“Un individuo Blackblood no tiene derecho a la atención médica, pues cualquier enfermedad u situación que le afecte es considerada parte del destino y esté decidirá su futuro sobre él”.
Aquellas palabras estaban escritas en la pared del muro del lado de “Brightside” antes de entrar, junto a varios decretos que desde hace años cumplíamos luego del destierro. Al cruzar observé a mi primo recostado en la sombra que esté le daba, los guardias estaban bastante cerca de él pero ninguno lo molestaban, mi primo vestía siempre una ropa nueva, zapatillas lindas y hasta tenía una bicicleta. Siempre me pregunté cuál era su profesión ya que desde pequeña deseaba tener su vida, está era un poco más cómoda que la de nosotros, a veces hasta tenia dulce de colores. Una vez le pregunté a mi padre sobre él y solo respondió, él no es “tú sangre”, mantente alejada.
Dejé a Gael en su casa y continué mi camino, los pasillos de mi barrio se veían tan apagados no poseíamos electricidad y la única luz que nos iluminaba la mayoría del tiempo era la solar, pero está era limitada y estos pasillos donde los precarios edificios eran altos la luz escaseaba.
Siempre estuve acostumbrada a esa pequeña sensación de alerta en mi interior, pero nunca se está lo suficiente por más alerta que estés el problema llega y te sorprende de alguna u otra forma. El sonido de una sirena detuvo mi corazón, oía autos pero no sabían desde donde venía el sonido. Comencé a respirar agitadamente, mi pecho subía y baja violentamente de igual forma que una patrulla atravesó una duna y entro al pasillo que yo me encontraba. Como pude me escondí entre una g****a entre medio de dos edificios, mi casa se encontraba a final del pasillo y una voz interior rogaba porque no sea allí donde se dirigieran los guardas. Mis piernas temblaba, sentí el coche detenerse justo unos metros delante de mi, apoye mi frente sobre la pared en la que me refugiaba. Oí gritó desde el interior de la casa.
-Por mi padre, por mi madre, por mi sangré que rodea mi cuerpo dándome valor y honor.- comenzaba a decir alguien desde el interior de la casa. Recitaba una frase antigua de los Black con ellas se entregaban a la muerte
-Señor Anthony Black, es usted acusado de ir contra las leyes del “Orden” será llevado al “DESANGRO” por sus crímenes. – Habló un guardia ingresando a la vivienda, mi cuerpo no paraba de temblar y en ocasiones sentí como si mi respiración parecía agotarse y mis pulmones dentro de mí se apretaban con fuerza, entre sí.
-Me entregó a mi destino y que sean mis antepasados quienes me reciban.- habló mientras lo esposaban.
Asomé mi cabeza, espiando lo que seria los últimos minutos de aquel individuó. Sentí alguien tras de mí, rápidamente me gire para observar a un guardia frente a mí. Sus ojos eran blancos parecían irreales. Su pelo del mismo color, poco sabia de los Whiteblood pero era bastante seguro que él era un “puro” de ellos.
-Corre.- dijo con su voz aguda, si corría de frente algún guardia podía dispararme, fue entonces cuando me señalo el final del pasillo donde me escondía, tenía una breve salida hacia los extremos del barrios. –Vete.- ordenó observando hacia atrás.
Apenas volteó corrí, lo angostó de aquel pasillo era lo único que aún me mantenía de pie debido a la forma en la que mi cuerpo parecía estar en shock. Al salir del pasillo apenas hice unos metros y colapse contra el suelo, el polvo de la tierra se elevó entrando por mis fosas nasales logrando que tosiera. Tuve miedo que aquello llamé la atención de los guardias es por eso que me puse de pie y corrí con todas mis fuerzas. Sentí las sirenas y el motor haciendo eco por las paredes del asentamiento. Mi corazón estaba a punto de explotar justo cuando entre a mi casa.
-Pa..- tomé aire, la falta de esté limitaba mis palabras.- Padre.- Llamé pero no parecía estar aquí, abrí la puerta de mi habitación, está estaba vacío, trague mi propia saliva está era la única que evitaba mi desmayo por la falta de agua que tenía. Tomé la cantimplora que había sobre la cama de mi padre y dejé caer aquel preciado líquido sobre mis agrietados labios. No tenía mucho pero era un oasis para alguien con mi sed.
Oí el llanto de un niño, parecía ser mi vecino. Me acerque a la ventana, está no era demasiado grande y apenas pude observar un poco. Vi a mi padre salir de allí y corrí fuera de la casa hacia su encuentro.
