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Vanidad y lujuria

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Blurb

En años donde la familia Córcega fue una respetada familia, repentinamente pasa por problemas financieros a causa de la muerte del jefe de la mansión, deja en caos la estabilidad de la compañía familiar.

Una trama muy cambiante e inesperada rodea la novela que representa a un joven millonario, el heredero de la fortuna familiar, y deberá afrontar muchas dificultades y asumir retos que lo llevarán a su objetivo y en el camino contrata una joven asesora que llega para envolver al joven Córcega.

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CAPITULO I
Capítulo I         La mansión Córcega ha albergado a 6 generaciones de la familia Córcega, desde el obstinado don Manuel Córcega, quien desde joven había amasado una fortuna y con parte de ella, compró un gran terreno, en una zona algo remota de la pequeña cuidad de Jorquera en los años 1830, y en este terreno erigió la actual mansión Córcega, 16 años se tardó en terminar la construcción de la imponente mansión.         Don Manuel era muy bien conocido por ser un hombre reservado y de pocos amigos, incluso no se le conoció esposa, era bastante raro, pero a pesar de no tener una esposa formal, siempre se corrió la voz de que don Manuel mantenía relaciones con sus empleadas y el rumor tomó más fuerza, ya que lo que se cuenta de generación en generación, es de que una de sus empleadas había quedado embarazada y ella vivía en la mansión ya que sus padres habían muerto de niña, y a la edad de 13 años, en una expedición a las islas Filipinas, el señor Córcega la había tomado y puesto como su ama de casa y más leal empleada de limpieza. Realmente estaba muy joven cuando ella termino embarazada, ya que según el registro de nacimiento del abuelo Ricardo, la mamá era Clemente, cuyo nombre se lo había puesto don Manuel al llevarse a la joven filipina a España, ya que la muchacha realmente se llamaba Anatoya y cuando concibió a Ricardo tenía 16 años, y don Manuel 54, siempre se dijo que ella había escapado varias veces por la noche al potrero y que el padre de la criatura debió ser algún pobre desgraciado de los que se encargaban de los caballos, pero años después el abuelo Silvio encontró unas cartas dónde Clemente le declara su amor a don Manuel y le confesaba que extrañaba estar con él y que siempre había sido el único que le toco y la que un día la hizo mujer, eso dejaba muy claro que Ricardo, hijo adoptivo del respetado Manuel Córcega, era su legítimo hijo y que por eso se había hecho cargo de él.         La familia guardaba muchos secretos, desde que se instauró como una familia acaudalado de Jorquera, el primero, “el amargado Don Manuel”, que adoptó, crío y embarazó a su sirvienta, y por respeto de los grandes señores del país, decidió decir y hacer constar que su heredero era un hijo adoptivo, que años después el hijo de don Ricardo, el perspicaz y talentoso Silvio, descubrió la verdad, lástima que solo fue años después de la muerte de su padre. El pobre don Ricardo se fue a la tumba sin saber la verdad sobre su progenitura.         Silvio uso su astucia para hacerse camino en el mundo revolucionario de la industrialización y eso hizo que la familia se hiciese más millonaria de lo que ya era. Pero para desgracia del patriarcado de la familia, don Silvio solo tuvo tres mujeres como hijas, las cuales estaban algo mal de la cabeza, la mayor la siempre insaciable Maryori, la cual era gorda y murió muy joven por las enfermedades generada por su obesidad, ni pretendientes se le conocieron, la segunda fue Elena, una mujer que solo pensaba en tener sexo, ella trajo 8 pobres desgraciados a este mundo, y 3 de ellos muriendo antes de poder cumplir los 5 años, todos enfermos y con deformidades, Elena murió de una enfermedad provocada por las tantas veces en la que tuvo relaciones sexuales, no se supo exactamente de cual, se dice que de sida, incluso mi abuela cuenta que su hermana, tuvo relaciones con el hijo de una de las mujeres de la limpieza, un niño de 10 años. Y mi abuela la "menos loca" ella solo tuvo dos hijos mi padre Manuel Córcega JR. y mi tía María, ambos fueron enviados a colegios donde pasaron más parte de su vida que en la misma mansión, en esos años mi abuela defendió la herencia de don Silvio, y decía que los hijos de Elena, habían sido concebidos fuera del matrimonio y que no debía recibir nada de la herencia, mi abuela defendería a capa y espada la herencia, y su esposo, y mi abuelo José, era un hombre de temer, él en varias ocasiones amenazó de muerte a los sobrinos de la abuela, los tres mayores se habían ido del país y no se supo nada de ellos el cuarto hijo de Elena, había muerto en uno disturbios al gobierno, y el menor de sus hijos decidió pelear por la herencia que merecía y meses después desaparecido y no se supo nada de él.         