Lo tengo todo, pero aun así cada mañana al despertar me siento como si estuviera desamparado en medio de la nada
Abrí mis ojos de golpe y salí despedido de la cama, corrí hacia el baño y me lave la cara, tome el corrector de ojeras que usualmente usaba y lo aplique con cuidado, luego me mire detenidamente en el espejo asegurando que todo estuviera perfecto. Me detuve un instante y respire profundo, camine con calma hacia mi guardarropa y comencé a prepararme. Con calma elegí cada prenda y me las probé, asegurándome de que combinarán. No estaba apurado, así que me tomé mi tiempo para acomodar mi cabello y estar listo.
Terminé de arreglar mi camiseta, me observé por largo rato en el espejo, algo faltaba en mi atuendo, pero no me preocupe con aquel pensamiento, ya que era el que tenía habitualmente cada mañana, siempre sentía que algo me faltaba y por años intente buscar qué era aquello, pero supongo que el tiempo logró hacerme desistir de aquella idea y ahora mismo me había acostumbrado a tal punto que solo intentaba ignorarlo pretendiendo que quizás así se vaya por sí solo y aunque costaba largo rato generalmente lo hacía.
Salí del vestidor cerrando las grandes puertas corredizas de abeto blanco. Observé mi alrededor y caminé hacia la cortina de blackout, la cual abrí tocando un botón ubicado en la pared, siempre hacía lo mismo todas las mañanas, en realidad estaban programadas para abrirse automáticamente dentro de aproximadamente media hora, pero como era habitual solía despertarme mucho antes que mi despertador sonara. Mientras la cortina subía lentamente, las paredes grises tomaban un color más vívido reflejando el intenso sol que entraba. En la habitación solo había una cama con sábanas y frazadas blancas, a un costado se encontraba un sillón de dos plazas color marfil con almohadones de distintas tonalidades de gris, en el que nunca me había sentado. Mire por la ventana admirando la playa de los Ángeles cubiertas por una ligera niebla que no permitía distinguir bien el final del mar y el comienzo de la arena.
Tomé mi teléfono, volví mi atención una última vez a mi atuendo y salí de mi habitación, dirigiéndome hacia la puerta de entrada.
–Buenos días Jayden – dijo Mercedes, mi ama de llaves y quien fue mi nana a lo largo de todos estos años. La observé, ella sabía bien que odiaba saludar en la mañana, pero aun así continuaba haciéndolo.
Sin levantar mi mirada, sin cambiar de dirección y sobre todo sin decir una palabra, tan solo continué mi camino con mi rostro observando el suelo.
–Buenos días, Amo Jayden– dijo alguien más, pero no podría decir quien era, ya que apenas lo observé.
Entré al ascensor.
Al salir del ascensor giré mis ojos al notar que Kevin estaba por subir a buscarme, se veía nervioso y aquello me divertía.
–Estamos llegando tarde – dijo Kevin prácticamente corriendo hacia el vehículo e ingresando al asiento del copiloto.
Tomé mi teléfono antes de subir al auto y comencé a revisar mi popularidad, mis registros y cuantos tweet habían puesto sobre mí en la última hora, eran bastantes, pero no lo suficiente. Toda mi vida fue así, ya que no siempre se podía estar en la cima, al menos eso es lo que me decían, sin embargo, yo he sabido siempre encontrar la manera de mantenerme allí, por años tuve que reinventarme cuantas veces pude, llegando a tener que realizar miles de actividades que quizás no me agradaban por un poco de popularidad, cambiar de “amistades” y por su puesto de apariencia, al principio me movía según la moda, ahora, yo era la moda y dependía de mí estar siempre en busca da algo más cool que mostrar para que otros me sigan y convertir aquel en tendencia.
–Creí que el evento de mis padres era mucho más tarde –comenté poniéndome los lentes de sol, mientras el chofer abría mi puerta.
–Lo es, pero el establecimiento se encuentra al otro lado de la ciudad, es por eso que decidimos salir con tiempo por precaución, ya que tu madre te necesita a horario y fue muy específica con el momento de tu entrada–contestó Kevin.
–Buenos días, señor Jayden –dijo el chofer ingresando al vehículo. Lo observé hasta que ingresó, odiaba que me dijera, señor, pero nunca se lo decía. Realmente nunca fui de decir nada a menos de que deba. Al despertar en mi casa todos me saludaban, mientras yo continuaba mi camino sin escuchar a nadie, cada día era igual y aun así ellos continuaban saludándome diariamente, sé que era su trabajo, sé que debían hacerlo y eso siempre me impidió devolverles el saludo. Ingresé al auto mientras Kevin continuaba hablando del protocolo del evento y lo que debería decir.
–Olvide que iremos a una zona bastante turbia, que decidieron ponerla en el sitio más peligroso de la maldita cuidad, de seguro fue porque adquirirlas le salió mucho más barata –comente mientras negaba moviendo mi cabeza de lado a lado.
–El intendente le cedió el lugar para que pudieran construir una escuela allí –contestó Kevin.
–Así que todo es gratis –afirmé.
–Técnicamente, todos salen ganando, el político para su campaña, los Spot por publicidad, y tus padres para ayudar a jóvenes que desean soñar el día de mañana, seguir sus sueños como tú lo hiciste, sabes quizás ellos no tuvieron la suerte de tener padres que lo apoyen –aseguró Kevin.
Tomé una gran bocanada de aire.
