10- ¿Estás lista para más?

2369 Words
Declan Con mi mano tocando ligeramente la parte baja de su espalda, sigo a Jazmín hacia su edificio, subo dos tramos de escaleras y bajo por un pasillo hasta que se detiene frente a una puerta. —Aquí estamos— la abre y la empuja. —Lo siento, es un desastre— dice mientras enciende la luz. —He estado muy ocupada— Miro alrededor de su sala con curiosidad. El lujoso sofá verde parece que podría tragarse a la gente entera, y está cubierto de mantas y almohadas en tonos joya y estampados bohemios. Panorámicas de paisajes enmarcados y laminas art Nouveau cuelgan de las paredes. Y, por supuesto, una gran estantería domina el otro extremo de la habitación, rebosante de libros de todas las formas, tamaños y colores de portada. En general, la decoración ecléctica no es necesariamente lo que habría imaginado, pero le sienta bien a Jazmín. Puedo ver por qué le gusta. Acogedora, suave, atractiva…incluso podría usar la palabra “linda”. Está muy lejos de la estética elegante e hipermoderna de mi pent-house. Comparado con esto, mi lugar se siente incómodamente estéril en lugar de elegante. —No veo ningún desorden— respondo con sinceridad. Claro, hay algo de desorden, pero hace que el lugar se sienta habitado. Como un lugar al que la gente va para sentirse como en casa, no solo para dormir. Ella se ríe. —Es amable de tu parte decir eso. ¿Quieres algo de beber? — Se agacha para quitarse las botas y las deja en la bandeja junto al armario de la entrada. —No, gracias— Empiezo a quitarme los zapatos también y me invaden los nervios de repente. Esto es todo, pienso, mientras mi ritmo cardíaco se acelera. Cuando nos conocimos, me preguntaba como Jazmín seguía soltera, y ahora que nos conocemos mejor, sigo sin tener idea. Parece el paquete completo: no solo guapísima, sino también inteligente, divertida y genial. Totalmente magnética. Y después de toda nuestra conversación sobre sexo, finalmente la estoy poniendo en mis manos, entrando dentro de ella. He estado medio duro desde anoche solo por la anticipación. Por primera vez desde la secundaria, me siento inseguro de mí mismo. Este no es exactamente un escenario convencional después de una cita. ¿Cómo debería empezar? ¿Vamos a entrar en intimidad poco a poco, tal vez sentarnos en el sofá y hablar primero? ¿O simplemente iremos al grano y nos meteremos directamente en la cama? —De acuerdo— Jazmín da unos pasos por la sala, luego se detiene para mirarme. —¿Estás listo ahora? — Eso responde a mi pregunta. Si quiere ir directo al evento principal, no me quejo. —Absolutamente— respondo con una sonrisa. Continuamos por el pasillo y entramos en el dormitorio. Pero en lugar de encender la luz, la sombra a mi lado, que es Jazmín, se mueve en la oscuridad. Oigo el crujido de la tela: ¿Se está desvistiendo? ¿Qué demonios? Frunzo el ceño con decepción. Quería verla completa, y nunca la habría catalogado como tímida. Tanteo la pared en busca del interruptor de la luz, no encuentro ninguno y busco a tientas a ciegas. Jazmín se aleja. Los muelles de la cama crujen, seguidos de más crujidos. Mi mano golpea una lámpara y la enciendo. Jazmín está en la cama, tumbada boca arriba bajo las sábanas, ni siquiera mirándome. —¿Qué estás haciendo? — pregunto, intentando no sonar exasperado. Todo lo que dice es: —Vamos Apaga eso y entra— Estoy empezando a molestarme, apago la lámpara de noche y me desnudo lo más rápido que puedo, dejando caer mi ropa al suelo, ya que no puedo ver donde ponerla en ningún otro lugar. Un segundo después, su voz en la oscuridad pregunta. —¿Vienes? — —Espera, me estoy quitando la ropa— murmuro, concentrándome en intentar no tropezar. —¿Por qué? — suena como si realmente no tuviera idea. —¿Qué quieres decir con por qué? — Estoy totalmente desconcertado. —Estamos teniendo sexo. Me estoy desnudando. ¿No es normal? — —Soy muy consciente de que estamos teniendo sexo— dice con un tono ligeramente gélido. —Lo que quería decir es que no tienes que quitarte todo, ¿sabes? — Estoy dividido entre reírme o enojarme. Toda esta situación se está volviendo loco. No estaba preparado para nada de esto. —Pero quiero— digo rotundamente. —¿Hay algún problema si estoy desnudo? — Una pausa, luego dice: —Supongo que no, pero, quiero decir…no es necesario estarlo— No sé cómo responder a eso, así que me meto