A todo esto, la herencia solo le correspondió a mi padre y a mi tía, ambos hermanos se odiaban, e incluso al funeral de mi padre, la tía María nunca se presentó, alguna disputa de dinero lo más posible, la tía María tomo parte de su herencia y decidió no saber nada más de la familia y se había ido del país. Viví 16 años de mi vida con mi padre en la mansión, ya que mamá había muerto el día de mi nacimiento, nunca la conocí.         La crianza de mi padre fue estricta, y yo creía que realmente me odiaba por haber provocado la muerte de su esposa, nunca fue afectuoso conmigo y siempre estaba de viaje o trabajando, parte de mi crianza se la debo a la ama de llaves de la mansión, la señora Rufina, muy buena persona y amable, ella me contaba que desde que había muerto mi madre, mi padre ya no era el mismo y que desde esa vez no volvió a ver sonreír a mi padre, Rufina siempre había sido atenta y fue como una madre para mí, así fue hasta que mi papá la despidió por ya estar muy vieja y calificarla de incompetente, yo le rogué de rodillas a papá que no la despidiese, pero solo me grito y me dijo que no entendía nada eso y me mandó a callar, ese día me fui al cuarto y solo veían como Rufina de alejaba de la mansión caminando a un paso lerdo, con el tiempo entendí que si estaba bastante mayor para seguir trabajando en la casa, incluso estaba en la mansión en la época en la que el señor de la casa era don Silvio, ella era muy joven cuando empezó a trabajar en la mansión, sabía tanto de la familia que gracias a ella supe los tantos secretos de mi familia.         Yo había estado enojado con mi padre por un tiempo, incluso no le hable por un año, el mismo año en el que murió por un infarto, era un hombre muy ajetreado y su vida tan acelerada le había provocado un fulminante infarto. Y ahora me hallaba sin padres a mis 16 años, y con una mansión y una fortuna, -podrán imaginar que habría hecho un joven de esa edad con tanto dinero y sin supervisión-. Al no saber cómo administrar la compañía familiar, decidí contactar con la tía María para que me ayudase, ella me dijo que se había desprendido de la familia, pero por el afecto que me tenía, decidió dirigir la empresa y enseñarme cómo hacerlo yo en un futuro, siempre y cuando no pusiese un pie en la mansión, ella no quería saber nada de ese lugar y mucho menos de la familia, y que haría todo eso de manera anónima, y que yo sería la imagen ante todo en la compañía.         La empresa tenía muchas inversiones abiertas en distintas compañías transnacionales, mi padre había trabajado tanto que le había provocado la muerte, pero había convertido la compañía en una empresa temible en el mercado, y ahora era mi turno mantener la compañía a flote.         Así la mantuve con ayuda de mi tía por 3 años, hasta que mi tía enfermó y decidió no involucrarse más, y que en ese tiempo había aprendido lo suficiente y que ahora era mi turno de hacerme cargo de lleno, el primer mes las ventas y la productividad se mantuvo, el siguiente mes empezaron a bajar, así que tomé la decisión de contratar asesoría financiera, y fue así como la empresa pudo salir otra vez adelante.         Lo irónico de esta historia es que la persona que se encargó de la asesoría financiera, era una joven de 26 años graduada con honores en economía y estadística financiera, a la cual me había enamorado perdidamente.         