Epígrafe

683 Words
Una pequeña niña observaba atentamente al niño correr en las escaleras. Ella sabía que en cualquier momento se caería y terminaría muy herido. Ya lo había visto el día anterior . Al niño en el suelo y su madre llorando. No quería revivir esa escena de nuevo. —¡Mamá! — la pequeña de ojos café jalaba el vestido de su madre un poco asustada. —¿Qué ocurre? —preguntó la mujer mientras se arrodillaba hasta llegar a su altura. —Ese niño, lo vi caerse de las escaleras, debemos evitarlo— la mujer frunció el entrecejo para mirarla desorientada. —Tal vez soñaste algo parecido cariño, eso suele suceder. —-No, pero yo recuerdo que él corría y corría y de pronto, pum, al suelo. — Explicó la pequeña con gestos. —Es que la baranda está floja— su pequeña voz preocupada aterró a su madre. — ¿Quieres que le diga a su mamá?— ella asintió. La mujer se levantó y se acercó a la rubia que vigilaba al pequeño. —Debería bajar al niño, parece que la baranda está floja— la rubia se asustó y subió para verificar que estaba en lo correcto. Tomó al pequeño de la muñeca y lo bajó de ahí. —Gracias, si no me decía de seguro le habría pasado algo. Le diré al dueño del edificio que esto es peligroso— la mujer asintió sonriendo para luego mirar a su hija. — ¿Pero cómo lo supo?— tragó duro y luego se encogió de hombros. —Mi hija me lo dijo, es muy observadora. Al parecer notó cómo se movía por el viento— la señora asintió y le sonrió a la pequeña. —Gracias cariño, salvaste a mi hijo— revolvió su cabello. — ¿Cómo te llamas?— ella se rascó la cabeza y luego sonrió. —Soy Adria —Okay, Adria. Eres una buena niña. Muchas gracias— la mujer finalmente se despidió y salió de ahí mientras Eleonora observaba a su hija. —Vamos— le dijo para guiarla hacia la casa. Al llegar, le dio un par de pastillas con un vaso de agua. —Toma tus vitaminas Adria— le indicó mientras la niña asentía no muy contenta. Odiaba esa medicina, sabía a limón. Odiaba el limón. Pero la última vez que lo había rechazado su madre lloró mucho. Al igual que había sucedido con el incidente del niño, había veces donde los días se repetían. Así que cuando eso sucedió la primera vez, optó por obedecer a su madre para no hacerla llorar de nuevo. Suspiró y finalmente las bebió. —Es por tu bien ¿lo sabes verdad? — Adria asintió para luego recibir un beso. — ¿Mamá? —¿Si? — ¿Es normal que a veces los días se repitan dos veces?— Eleonor abrazó a la niña. Esta era la quincuagésima vez que le preguntaba aunque su madre solo recordara la mitad. —No lo es cariño — ¿Soy rara? —No lo eres mi vida, eres única— recostó su cabeza en la de la pequeña. — Solo no le cuentes a nadie sobre esto. Puedes hablarlo con tu padre y conmigo, pero, a otros no se los digas. — ¿Por qué? —Porque pueden hacerte daño— Adria asintió. —Bien, entonces no se lo diré a nadie. —Esa es mi pequeña. Una vez Adria se quedó dormida, Eleonora se sentó en el comedor mientras bebía un poco de vino. Se sentía más relajada al saber que su hija era muy obediente y prudente. Tomó un sorbo. Al dejar la copa en la mesa el timbre de la casa retumbó en el comedor. Se levantó para verificar quién era, sin embargo, no había nadie. Solo una caja y una nota. Recuerda que debe tomarlas todos los días. Tragó duro y entró a la casa rápidamente. Abrió la caja en donde encontró más botes de pastillas para al menos dos años. Apretó los puños a punto de llorar. —Bien, que así sea.
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