en la cama a su lado. Mi cuerpo se calienta de anticipación; finalmente, voy a tocarla. Inhalando su maravillosa fragancia florar, me inclino para nuestro primer beso. Pero me aparto de inmediato cuando se pone rígida al tacto de mis labios. —¿Estás bien? — pregunto. —S-sí, estoy bien— balbucea. —No me lo esperaba, eso es todo— ¿Está nerviosa? Tan suave como puedo, le digo: —¿Necesitas posponerlo? Podemos intentarlo de nuevo en otro momento. —No— dice, y la repentina fiereza en su voz me hace parpadear. —Quiero que me folles— —De acuerdo— digo lentamente, confundido. Si no se está acobardando, ¿Cuál es el problema? —Puedo hacerlo. ¿Pero está bien si nos besamos primero? — Otra larga pausa. —Yo… supongo que si— Me inclino hacia delante de nuevo. Intento que se acostumbre a la idea de mis labios sobre los suyos, decidiendo ir despacio, mantenerlo casto, sin lengua. La incomodidad desaparece gradualmente de su cuerpo y sus labios comienzan a abrirse contra los míos, al principio simplemente aceptándome, luego correspondiéndome. A pesar de todo lo que ha hecho para despistarme, empiezo a volver a la rutina. La atraigo hacia mí. Pero cuando nuestros cuerpos se rozan, en lugar de una piel cálida y aterciopelada contra mi pecho desnudo, siento… algodón. Jesús, María y José. Todavía lleva puesto el sostén. Paso la mano por la deliciosamente redondeada curva de su cadera y siento una cinturilla. También sigue llevando bragas. No me extraña que esté pensando en Jesús, María y José, porque aparentemente Jazmín confía en la inmaculada concepción para quedar embarazada. Qué raro. Se quitó la ropa, ¿pero no la ropa interior? Supongo que todavía estamos en la etapa de los juegos previos, así que puedo trabajar con esto. Ahueco su entrepierna y sonrió contra su boca cuando chilla. Mis dedos acarician la fina tela, provocándola. La excitare un poco antes de pasar a frotar la palma de mi mano contra su clítoris… Pero nunca llego a esa parte porque Jazmín se congela de nuevo y retiro mi mano. Me aparto y rompo el beso, ignorando su pequeño murmullo interrogativo. —Bien, ¿Qué te pasa? ¿Te sientes bien? ¿Deberíamos parar? — —Puedo quitármelas— se retuerce bajo las sábanas. —Listo, lista para ti— —No, no estás del todo lista— resoplo. —Las bragas no son el punto. Probablemente ni siquiera estés mojada todavía— —Tengo lubricante— Se aleja. Oigo el roce de un cajón de madera, luego el ruido de un ron. Finalmente me doy cuenta. Ella espera que simplemente se la meta. Que entre y salga. Que la use como nada más que un agujero caliente. ¡Bam, bam, bam, gracias, señor! Que deposite mi semen y siga adelante. Bueno, no gracias. Podría estar masturbándome en ese maldito vaso de plástico. No voy a follar con alguien que yace flácido como un pez muerto… la idea me pone los pelos de punta. Salto fuera de la cama y enciendo la lámpara. Jazmín se incorpora y me mira con los ojos entrecerrados ante el repentino torrente de luz. —¿Qué pasa? — —Que no pasa? — espeto. Empiezo a caminar de un lado a otro por la habitación, demasiado enfadado como para preocuparme por estar completamente desnudo y probablemente parecer ridículo. —No me apunté para un pum, pum y ya. Y lo siento, pero esto no es lo que esperaba, no es lo que hablamos— Me doy la vuelta al final de la habitación y doy una segunda vuelta por la habitación, con el cerebro aun procesando. —Tengo mis propias reglas. Primero, voy a hacer que te corras para mí, más de una vez— No responde y me vuelvo hacia ella. Tiene los ojos muy abiertos y parpadea, aparentemente aturdida. Entonces me doy cuenta de hacia dónde está mirando y, a pesar de mi enfado, tengo que sonreír con suficiencia. La molestia y la confusión han disminuido mi lujuria, pero sé que estoy a la altura, incluso con una erección ligeramente marchita. —¿Te gusta lo que ves? — bromeo, acomodándome en una pose sensual —Se hace aún más grande, lo prometo— —¿Q-que? — sus ojos se fijan en los míos. Y sonrió. No solo con diversión que sus mejillas están sonrojadas. —Uh, está bien— Con suficiencia, cruzo los brazos sobre el pecho, asegurándome de no cubrir mi intimidad inferior. —Por supuesto lo está . ¿Escuchaste algo de lo que dije? — Me mira fijamente. —Si, quieres que me corra. Está bien. Las contracciones vaginales del orgasmo aumentan la posibilidad de concepción— Interrumpiéndola