—Me gustan... ¿los trenes? —dijo Tord accidentalmente en voz alta mientras veía el afiche y seguía curioseando el sitio.
Tom nunca le dejó entrar a su habitación cuando vivían juntos, así que debía aprovechar aquella oportunidad de oro. Al noruego le picaban las manos si veía un cajón y pasaba de largo sin echarle una miradita mínimo a lo que había dentro; quería saber qué tipos de cosas tenía alguien como Tom.
Vio el computador color n***o sobre un escritorio con más papeles que estabilidad y se sentó rápidamente frente al ordenador del ojinegro; vamos, que un computador tiene más información sobre su dueño que cualquier otro medio de información en el mundo.
Bloqueado.
¡Por favor! Tord no pretendía pasar horas tratando de adivinar la clave, ni que Tom tuviese una vida tan interesan... oh esperen, sí que lo hizo. Lástima que no logró adivinarla.
Para cuando el noruego estuvo satisfecho con su «investigación» apagó la luz y se acostó en la cama —bastante cómoda— del británico. Segundos después notó que se había acostado sobre algo suave: un oso de peluche.
¿Esta cosa aún existe? —se preguntó Tord; creyó que el peluche se había vuelto polvo junto con un montón de cosas más.
Puso el oso a su lado, arropándolo como si fuera a afectarle la temperatura; se quitó el parche del ojo sin sentir molestia alguna pero, ¿qué sentido tenía poder quitárselo cuando estaba oscuro si en tanta oscuridad apenas se puede distinguir una silueta? Quién sabe.
Ignorando cualquier pensamiento pesado, cerró los ojos buscando dormir unas cuantas horas de más a las que solía dormir en el ejército.
↠↞
Tord se removió incómodo entre las sábanas a cuadros blancos y n***o —al más puro estilo ska de Tom—, hasta que ya no pudo sentirlas; no sentía absolutamente nada, era como si estuviese flotando. Abrió los ojos y extrañamente estaba sentado en posición india, en un ambiente muy soleado y pacífico, rodeado de árboles que tenían un tono rosa pastel al igual que todo el lugar. Sólo donde él se encontraba sentado no habían árboles, dejando ver un montón de grama del mismo color, de resto, parecía un bosque muy extenso. Había tanto silencio que era inquietante y el noruego se tocó el ojo derecho junto con el brazo del mismo lado; como si nunca hubiese pasado nada, ni el parche ni las vendas seguían ahí.
Notó que llevaba puesta su vieja sudadera negra, hace tanto que no la veía. Había un uniforme militar perfectamente doblado delante de él y, como un mal símbolo, aquello causó que comenzara a sentir la molestia en su ojo nuevamente mientras el viento movía las hojas de los árboles y la grama hacia una sola dirección de manera perfecta.
En resumen, las cosas pasaban rápido y no tenían mucho sentido.
Tord se levantó algo espantado, alzando la mirada al cielo, extrañándose cuando pudo apreciar una luna en vez de un sol digno de toda la luz que había. Una linda luna a pleno día.
—Volviste —escuchó detrás de él, volteó rápidamente y se encontró con Edd sentado en posición india con una sonrisa sincera confundiéndolo aún más.
—Volviste —resonó la voz del pelinaranja, Tord volteó por segunda vez y vio a Matt sentado de igual forma, también con una sonrisa cálida. Quiso tener en la vista a ambos chicos pero, Edd ya no estaba; eran sólo el narcisista y él.
—¿Matt? ¿qué es lo que...?
—Te fuiste —escuchó la voz de Tom y volteó por tercera vez para ver su rostro neutral. Trató de hacer lo mismo de hace un rato, tener en la vista a ambos chicos, pero, como ya se lo esperaba, el pelinaranja había desaparecido. El británico sentado en posición india al igual que Edd y Matt tenía un arpón ensangrentado sobre las piernas y Tord cerró bruscamente su ojo derecho. Sintió como su brazo comenzaba a sangrar llenando el césped rosa de un rojo característico, además que de la nada tenía puesto su uniforme militar. Gruñó de dolor y enseguida frunció el ceño viendo a Tom como el culpable de aquello.
—¡¿De qué hablas?! ¡yo volví! —vociferó el noruego molesto y acusador.
Tom sonrió. En una etapa aterradora, se podía oír todas las mentiras dichas por Tord a lo largo de su adultez, todas al mismo tiempo causándole un gran dolor de cabeza que lo obligó a cerrar los ojos y casi jalarse el cabello de desesperación.
—Stillhet! (¡Cállate!)
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Los tres chicos miraban sorprendidos al noruego, quien acababa de sentarse bruscamente en la cama; Tord se quejó cerrando su ojo «malo» y se sujetó el brazo derecho cubierto por vendas. Todos se sobresaltaron por su reacción, levantándose del borde la cama con miradas preocupadas y nerviosas.
—¡¿Estás bien?! —preguntó Edd sin entender el porqué de tan brusco movimiento.
Tord asintió aún adolorido, alcanzando el parche y colocándoselo nuevamente; fue entonces cuando vio su mano llena de su propia sangre.
—¡Por dios está sangrando, llamen a la policía! —gritó el pelinaranja con ambas manos en el aire, corriendo de un lado a otro como loco.
—Matt —le regañó Tom como si fuese su padre y el nombrado se detuvo.
—¡No, no, no! ¡Matt tiene razón, su brazo está sangrando demasiado! —exclamó Edd con una mueca de pánico llevándose ambas manos a la cabeza, y cuando Edd se alarma, todos lo hacen—, ¡no te quedes ahí parado, haz algo! —vociferó este moviendo al británico de un lado a otro mientras Matt volvió a la acción de gritar y correr como si se estuviese incendiando el lugar.
Tord aún medio dormido y distraído por el dolor no sabía si gritar también o golpear a Tom por lo que sea que haya pasado en su sueño.
—¡Líder! —entró repentinamente Patryck dándole una patada a la puerta, tumbándola abajo seguido de Paul, quien estaba apuntando con un rifle de asalto moderno.
—¡El líder está sangrando! —gritó Paul señalando a Tord y alarmando a su compañero.
Tom buscó velozmente en un cajón una venda y se acercó a Tord con la intención de parar el sangrado, pero el contrario alejó su brazo con desconfianza por mero instinto nada más.
—¡No te le acerques! —amenazó Patryck al ojinegro apuntándole con el arma.
—¡Estoy tratando de ayudarlo! —se defendió el de azul acercándose de nuevo a Tord.
—¡Paul! —se quejó Patryck esperando que el de cejas hiciera algo que le diera la razón.
—¡Edd! —dijo de la misma forma Tom.
—¡Matt! —gritó el castaño.
—¡¿Tord?! —chilló dudoso el pelinaranja.
—¡YA CIERREN LA BOCA! —gritó Tord ganándose la mirada y el silencio de todos los presentes.