Sabía que debía tenerla cerca, así que la contraté como la auditora y asesora de la compañía, sería su jefe y ella mi empleada, y aprovecharía este hecho para poder tener una relación formal con esa chica. La chica se llamaba Claudia y a simple vista se veía que era una chica humilde y que quizás viniese de una familia promedio. Un día de la primera semana de ella trabajando en la empresa, la invité a tomar un café y charlar sobre lo relacionado a su trabajo, y bajo esa excusa ella acepto y así fue como estuvimos en el cafetín de la planta baja. Lo primero que le preguntaba era por el proceso que estaba llevando a cabo y de cómo le parecía su trabajo, ella me respondió que muy bien y que realmente lo estaba disfrutando, y que desde que se había graduado, no había tenido un trabajo tan importante y que realmente estaba muy agradecida que yo la hubiese buscado para ese trabajo, algo que me pareció raro, ya que realmente yo no la había contratado, sino que bajó recomendación de mi tía, ella había llegado a mi empresa, pero no quería arruinar eso, así que no objeté nada a lo que dijo y seguí preguntándole por si misma, y a medida que avanzaba la conversación se volvía más personal y cercana, en un momento le pregunto por la localidad de dónde vive y ella se sintió algo incómoda y quiso esquivar la pregunta, pero al final me dijo vivía en una de las zonas con la que se contaba con menos recursos que incluso la parte céntrica de la ciudad, y que le daba pena decírmelo ya que yo estaba en un situación económica muy favorable, sentía empatía por ella y por su situación, así que le ofrecí hospedaje en un apartamento cerca de la compañía, aunque me habría gustado invitarla a la mansión, temía que se sintiese algo presionada, así que por lo menos pudiese ir todo los días a la compañía. Ya que la conversación estaba en un estado de más confianza, le pregunté por su familia y ella me contó que su padre había abandonado a su madre al estar embarazada, y que siempre vivió solo con su mamá y para ella fue más que suficiente y eso la hizo esforzarse más para poder salir adelante y ayudar a su madre, era muy inspirador y admirable, en toda esa conversación recordé unas palabras que mi padre me decía de niño, y era que no podía sentir empatía por los más desfavorecidos, ya que eso me convertiría débil, y cegaría mi ambición, esas palabras retumbaba en mi cabeza mientras ella me hablaba, me di cuenta de que en cierta forma mi padre tenía razón, así que no quise decirle nada a Claudia sobre ayudar a su madre.         Sentía atracción hacia ella, pero me decía a mí mismo que no era más que eso, y sabía que no podía cegarme esa sensación y así que solo la ayudaba por conveniencia, si me favorecía yo la ayudaba, aunque estuviese en las posibilidades de ayudarla por completo, no lo hacía porque mi padre me dijo muchas veces que las ayudas no se pueden dar completas y que es mejor ayudar poco o simplemente no hacerlo, mi padre era un hombre muy calculador y aunque pocas veces lo veía, en esas ocasiones me decía y daba consejos que con el tiempo le daba sentido y otros que de plano carecían de sentido para mí. Así que le había prestado un apartamento a Claudia y le dije que por la necesidad que tenía mi empresa de una asesora solo por eso no le cobraría el alquiler de dicho apartamento, ella estuvo de acuerdo con todo lo que le dije y eso me agradaba. Después de pactar todos los términos y de charlar sobre ella, ya que, en esa tarde en el cafetín, no le di detalles de mi vida ni de mis padres, así que ella se fue al cubículo dónde la había puesto para trabajar más cómoda, y yo me fui a mi oficina.         En años de crianza rígida, aprendí conceptos de no empeñarme tanto en algo y bajo ese ideal, no buscaba a Claudia y mucho menos vivía pendiente de lo que hacía, incluso hubo días en los que la veía y solo le daba los buenos días y nada más, no entablamos conversaciones de larga duración y mucho menos personales, ya había sabido lo suficiente de ella y así estaba bien, no permitía que mis empleados, subordinados e incluso amigos supieran de mi vida, era reservado con todo lo que tuviese que ver con mi vida personal y privada.         Al ser joven y millonario, siempre tenía la posibilidad de estar con las chicas más hermosas y la que me llamase la atención la convencía de llevarla a mi cama, y así había sido en todas las ocasiones que me había provocado estar con una mujer, pero con Claudia se trataba de algo distinto, no era tanto una atracción s****l, sino que podía decirse que me gustaría tenerla como novia o para algo más,  pero eso en ocasiones me nublada la mente y le insinuaba lo más básico como el tener sexo, mi padre nunca me dio consejos de algo relacionado a las relaciones amorosas, quizás por qué le hacía recordar a su eterno amor el cual había sido mi madre y que para su concepción yo había matado a mi madre y era el culpable de su sufrimiento. Así que yo actuaba más por inercia e intuición que por conocimientos adquirido o por consejos de alguien más, estuve solo desde pequeño y eso me hizo ser una persona muy precavida y caudaloso a tomar decisiones trascendentales.         