con mi frustración s****l, gruño: —¿Pero ¿cómo se supone que voy a hacer eso si apenas me dejas tocarte? — —Oh, no tienes que preocuparte por eso. Solo pensé en usar mi vibrador después de que te fueras— dice con indiferencia. Me quedo boquiabierto y la miro boquiabierto. Ya no es ni Jesús, ni María, ni José. Es toda la corte celestial. —¿Con que clase de hombres has estado? — Obviamente, del tipo que no sabe usar su polla. —No importa, eso cambia ahora. Tenemos que hablar— Me siento en la silla de madera frente a su escritorio, ignorando el desagradable frío en mi trasero desnudo. Se incorpora, tirando de la sábana para cubrirse el sostén. —¿Hablar de qué? — Ahora ella también se está enfadando, pero en realidad no me siento mal por ello. —Estudiaste educación s****l en la preparatoria, ¿verdad? Todo lo que tienes que hacer es correrte dentro de mi — —Créeme, lo sé todo sobre los pajaritos y las abejitas. Pero quiero que tu también disfrutes de esto, no que solo lo aguantes por quedarte embarazada— La miro a los ojos esperando que pueda oír mi sinceridad. —Quiero follarte, Jazmín Ford, a toda la mujer, no solo… dejarte mi muestra dentro y alejarme— Hago una mueca. —Entonces, ¿podemos intentar eso? — Divertirnos en la cama como personas normales y cachondas, no añado eso. —Mmm…— Se muerde el labio, como si la idea de disfrutar el sexo fuera nueva para ella y tuviera que reflexionar sobre ella. No entiendo por qué esta es aparentemente una decisión tan difícil, pero trato de sentarme pacientemente y esperar a que termine de pensar. Finalmente murmura: —Supongo que no puede hacer daño— —Se supone que no debe hacerlo, y si el chico con el que te acuestas sabe lo que hace, se sentirá bastante épico— A menos que los participantes quieran que duela, pero esto está fuera del alcance de esta conversación. —Confía en mí, haré todo lo posible para que esto sea bueno para ti si me lo permites— Ella asiente lentamente. —Lo haré— —Me atraes, Jazmín. Te encuentro sexy e inteligente, y quiero follarte. ¿Tu también quieres eso? — Se lame los labios. —Si— Con una sonrisa victoriosa, regreso a través de la habitación hacia la cama. —Entonces ven aquí— gruño. La levanto sobre sus rodillas y le doy el beso más ardiente que puedo. Se acabó lo de ir lento y casto; voy a tomarla como he querido hacerlo toda la noche. Un jadeo, un gemido se le escapa y sonrió contra sus labios. Me alegra saber que no he perdido mi toque. Y hablando de toque… Mientras mi lengua explora su boca, rodeo su flexible espalda para desabrocharle el sujetador. Lo bajo por sus brazos y me dejo llevar por la sensación de su torso desnudo presionando contra mi pecho. Pechos llenos, suaves y pesados, piel sedosa, coronada por pezones ya endurecidos…maldita sea, tengo que probarlos. Jazmín ahoga un ruido de decepción cuando abandono su boca, solo para suspirar de felicidad mientras beso su mandíbula, su cuello, sobres su clavícula, y luego mi premio. Chupo y lamo uno de esos bonitos pezones rosados, haciendo rodar el otro entre mi pulgar y mi índice. Sus gemidos pronto se convierten en gritos de necesidad. Bajo mi mano libre y paso mis dedos por su hendidura, sintiendo la humedad que había buscado antes. Sus caderas se mueven hacia adelante y mi polla da una sacudida en respuesta. Oh, claro que sí, ahora sí que estamos hablando. Me sumerjo, deslizando dos dedos hacia adelante y hacia atrás sobre su clítoris. Ella gime y se aferra a mis hombros, temblando con cada pasada. Sus escalofríos aumentan abruptamente, todo su cuerpo tiembla. ¿Mierda, ya? Mi polla palpita. Solo pretendía provocarla, pero parece que hice un trabajo demasiado bueno. La froto durante su orgasmo hasta que se estremece y se hunde contra mis hombros. La vuelvo a colocar en la cama, donde se sienta con las rodillas abiertas, todavía respirando rápido y con los ojos muy abiertos. —Pobrecita, debes haber estado reprimida— ronroneo. —¿Cuánto tiempo ha pasado desde que alguien te dió lo que te mereces? — Todo lo que dice es: —Mierda— Suena aturdida.—Eso estuvo…— Contengo una risa. —Ese era el plan. Ahora, ¿Estás lista para más? — —Absolutamente— dice, su voz aún débil, pero ronca. Ya ansiosa por más. Sonrió y me lanzo a darle otro beso profundo. Esta noche va a ser divertida.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD