El inicio del fin

627 Words
1 EL INICIO DEL FIN   Respiré profundo y conté mentalmente hasta veinte. No podía por nada del mundo permitirme perder la calma en estos momentos. No después de que casi lo había conseguido. Solo unos minutos. Me dije a mí misma. —¿Y bien, Emma, tienes todo contigo? —Levanté la mirada del boleto que sostenía entre mis sudorosas manos y miré al hombre que estaba frente a mí. Coronel de la armada, John Russell, de cuarenta y tres años de edad, aunque su físico no los demostraba, era uno noventa de pura musculatura y de origen afroamericano, con un par de ojos color avellana que hacían juego con su reluciente sonrisa. El mejor amigo de papá. Era el mejor amigo de papá. Tragué grueso y desvié la mirada. —Sí —respondí con la voz más firme que pude. Observé como asentía para sí mismo y miraba la hora de su reloj. Hizo una mueca de decepción y me miró triste. —Ya es hora —musitó en voz baja. Por favor, no. —De acuerdo —Respiré profundo y tomé mi equipaje de mano apretando la correa fuertemente en mi sudorosa mano. Traté de sonreírle para no angustiarlo más no quería hacer las cosas mas difíciles de lo que eran para ambos, pero simplemente no encontré fuerzas en mí misma para hacerlo. —Sabes que no quiero que te vayas, ¿verdad? —preguntó cuando ya estaba a punto de irme. Me detuve y lo miré—. Eres como una hija para mí, tú y tu padre eran la única familia que tenía y ahora que no están los dos... no quiero que te vayas, pero solo será por un año, después de esto podrás volver... Si al final es lo que deseas. —¡Por supuesto que es lo que deseo! —afirmé con vehemencia—. Soy un soldado, aquí es donde debo estar y es donde él deseaba que estuviera, no hay manera de que cambie eso. John se inclinó y me llevó a un muy apretado abrazo. —En ese caso te estaré esperando —susurró. Por los altavoces del aeropuerto se escuchó que llamaban a los pasajeros de mi vuelo, así que nos separamos. Él me sonrió antes de darme un último apretón en mis hombros con sus enormes manos—. Suerte, solo será un año. —Me temo que la suerte no existe —contesté tomando nuevamente mi equipaje y comenzando a caminar hacia las puertas de abordaje obligándome a no volver a mirar atrás, estaba segura de que si lo hacía esta vez me derrumbaría. Solamente, una vez que estuve sentada en mi asiento y alejada de las miradas, me permití soltar unas pequeñas lágrimas de tristeza e impotencia. Mi vida se estaba desmoronando frente a mis ojos y no había nada que pudiera hacer para evitarlo. La suerte no había salvado a papá y la suerte no me lo devolvería. Víctor Bennett, general de brigada en las fuerzas armadas, y mi padre, había muerto hace una semana en el campo de batalla, dos pequeñas pero mortíferas balas fueron las culpables de que él ya no estuviera aquí y de que ahora mi vida ya no sería la misma nunca más. Y lo único que me quedaba era una medalla en honor a él, por sus servicios y una placa conmemorativa. Y ahora estaba camino a cruzar un océano entero, rumbo a los Estados Unidos, con una hermana de él que la última vez que la vi fue cuando yo tenía siete años. Me mordí fuerte el labio inferior para contener un sollozo y me limpié las lágrimas del rostro con poca delicadeza. Era un soldado, entrenada para controlar mis emociones y reaccionar razonablemente ante las situaciones. Sí, la suerte no me devolvería a mi padre, pero tampoco lo harían mis lágrimas. Esto simplemente era el inicio del fin.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD