piso del británico.
—Oh, espera —le detuvo el castaño—, debe estar cerrado, revisa sus bolsillos, seguro tiene la llave por ahí.
Tord asintió comprendiendo y se acercó a Tom revisando el bolsillo de su sudadera, pero no había nada ahí; revisó los bolsillos de sus jeans y se planteó que eso era realmente incómodo en otros términos. Pensamientos malpensados y asustadizos sobre qué mierda haría si repentinamente el ojinegro se despertaba y le viera revisándole la ropa.
Y bingo, las llaves.
Con las llaves en mano, el noruego salió de ahí tranquilamente y fue al piso de Tom; no había nada fuera de lo normal, aunque estaba hecho un desastre, lo cual era bastante raro, puesto que recordaba al chico más ordenado.
Cuando entró a la habitación en la que dormiría vio su fotografía en un juego de dardos con un dardo casualmente en el ojo derecho.
«Qué curioso... yo te “pinché” este ojo en la mañana».
Oh, eso quiso decir —pensó Tord sintiéndose extraño, era una casualidad notable.