Mis padres no lo hacían por esa razón, quizás era para lavar dinero o limpiar su imagen por la causa de malversación de fondos que hace poco tuvieron y que por supuesto taparon con más dinero.
–Seguramente tengas que decir unas palabras, aquí te dejo el discurso en caso de emergencia –Dijo Kevin cediéndome un papel, lo observé atentamente, tenía demasiadas palabras y eso comenzaba a preocuparme, realmente no deseaba tener que hablar demasiado, ya que hacía más de dos años que no había visto a mis padres y realmente tenía bastante temor de cómo iría a reaccionar al verlos, aunque aún no me producía nada ir hacia ellos, sentía como si algo me molestará, pero no logrará comprender que es.
Me puse los auriculares,
Mi mente es como estar a oscuras y que alguien esté constantemente molestándome, sin embargo, gracias a la oscuridad no puedo ver de dónde es que proviene. Todo el tiempo algo me fastidia, me inquieta, pero nunca pude entender que es realmente aquello que logra su cometido diariamente en mí. Baje del vehículo sintiendo un gran nudo en mí estómago, alguien apuntó su cámara hacia mí es por eso que sonreí.
–Llegas y debes decir “sorpresa” –dijo Kevin mientras yo avanzaba hacia el establecimiento.
Me sorprendí al notar que nuevamente mis manos sudaban.
–Lo sé, sé que debo hacer –contesté, desvíe mi mirada hacia una periodista que intentaba ingresar al edificio y discutía con el guardia seguridad que se lo impedía. La reconocía bien era la misma que me había entrevistado anoche.
–¿Fue usted? –preguntó en mi dirección al notarme. –Fue usted, ¿no es así? –preguntó insistiendo. Kevin se puso entremedio de nosotros impidiéndome que pudiera continuar observándola y luego puso su mano en mi espalda para escoltarme dentro del edificio.
–¿De qué habla? –pregunté mirando hacia atrás, donde la periodista continuaba mirándome.
–No tengo idea –contestó Kevin apresurándose.
–Están en una conferencia de prensa ahora mismo, debes interrumpirla con aquellas palabras y Miranda correrá a ti a saludarte –comentó mi ayudante, me di media vuelta sin dejar de caminar para observar hacia aquella periodista, pero al hacerlo choque accidentalmente con alguien quien casi logra que me cayera, por fortuna pude sostenerme evitando así arruinar mi atuendo, sin embargo, al observar hacia aquella joven pude notar que ella no había tenido la misma suerte.
–Idiota –dijo observando hacia aquella perrilla que ahora mismo se encontraba en sus manos partida en dos.
–Tú me chocaste –dije defendiéndome mientras observaba a mi alrededor.
–Claro, ustedes caminan ocupando más de la mitad del pasillo y ¿yo soy quien te chocó? –preguntó mientras continuaba tendida en el suelo. –Tan típico de hombres –
Le extendí una de mis manos y ella me observó. Noté a Kevin nervioso.
–Sabes, no importa quien haya sido déjame que te ayude a levantarte –comenté observando hacia mi mano mientras ella levantaba una de sus cejas y terminaba por rodar sus ojos.
–¿Por qué? –preguntó burlándose e intentando unir las partes de aquella perilla. –Está arruinado –dijo rendida.
–Porque soy un caballero, y eso es lo que hacemos. De hecho te diré más puedo remediar esa perilla –dije mientras ella me observaba sorprendida de aun tenerme frente a ella. Como si dentro suyo se preguntará ¿Aún sigue aquí?.
–No, Ken no hace falta –contestó observándome de reojo, era tan irrespetuosa que me fastidiaba mucho más que cualquier otra persona que haya conocido, y al mismo tiempo me divertía de gran manera.
–Ese no es mi nombre y estoy muy seguro que sabes quien soy, solo que estás muy molesta como para admitirlo – contesté sintiendo la mano de Kevin poniéndose en mi espalda.
–Debemos irnos –dijo observándonos hacia ambos y luego terminando en mí, mientras su rostro se desfiguraba de la desesperación.
–Claro –respondí con una sonrisa. –Un gusto –contesté cordialmente hacia ella, aunque era una maldita grosera, nunca se sabe cuando una cámara podría estar grabando y no deseaba darle fama a una persona tan desagradable como ella. En el pasado bastaba con observar a alguien de mala manera para que apareciera en el programa más bizarro y de chisme de la ciudad, tan solo para hablar de mí.
–No puedo decir lo mismo –susurró a mis espaldas mientras suspiraba.
–¿Qué maleducada no? – pregunté observando hacia Kevin mientras él abría una puerta y prácticamente me empujaba dentro.
–En estos barrios es habitual que se comporten así –contestó él observando detrás del telón. –Es aquí, recuerda, no entres hasta que no te de la orden –terminó de decir.
Sentí mi estómago endurecerse a tal punto que sentía como si me hubiera tragado una gran roca y ahora mismo está estuviera haciéndome peso en el interior de mi cuerpo.
–Es ahora –contestó, suspiré una última vez e ingresé.
Puedo fingir una sonrisa, puedo fingir ser feliz, puedo ser un increíble actor cuando me lo propongo y hoy debía hacerlo, ya que me encontraba a punto de encontrarme a ellos. Está frente a Miranda y Michael, no era sencillo, nunca lo fue, y estoy segura de que nunca lo será. Porque sin importar los años que pasen, esos malditos continuaban teniendo el control de mí.