-Tranquila Vanessa haré lo posible.-dijo mi padre mientras está la abrazaba con fuerzas, y luego lo saludaba de despedida, el niño volvió a llorar esté estaba recostado sobre una cama con un trapo encima de él, pude ver sus venas sobresalientes de su cuerpo.
Mi padre me metió dentro de la casa mientras yo intentaba continuar observando, Jamás había visto algo así.
-¿Qué es lo que le pasa?. Pregunté mientras mi padre cerraba la puerta y se dirigía a tomar su mochila. Sentí un frio recorrer mi espalda por lo que sus futuras palabras me rebelarían.
-Esta enfermó, si no toma un medicamento rápido sus venas explotaran. – habló.
-¿Cómo es eso posible que tipo de enfermedad es esa?.- pregunté tomando asiento-No lo sé, pero la he visto antes y Jadeen no le queda mucho tiempo.
Observé como abría su libreta y mi preocupación era tan visible que lo notó.
-Puedes leerlo mientras vuelvo.- dijo tomando el libro nuevo y dejándolo cerca de mí.
-¿Por qué vas a irte?.-pregunté sin tocar el libro.
No respondió solo tomó un pequeño lápiz y anotó en su libreta.
-Es de día, deberías esperar a la noche como siempre.- dije, mi padre levantó su vista y me observó sorprendido, su secreto no era oculto a mi.
-¿Por qué debes ir?.-insistí
-Alguien debe hacerlo.-contestó volviendo su atención a la libreta, su mirada tenía cierta decepción en sus ojos.
-Y porque tienes que ser tú.- exigí.
El dejo cuidadosamente la libreta sobre la mesa de madera, y luego llevo su atención a mi cada segundo que se permitía para analizar mis palabras y sus respuestas eran eternos para una hija impaciente y temerosa.
-¿Y porque no?.-preguntó observándome fijamente apenas pestañaba.
-No es tú hija, dile donde consigues la medicina y que vaya su madre, es su familia.-contesté mientras sentía mi corazón latir con tanta intensidad que mi respiración parecía salir en sobre exceso.
Mi padre bajo su mirada rápidamente, observó la mesa y tocó con sus dedos la madera de está, luego un suspiro con aire a decepción salió de su interior. No me arrepentía de mis pensamientos y espera conseguir que el cambie los suyos.
-¿De qué color es la sangre de Jadeen?.- Preguntó sin mucho ánimo.
-Negra.- contesté anticipadamente sabía que no podría ganarle, no a él.
-¿De qué color es tú sangre?-dijo respirando nuevamente con pesadez con su mirada aún baja.
-Negra.- volví a contestar. Levanto su vista y me observo con dolor, tenía sus ojos rojos pude notar el hecho de cuanta decepción le provocaba esta charla.
-¿De qué color es mi sangre, hija mía?.- preguntó con su dedo índice señalando su pecho.
-Negra.- dije mientras sentía las lágrimas acularse en mis ojos.
-No vuelvas a decir que no es mi familia. Cada persona que vive aquí, es tú familia. – dijo sin bajar su mirada y poniendo énfasis en cada una de sus palabras.- Cada individuó que posea sangre negra en sus venas es tú familia. Y si tú familia necesita algo debes ser tú quien se los provea. Hay muchos que ven la necesidad y continúan su camino sin mirar atrás. Yo no soy uno de ellos y espero que tú tampoco lo seas.- terminó de decir.
Lleve mi vista al suelo, el polvillo del piso se pegaba a mis zapatos, sentí una lagrima descender por mi mejilla, mordí mi labio inferior intentando contener todas las otras lagrimas que esperan impaciente ser libres.
Entrelace mis dedos uniendo ambas manos y las apoye sobre la mesa, mientras mi mirada permanecería en el suelo. Sentí la mano pesada y cálida de mi padre posarse sobre mis manos. Sentí otra lagrima caer, trague con fuerza.
-Lee tan solo dos capítulos, no te me adelantes mucho cuando vuelva leeré contigo.- habló poniendo el libro a mi lado.
Moví mi cabeza afirmando, no podía hablar y mucho menos podía mirarlo a los ojos. Su pensamiento era correcto y aun así no lo entendía, me sentí indigna.
-Come algo antes de acostarte, vendré apenas pueda. - dijo poniéndose de pie, volví a afirmar como respuesta. Vi sus zapatos negros y desgastados pasar a mi lado y luego desaparecer, el ruido de la puerta de madera rechinando al abrirse hizo que en mi estómago una bola enorme se formara y esta subiera hasta mi pecho.