Capítulo 1: Viajando en el tiempo

1455 Words
13 de octubre de 2020 Mi alarma sonó a las siete horas en punto. Debía levantarme para llegar a la clase del profesor Dimitri. Sin embargo, mi cuerpo se sentía pesado y cansado. El fin de semestre estaba cerca y las tareas se me habían acumulado. Terminaba una y aparecían otras cinco. Era realmente deprimente. Silencié un par de veces mi alarma, pero al final arrastré mi pobre cuerpo hasta la ducha para poder asearme. No estaba tan preocupada por llegar tarde, ya que sabía que el profesor se atrasaría. Y seguro se preguntarán que cómo lo sé. Bien, es sencillo de explicar. Por alguna razón, desde que tengo memoria, hay días que llegan a repetirse dos veces por lo que los he usado a mi conveniencia, como hoy, por ejemplo. Mi padre no estaría, así que me evité hablar sola en casa, tomé un vaso de leche y caminé hacia el autobús, la misma anciana junto a su nieto se subieron primero y luego yo. El bus se detendría al menos unas diez veces hasta llegar a mi destino. Saqué mi libro para recordar las respuestas de las preguntas que vendrían en el examen de historia francesa mientras contaba mentalmente las paradas. Sin embargo, me sorprendió ver que, en la sexta parada en lugar del joven de camisa roja, quien se suponía debía subirse, terminó subiendo un joven de cabello n***o con pantalones desgastados y una camisa blanca holgada. Se sentó a mi lado causando curiosidad a mi persona. No entendía por qué él estaba aquí y no el chico de camisa roja. Normalmente los eventos y personas no cambiaban así que esto me parecía extraño. Debido a que soy muy mala al disimular, él notó que lo observaba sin pudor. — ¿Tengo algo en la cara?— hice una mueca ante su pregunta. —No— respondí regresando a mi lectura sintiendo la cara roja de vergüenza. Para olvidar dicho momento regresé a ver mi libro y ubicarme donde me había quedado. Así que rememorado, fue en 1795 cuando Napoleón se rebeló contra los monárquicos siendo nombrado comandante del Ejército francés en Italia. Vaya dato interesante, si tan solo mi profesor no estuviera traumado con Napoleón. Suspiré. Antes de leer el próximo texto sentí que me observaban. Levanté mi mirada notando como un viejo rabo verde me sonreía con una cara asquerosa, más precisamente viendo la pequeña línea que se marcaba entre mis dos senos. El idiota me mandó un beso mientras yo cubría con mis manos mi pequeño escote. —Viejo asqueroso— la voz del chico a mí lado me sorprendió. —¿Disculpe?— el hombre observó ofendido al chico mientras yo examinaba la situación en silencio. ¿Qué estaba pasando? —Observando a una joven sin decoro. Que asqueroso— Se levantó de su asiento. —Todos los aquí presentes— tomó del cuello de la camisa al viejo —Este pervertido acaba de acosar a la chica a mi lado. Es una escoria para esta sociedad. — La gente comenzó a murmurar criticando al hombre mientras intentaba defenderse, al final terminó bajando del autobús como una gallina. — ¡Vaya!— observé admirada. —Gracias— le dije mientras el asentía sin decir más. Finalmente, llegué a mi parada y antes de bajar le agradecí de nuevo al chico por lo sucedido y él simplemente soltó un “de nada.” Una vez en la acera me di cuenta de que la aparición del viejo no había sucedido antes. De haberlo sabido hubiera preparado un buen manojo de insultos. Dejando de lado eso, era extraño. Meneé mi cabeza para no darle más vueltas al asunto y comencé a caminar. Vi que eran las ocho con diez minutos, aún tenía tiempo para llegar y en cualquier momento mi amiga Hebe llamaría. —Cinco, cuatro, tres, dos…— el ringtone de mi celular comenzó a sonar. —Hola preciosura de mujer— respondí contenta. —Deja de decir tonterías. ¿Dónde estás? — me reí —De camino. —Tienes suerte de que el profesor aún no haya venido— me carcajeé internamente. —Ah no te creo. Qué te digo. Soy una chica con suerte— dije lo último cantando. Ella rio. —Por cierto, te aconsejo que repases mucho el capítulo de la Revolución Francesa y sobre Napoleón, vendrán muchas preguntas sobre eso. —¿Cómo lo sabes? —Intuición— ella suspiró. —Tú y tu maldita intuición— tosió un poco —Bien, te haré caso.