Mi madre no la conocí y eso, aunque no me afectaba ya, en ocasiones me preguntaba el cómo sería haber tenido una y la manera en la que me fuese ayudado una figura maternal en mi vida y que para muchas personas la veían con aquella que representaba la delicadeza y amabilidad hacías las demás personas, pero lo más parecido a eso fue la ama de casa que mi padre de manera déspota había despedido por ya no considerarla lo suficientemente capaz de cumplir con sus labores en la mansión, yo le había agarrado un gran cariño y ya de adulto me culpaba de no buscarla y darle las gracias por haberme ayudado y sobre todo por haber sido amable conmigo toda mi niñez y parte de mi adolescencia, aunque no le tenía más que solo agradecimiento, ya que no la apreciaba y no tenía razón por la cual hacerlo, al final al cabo ella era mi sirvienta y yo su amo, y eso en cierta forma me reconfortaba o servía de alivio a esa sensación de culpa por no haberla buscado después de la muerte de mi padre. Un trabajador de la mansión que se encargaba de los jardines, un día me dijo que la señora Rufina había muerto en casa de un sobrino, ya que al servir prácticamente toda su vida a los Córcega no se vio nunca en la necesidad de comprar una casa propia y lo más extraño para mí, fue que esa señora no había tenido ni marido ni hijos, a pesar de ser una mujer buena, nunca se empeñó en formar una familia, capaz bajo la excusa de no tener tiempo ya que los labores de la mansión no le permitieron en ningún momento ser feliz o por lo menos salir en búsqueda de su propia felicidad, me daba algo de tristeza que después de tantos años a las órdenes de la familia Córcega, fue despedida y desechada como si de un trapo viejo se tratase, pero yo no podía contradecir las palabras de mi padre y simplemente conviví con el hecho de no seguir viendo como lo había hecho por más de 14 años de mi vida, el desayuno de sus manos y la manera lenta de desearme un feliz día.         Tampoco había asistido al funeral ya que el jardinero me dio la noticias después de su muerte y no tenía a quien darle el pésame, por el hecho de no tener familia la pobre señora, en años de servicio tampoco había recibido una remuneración por más de 40 años en la mansión, toda una vida paso Rufina allí. Una mañana me fui a la floristería y compré un ramo de flores y me dirigí al cementerio, y después de preguntar al hombre encargado de abrir las tumbas, por el nombre de Rufina López, ese hombre me dijo que su tumba yacía en una de la partes más alejadas y abandonadas del cementerio, incluso estaba enmontada y las lapidas se hallaba casi enterradas y otras en el suelo, y cerca de un arbolillo de limones estaba una lápida a medias hacer con la inscripción de “Rufina López QEPD”, solo eso decía, coloque las flores sobre esa tumba y viendo la lápida, le di las gracias por tantos años de atención y por haber sido muy buena persona conmigo, en mi mente llegaron recuerdos de cuando ella me contaba sobre mi propia familia y cuando me decía de lo peligroso del mundo y sobre todo de lo importante de ser alguien de bien, lo único que ella quería era que no me pareciera a mi padre, inevitablemente no pude contener las lágrimas y en ese momento creo que realmente si la apreciaba, fue duro aceptar lo que un día me aconsejo dicha mujer, cuando me dijo que la mitad de mi vida querré ser como mi padre y la otra mitad evitar ser como él, eso no parecía tener sentido para mi joven e inexperta mente. Después de tardar unos minutos frente a su tumba me fui del cementerio y en el camino reflexionaba de cuyas palabras había recordado, siempre creí que evite toda mi vida parecerme a mi padre, pero creo que de todas formas caí en esa insensata acción de ser como el obstinado Manuel jr. El hizo mucho honor al nombre, que también porto el gran fundador de la mansión, que por historias familiares decía ser un hombre muy reservado y amargado, hasta el día que partió de este mundo.

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