— Sonreí orgullosa —Date prisa, que el viejo en cualquier minuto viene. —Okay, ya voy— respondí y cortamos. Mientras esperaba a atravesar la calle para llegar a la facultad noté que el chico del bus estaba parado a unos cuantos metros de mí. Él no podía verme, pero yo sí a él. Jamás me había dado cuenta de que un chico como él existiera en el campus. Era un poco raro. Ni siquiera noté que había bajado conmigo. Mientras lo analizaba, algo muy extraño sucedió. Un carro venía a toda velocidad y el chico comenzó a caminar por la calle como si nada, tan despacio como una tortuga y nadie decía algo, era como si no estuviera ahí. No pude quedarme quieta, era evidente que el chico quería hacerse daño así que corrí con todas mis fuerzas y me lancé a la calle para empujarlo al otro lado de la acera. —¿Acaso estás loco?— lo miré furiosa una vez intentaba levantarme del suelo. Por otro lado, él me observaba con una cara completa de sorpresa. —¿Quieres morir atropellado?— pregunté viendo hacia la calle dándome cuenta que ya no estaba en el campus. Sin palabras noté que a mi alrededor solo había monte y además estaba atardeciendo. Me froté los ojos pensando que veía mal, pero la misma escena se presentaba ante mí, no había edificios, no había calles, no había árboles, no había autos y tampoco alumnos. Solo él, yo y un amplio campo. Esto no podía ser posible, acaso yo…yo… —¿Estoy muerta?— pregunté cayendo al suave césped cuando las lágrimas comenzaron a salir. Eso tenía sentido. El chico y yo habíamos muerto y ahora estábamos en medio de la nada vagando como espíritus en pena por ser suicidas. —¿Cómo pasaste?— escuché que murmuró. Giré a verlo limpiando mi cara para luego levantarme con pesadez y acercarme a él. —Nos morimos por tu culpa maldito idiota— lo señalé. Él me miró sin palabras. Para luego tomar mi muñeca con fuerza. —¿Qué haces?— intenté soltarme pero él no me dejó. —¿Cómo pasaste el túnel? —¿De qué carajos hablas? —Tú me empujaste y terminaste aquí conmigo. ¿Quién diablos eres?— su apretón me estaba doliendo. —Me duele— expresé y me soltó. Se dio la vuelta comenzando a caminar como loco. —Debes acompañarme. —¿A dónde?— pregunté mirándolo. —A averiguar por qué rayos lograste pasar el túnel del tiempo. —¿Túnel del tiempo?— pregunté. Entonces se detuvo de golpe. Comenzó a buscar en su pantalón algo hasta que sacó el celular. Un momento, ¿había celulares en el limbo? Eso sí que era nuevo. —¿Recuerdas que fecha es hoy?— asentí ante su extraña pregunta. —Dimela— suspiré. —Trece de octubre de 2020— entonces me mostró las noticias en su celular. Todas eran del catorce de octubre. ¿Cómo era eso posible? —¿Se confundieron de fecha? —Supongo que es difícil de creer— Suspiró. —Sígueme— dijo señalando el frondoso bosque que se presentaba ante mis ojos. —Yo no iré por ahí. Puede que esté muerta, pero mi alma no vagará por esos rincones— me crucé de brazos. Él volteó los ojos, claramente irritado. —¡Escucha niña, no tengo tu tiempo!— me espanté al escuchar su alto tono de voz, además, ahora me daba cuenta de su intimidante altura y sus ojos azules que me veían con completa furia. —Está bien- canturree.— Pero explícame qué sucede. —Sí te lo digo no me creerás. —¿Cuánto apostamos?— me burlé. Me miró irritado. —Solo dímelo, no pierdes nada con hacerlo. —Tienes razón, no pierdo nada— asentí. -Bien, pero si te desmayas no me eches la culpa— bufé. —Dime— respiró hondo y luego fijo su vista en la mía. Mi corazón latía a mil por hora ansiosa por lo que escucharía. —Yo…— frunció sus labios un momento, luego se relajó -soy un viajero del tiempo.
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